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quinta-feira, 18 de setembro de 2008

Historias (macabras) de las funerarias de Caracas


Funeraria La Fé situada en la Plaza Sucre de Catia (Foto: Jaime López)

Funeraria La Fé situada en la Plaza Sucre de Catia (Foto: Jaime López)

JAIME LÓPEZ desde Caracas

16 de septiembre de 2008.- La delincuencia y la inseguridad son los principales problemas de los venezolanos, especialmente en Caracas, donde sus habitantes de clase media viven en casas enrejadas, escondidos entre cercas eléctricas y cámaras de seguridad.

Según un estudio de Human Resource Consulting "cada día se producen en la capital venezolana más de 800 atracos a mano armada, 15 secuestros y ocho asesinatos". En 2007, se produjeron en todo el país 13.200 homicidios, el 30%, en la capital. Eso da un promedio de 130 homicidios por cada cien mil habitantes. La tasa en Bogotá, por ejemplo, una ciudad que tradicionalmente era considerada más peligrosa, es de 19 por cada cien mil.

Si las personas con algo de dinero padecen la delincuencia; los más pobres la sufren. Es lo que ocurre en la Plaza Sucre de Catia --una barriada al oeste de la ciudad donde viven cerca de un millón de personas--, donde sus cuatro funerarias se convierten en zona de alto riesgo durante algunos velatorios.

María Figuera es gerente de la funeraria La Fe, situada a media manzana de la plaza. Ella no acepta "ni personas baleadas ni motoristas" en sus instalaciones porque son muertos "muy conflictivos", explica durante una entrevista en su oficina. Figuera piensa que los cadáveres con heridas de bala atraen problemas, como tiroteos o escaramuzas entre bandas. Lo mismo ocurre con los dueños de motocicletas. "En su mayoría son jóvenes de barrio, que llevan armas de fuego y alcohol a los velatorios... Después de muchas horas se rascan (emborrachan), y siempre alguno dispara al aire o alguna cosa parecida", relata mientras argumenta con absoluta normalidad las normas de su funeraria.

Las situaciones vividas por muchos dueños de velatorios caraqueños obligaron a la Cámara Nacional de Funerarias a establecer las siguientes prohibiciones:

  • Ingerir alcohol dentro de algún velatorio.
  • Colocar música o llevar alguna agrupación que toque.
  • Hacer 'homenajes' dentro o fuera de las instalaciones de las funerarias.
  • Ingerir droga dentro de las capillas ni tampoco frente a la entrada.
  • Utilizar motocicletas dentro de las instalaciones.
  • Encender altavoces en vehículos estacionados frente a las funerarias.

Figuera ha sido testigo de escenas que rozan el surrealismo. Recuerda con humor una madrugada, que mientras los familiares del fallecido lloraban desconsoladamente, un grupo de sujetos armados ingresó al velorio y sometió a los presentes para apoderarse del ataúd. Montaron el féretro en el techo de un coche, y se lo llevaron sin rumbo fijo. Se trataba de una banda enemiga que querían cobrarse una cuenta pendiente con el muerto. Cuatro horas después, un taxista se acercó a la funeraria para devolver el cadáver, indicando que había sido interceptado por un grupo de maleantes que lo amenazaron de muerte si no entregaba el ataúd en la capilla.

Otro de los problemas de las funerarias es el poco respeto de los delincuentes con los familiares y amigos de los difuntos. En lo que va de año se han registrado más de 120 robos en las funerarias de Caracas, localizados principalmente en 20 centros del oeste de la ciudad. Ante este clima de inseguridad, la mayoría de funerarias decidieron cerrar sus puertas a las diez de la noche para no permanecer abiertos toda la noche. El problema es que los cortejos fúnebres en Caracas son un negocio en auge, por lo que también han reducido el tiempo asignado a cada velorio para poder atender la demanda.

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