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domingo, 16 de outubro de 2011

'Vaginas de papel'


13 OCT 2011 10:46
Si además de dar placer, es un sitio acogedor, húmedo y calentito... Entonces, ¿por qué tiene tan mala prensa? ¿Por qué las cosas aburridas son 'un coñazo' y lo que mola es 'cojonudo'?
Siempre me ha parecido que se menosprecia por sistema a las vaginas; se hacen chistes sobre su aspecto, se difunden libelos sobre su olor, se riñe a las niñas que se miran o se tocan "ahí abajo" y últimamente se condena a las vaginas a la alopecia en virtud de una moda que también pasará. Cada vez estoy más convencida (sobre todo tras mi experiencia con Eva) de que las vaginas se merecen recuperar el espacio preponderante que ocuparon en culturas anteriores. Los primeros coños pintados no aparecieron en las puertas de los baños de los institutos, sino en las cavernas donde se resguardaban del frío nuestros antepasados. ¿Y los griegos antiguos? Aquellos grandes sabios le pusieron nombre al clítoris, que en su lengua significa (y sabe, como en todas) "divino".
Así es que para empezar a devolver las cosas a su sitio, la editorial alemana Taschen acaba de publicar "El gran libro del coño", un manual ilustrado que es una auténtica caja de sorpresas.
La primera de ellas es que es absolutamente explícito. De hecho, la única ropa interior que se ve es la de la portada; un tanga negro que en realidad está impreso en una plantilla transparente. Al pasar la carátula se acaban las tonterías: 12 vulvas y sus 12 sonrientes propietarias te dan la bienvenida a lo que es prácticamente un álbum de fotos con más de 400 imágenes de vaginas repartidas generosamente en sus 367 páginas.
La autora, por cierto, es nada menos que Dian Hanson, una pornógrafa histórica que fundó en los años 70 la publicación hardcore "Puritan", y que ha participado en otras muchas por el estilo. Desde 2001 es la editora de libros de temática sexual de Taschen y entre sus grandes obras está "The big penis book" ("El  gran libro del pene"), que no veo el momento de que caiga en mis manos (el libro, no el pene, aunque a ése no le diría yo que no...).

Confieso que la primera vez que hojeé el 'pussy-book' ni me di cuenta de que tenía letras, ocupada como estaba en flipar ante la contemplación de tanto sexo expuesto (vamos, que se me había metido un coño en el ojo, para qué os voy a engañar). Pero luego me percaté de que "The big book of pussy" cuenta en español, italiano y portugués la relación artística de los seres humanos con la vulva y un anecdotario simbólico pero espectacular de personajes variopintos: un pasen y vean cuasi circense en el que las trapecistas y la mujer barbuda van sin bragas.

Como aperitivo, entre fotos de los años 60 y 70, en las que lo más erótico es la actitud juguetona y desenfadada de las modelos, Dian confiesa que sus primeros pasos en el mundo del sexo consistieron en el lucrativo negocio de vender falsas bragas usadas por correo. Ropa interior que previamente untaban ella y sus amigas con jugo de caballa (¡asco, por Dios!). Sería para matarla si no fuera porque tiene un exquisito gusto para elegir y editar imágenes en las que se puede adivinar el paso de los años sólo teniendo en cuenta el atrezzo, los temas recurrentes (la idiotez de meter un pitillo por la vagina era muy de los 60), la sonrisa cada vez menos evidente y más lacia de las chicas y los estilismos púbicos.

"L'Origine du monde", de Gustave Courbet (1866)
Y es que, de la contemplación detenida de las ilustraciones se desprende que la alopecia inguinal es cosa de tiempos recientes y se ha popularizado en ambos sexos por culpa de la pornografía: ellas se depilan para que se parezca al coño-muñeca de las actrices y ellos se recortan el vello para que su miembro se asemeje al de los actores (para que parezca más grande, vaya).
Claro que cosas peores se han visto... Por ejemplo, el clítoris tipo pene que la actriz Vanessa del Río logró que le creciera a base de ponerse hasta las cejas de esteroides (páginas de la 67 a la 79). Por supuesto también se le puso bastante cara de bruta, perdió sex appeal y acabó pareciendo el eslabón perdido de la evolución humana.

Otros sujetos inolvidables son David Christopher, conocido como Pussyman, un tipo que se define a sí mismo como "adorador de coños" y que muere porque las chicas se le sienten encima (hay gente pa' to') y Mouse, una mujer adicta a meterse todo lo que pilla en casa por el mismísimo y a expulsarlo después aparatosamente. Me atrevo a aventurar si no será esta diosa del suelo pélvico la que alimenta la leyenda urbana de los ingresos en urgencias de damas con la alcachofa de la ducha o el bote de desodorante encajado entre las piernas…
Pero mi personaje favorito es Steve Shubin, el ex policía inventor la Fleshlight: una vagina falsa con forma de linterna que ha patentado para cuando las ganas aprietan y a la legítima no se le quita el dolor de cabeza ni con un trasplante de cerebro. Su lema, sin embargo, creo que funcionaría mejor en un 'western' que en la elegante Sevilla, donde tienen una fábrica que surte a toda Europa: "Fleshlight es lo único que te puedes follar, pegarle un tiro y tirar por la ventanilla a gran velocidad sin ir a la cárcel por ello". Me pregunto a qué target de público pretende llegar con este eslogan...
Si os soy sincera, lo mejor de leer este libro fue que, al terminarlo, no pude reprimir el impulso de colocar un espejo entre mis piernas para reconocerme y comprobar que coños, los hay grandes, pequeños, carnosos, delgados, estrechos, anchos, abiertos, frondosos, alopécicos, resecos, jugosos... y todos son diferentes, como las huellas dactilares. A mí, desde luego, me encanta el mío porque nos conocemos desde siempre y nos hemos prometido placer y caricias hasta que el cuerpo aguante.
The big book of pussy, Dian Hanson. Editorial Taschen. Precio: 40 euros.
(Escribidme a pandora.rebato@elmundo.es)


  • Pandora Rebato
    Pandora Rebato Desde agosto de 2009, Pandora narra sus aventuras en elmundo.es bajo el título La Cama de Pandora. Los relatos están ilustrados con dibujos de Luci Gutiérrez.









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