Por Luján Scarpinelli
Enviada especial
Una tabla partida, descartada sobre la arena de la costa de San Conrado, fue el comienzo. Unió las partes y se lanzó al mar a romper un prejuicio. "Surfista de arena, no sabe nadar", le gritaban cuando atravesaba la Rocinha con la tabla bajo el brazo camino al mar.
Con el tiempo, y su perseverancia de autodidacta, Ricardo Ramos, conocido como Bocao, aprendió a domar las olas. En las aguas del mar carioca se alejó de los vicios de la favela, donde lo dejó su madre biológica, y construyó un destino con lo más puro del lugar: los chicos.
Hace 15 años inauguró la primera -y hasta ahora, la única- escuela de surf de Rocinha. Desde allí, ya adulto, acompaña la enseñanza (gratuita) del deporte con la transmisión de una filosofía de vida, convencido de la "responsabilidad social" que implica su trabajo. "La escuela tiene como objetivo brindar una actividad a los chicos, ocupar su tiempo para que no hagan cosas erradas", señaló Bocao a lanacion.com. Para ser admitido entre los alumnos la condición es asistir al colegio.
El de Bocao es un caso que sirve para comprobar que en Rocinha existe una realidad que corre por un carril distinto al de la violencia. "Antes de empezar a surfear, a los 16 años, mi vida no tenía dirección. Después, se convirtió en una forma de vida porque siento una gran responsabilidad con la comunidad a través del deporte", relató el instructor de surf, también artesano de tablas y piezas de arte.
Además de clases para chicos de 8 a 12 años, que incluyen una base teórica y práctica, y de primeros auxilios, la escuela organiza campeonatos, excursiones y hasta clases de inglés. Con la práctica que adquieren sobre las ondas que se forman en el mar, a unos diez minutos desde la favela, los alumnos participan en todas las etapas del circuito de surf del estado de Río. Entre ellos, contó Bocao, Carlos Belo Da Silva ("Mr M"), fue el representante de la escuela más destacado en el ambiente.
"Antes no existían actividades para los chicos de la comunidad, que jugaban sobre la basura, en pozos o con globos. Tener una escuela de surf aquí es un lujo", dijo Bocao, aunque piensa que aún queda "mucho por hacer" para crear un ambiente próspero para los chicos.
En 2007, la escuela recibió el apoyo de la ONG Surfrider Brasil, representada por Jack Jonhson, el reconocido músico y surfer hawaiano. La ayuda dio un impulso de tres años, detalló Bocao.
Surfing Favela, el documental argentino sobre la escuela. "El espíritu libre del surf encuentra su espacio vital en el hacinamiento", dice la presentación de Surfing Favela, el documental filmado en Rocinha y Cantagalo, en 2006, producido por Tomás Crowder, empresario y editor de la revista RAD, y María Laura Ruggiero.
El trabajo de los argentinos, de amplio rebote internacional, destaca la función del surf como un móvil para "salvar vidas", contra la idea de que es un deporte reservado a las clases más acomodadas.
"Esta alternativa de vida genuina escapa a la marginalidad, la violencia y la pobreza", que reinan en la favela, destacan los creadores de Surfing Favela, dirigido por Maximiliano Ezzaoui y Natalia Bacalini.
El documental participó en numerosos festivales alrededor del mundo. Dinamarca, Sydney, Bolivia, y Argentina (Mar del Plata), fueron algunos de los sitios donde fue exhibido. Además, tuvo lugar en la pantalla de Nacional Geographic.
Más información: www.surfingfavela.com.ar
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