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quinta-feira, 18 de setembro de 2008

La nacionalización de la aseguradora AIG no impide que caiga Wall Street

Crisis financiera mundial - El rescate de la mayor aseguradora


La Bolsa de Nueva York vivió una fuerte volatilidad y llegó a perder más del 3% - Los contribuyentes ya han pagado 300.000 millones por los rescates

CLAUDI PÉREZ - Nueva York - 18/09/2008


Déjeme ganar mucho dinero y ayúdeme cuando las cosas se tuerzan. Así son las reglas del sistema financiero, especialmente del estadounidense. Con las cosas definitivamente torcidas, la Administración Bush salió en la madrugada del lunes de nuevo al rescate. El Gobierno estadounidense refuerza a cada nuevo capítulo de la crisis su recién estrenado papel como piedra angular de la economía, como tabla de salvamento de los mercados y como último dique de contención del dramático tsunami financiero. Ante la constatación de que el huracán está en su punto álgido, el Ejecutivo norteamericano tomó el control de American Internacional Group (AIG), uno de los gigantes de los seguros, para evitar una quiebra con un gran potencial destructivo sobre la economía.


Estados Unidos

Estados Unidos

A FONDO

Capital:
Washington.
Gobierno:
República Federal.
Población:
290.000.000 (2004)

El dimitido presidente de AIG podría ganar siete millones en tres meses

El rescate de AIG no calmó a los inversores. El índice Dow Jones sufrió pérdidas del 4,06% al fin de la sesión. El pesimismo neoyorquino, que se intuía ya antes de la apertura con los contratos de futuros, abortó el repunte de las Bolsas europeas, lastradas también por los valores financieros. El Ibex 35 cayó un 2,29% con descensos del 5,6% en el Santander y el 4% en el BBVA. Las demás bolsas europeas también sufrieron pérdidas cercanas al 2% contagiadas por Wall Street.

AIG se dejó en Bolsa un 40%, hasta los dos dólares por acción, por la dilución del capital que acompaña a la aportación de fondos. Hace sólo un año los títulos valían más de 70 dólares. Está condenada a despiezarse, a vender activos de forma ordenada para no desaparecer, como muchos otros históricos del achacoso sistema financiero norteamericano. Wall Street especulaba con las próximas víctimas, con Washington Mutual en muchas quinielas.

Nueva York sigue siendo la misma ciudad nerviosa, agitada y bulliciosa de toda la vida. La crisis no cambia el pulso acelerado de Manhattan, pero las malas noticias están impactando con toda su crudeza al sur de la gran manzana, en Wall Street. De nada sirvió que ayer tanto el Tesoro como la Casa Blanca justificaran el salvamento de AIG como una medida para "limitar los daños" sobre la economía. De nada parece servir tampoco la nueva oleada de intervencionismo. Hace unos meses, un golpe de timón como el de AIG hubiera dado un respiro a los mercados. Ya no. Wall Street va a lo suyo.

Las turbulencias han barrido ya bancos de inversión, bancos comerciales, gigantes hipotecarios y ahora se dejan notar en el tradicionalmente tranquilo sector asegurador. Nada escapa al efecto devastador de la crisis. Después de dejar caer el banco de inversión Lehman Brothers y de negar durante dos días cualquier tipo de intervención pública como salvavidas de AIG, la Administración Bush no tuvo más remedio que olvidarse una vez más de los sermones sobre el libre mercado y tirar de chequera: inyectará 85.000 millones de dólares más, con lo que el fiasco de las finanzas deja una factura de más de 300.000 millones para los contribuyentes (o 900.000 millones si se incluyen algunas partidas que están en la frontera). La línea de crédito del Gobierno a 24 meses le da derecho al 80% del capital. La alternativa era un agujero financiero con un impacto parecido a las quiebras bancarias de la Gran Depresión.

AIG fue fundada en 1919 en Shanghai por un estadounidense, un veterano de la Primera Guerra Mundial que viajó a Asia con lo puesto y apenas un puñado de dólares en el bolsillo. Levantó un imperio con presencia en 130 países y un activo de un billón de dólares -el 70% del PIB español-, pero en los últimos años el grupo se enfangó en el mercado de derivados y tras el estallido de las subprime sus acciones perdieron la mayor parte de su valor.

Los expertos hablan de una nueva era en la banca. Pero hay tradiciones que se resisten a desaparecer. El primer ejecutivo de AIG, Robert Willumstad, que se incorporó a la compañía en junio, podría ganar unos siete millones de dólares en sólo tres meses, informa Bloomberg. No todo ha cambiado de forma tan radical.

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