Por SARAH EL DEEB
The Associated Press
CAIRO -- El estado de ánimo en la Plaza Tahrir era exultante: los manifestantes pensaban que el momento histórico había llegado y que el presidente Hosni Mubarak estaba a punto de renunciar. Sin embargo, pasaron de la euforia a la furia.
Mubarak comenzó a hablar en la televisión el jueves por la noche y su voz reverberaba en las bocinas y las radios incorporadas en los teléfonos celulares, pero las palabras que la multitud esperaba no fueron pronunciadas.
Mubarak no estaba presentando su renuncia.
Incluso antes de que terminara de hablar, la gente lo abucheó y gritó: "¡Márchate!" o "¡No estamos contentos!", mientras que levantaban sus zapatos y los agitaban con las suelas apuntando hacia donde había una pantalla enorme que mostraba al presidente hablando desde un podio.
Mostrar los zapatos es un grave insulto en el mundo árabe, pero en realidad era la gente quien se sentía insultada, embaucada y con las expectativas destrozadas, tras un día de reportes que anunciaban un posible avance en la crisis.
Uno de los rumores, alimentado en parte por una declaración de las fuerzas armadas sobre que las demandas de los manifestantes serían cumplidas, era que Mubarak renunciaría. En cambio, le entregó el poder al vicepresidente y prometió algunas reformas, incluyendo el retiro de las leyes de emergencia, que rigen al país desde 1981.
La gran cantidad de egipcios que se oponen a Mubarak creen que no se puede realizar una reforma genuina si Mubarak continúa en el poder. Los manifestantes anunciaron que realizarán protestas mayores e incluso pidieron al ejército que lo retiren.
"El discurso es una provocación", dijo Muhammed Abdul Rahman, de 26 años, un abogado que se unió a los manifestantes por primera vez el jueves. "Esto hará que la gente se una más y que se sumen en números mayores".
"Ha tratado de dividir a la gente antes, ahora la gente lo conoce y ha aprendido su manera de actuar", dijo Hazim Kalifa, que trabaja como químico.
Hisham Bastawisi, un juez reformista, dijo que Mubarak "vive en un coma" y que "las fuerzas armadas deben intervenir y deponerlo antes de que sea demasiado tarde".
La gente comenzó a llorar apenas minutos después de agitar banderas egipcias y gritar: "¡Casi lo logramos!", mientras cientos de miles se reunían en la plaza en espera del discurso de Mubarak.
Además de la concentración en El Cairo, se realizaron nuevas manifestaciones y huelgas en el resto del país, mientras que un número mayor de egipcios pide el cambio.
Las semanas de protestas han transformado la plaza en una ciudad de carpas con clínicas improvisadas, tiendas de alimentos y numerosos letreros que cuentan los logros de los manifestantes y los abusos atribuidos al gobierno.
Kaled Abdel Hamid, uno de los organizadores de las protestas, dijo que estas aumentarían y que el viernes marcharían al Ministerio de Información y a las oficinas de la televisión estatal.
"Este es un discurso lamentable de un líder lamentable", dijo. "Si él es necio, nosotros también somos necios. Estamos listos para morir aquí".
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