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domingo, 24 de janeiro de 2010

Legión Extranjera francesa combate en un nuevo frente: Afganistán


TORA, Afganistán (AP) - En cuanto la Legión Extranjera francesa asentó sus banderas y gallardetes a mediados de año en su nuevo frente de batalla, varios legionarios se encaramaron en el tejado del cuartel general en la base y escribieron con pintura blanca el lema en latín del veterano cuerpo.


"Legio Patria Nostra": la Legión es Nuestra Patria.

Esa patria ha estado temporalmente ubicada para los legionarios en muchos lugares remotos durante sus 178 años de historia: el norte de Africa, el Extremo Oriente, México y ahora las estribaciones de la cordillera asiática del Hindu Kush, en Afganistán, como parte del contingente de la OTAN llamado Fuerza Internacional de Seguridad, que encabeza Estados Unidos.

El contingente legionario en estas tierras está integrado por 750 legionarios de más de 80 nacionalidades.

Algunos se engancharon por las emociones que conlleva pertenecer a uno de los cuerpos de choque más duros y afamados del mundo, otros huyendo de la ley y otros simplemente para escapar de la pobreza abyecta de su sus naciones y poder ganar un salario decente.

Si hay algo que molesta a los legionarios esta vez es el código de normas establecido por la OTAN para entrar en combate y disparar, que destaca la necesidad no solamente de combatir al Talibán sino de trabar amistad con la población local.

"Estamos hechos para combatir. Aquí se habla demasiado y se pelea poco", comenta el sargento mayor Alex, mientras bebe cervezas en la cantina de la base en Tora, un cobertizo sin paredes y en el que una gran pantalla de televisión plana pasaba películas pornográficas de tono muy subido acompañadas por la música de "Viagra", una banda ucraniana de tecno rock.

Alex es un veterano de 23 años en el cuerpo, con 17 misiones bajo su kepí, la tradicional gorra blanca que usan los legionarios cuando no están de patrulla. Estuvo asignado en los Balcanes y las ex colonias francesas de Africa, donde la tropa, al primer disparo enemigo, vaciaba sus cargadores y hacía preguntas después, si es que quedaba algún enemigo vivo para responder.

Alex dijo que espera su quinta medalla por valor y gallardía en combate, obtenida durante una misión nocturna en una acción conjunta con las Fuerzas Especiales de Estados Unidos.

Al igual que sus camaradas de uniforme, el ex gerente de un pub británico sólo usa su nombre, un alias. La Legión da a todos los reclutas un nuevo nombre y mantiene rígidamente su anonimato.

"Los legionarios inician una nueva vida cuando se enganchan", explicó el capitán Michel. "Todos y cada uno de ellos pueden mantener su pasado en el secreto más absoluto".

Ese anonimato forma parte de la mística legionaria, junto a una reputación de combatir ferozmente hasta la última bala y recurrir luego a la bayoneta si fuera preciso. "La Legión muere, pero no se rinde" es más que una consigna de bravura y ha sido demostrada en múltiples ocasiones a lo largo de su historia.

A fin de lograr esa dedicación, el legionario recibe un entrenamiento como pocos profesionales de las armas, necesario para moldear en una fuerza coherente con un credo común y hombres de muchos países y lenguas diferentes.

Los legionarios integran casi un tercio de las fuerzas francesas inscritas en la tropa de la OTAN. Desde su acampada en la base de Tora _en el distrito de Surobi, al este de Kabul_ no han tenido muchas oportunidades de lucirse en combate.

Los legionarios han copado dos tercios del cercano valle de Uzbeen, un antiguo reducto del Talibán donde sus puestos de avanzada son atacados esporádicamente.

Empero, la mayor parte de sus misiones consisten en patrullar aldeas relativamente tranquilas, reunirse con los "maleks", o líderes comunitarios, mientras la tropa estadounidense y británica soporta el peso de los combates más cruentos en el sur del país, una zona mucho más volátil e inestable.

Históricamente, los legionarios han sido considerados una gran familia de 7.500 mercenarios. Incluso la oficialidad y los mandos pasan la Navidad con la tropa, donde quiera que esté acampada, en lugar de sus hogares. Los miembros con licencia e inválidos físicamente viven en la granja que posee la Legión en el sur de Francia, donde cultivan y embotellan vino clarete.

En una cena reciente, se sirvió vino de Cotes du Rhone a la oficialidad. Las bebidas alcohólicas han sido prohibidas en las bases estadounidenses y británicas de todo el país.

Para alistarse en la Legión francesa, que al contrario que la española sólo acepta hombres, solamente hay que firmar en un banderín de reclutamiento en territorio francés. Los oficiales cuentan que con frecuencia la policía gala dejar pasar a los inmigrantes ilegales si se dirigen a una oficina de la Legión. Un recluta pedaleó recientemente en su bicicleta desde Mongolia hasta llegar a Francia con ese fin, agregaron.

Es una tradición que se remonta a su fundación en 1831, después que Francia se desangró en las guerras napoleónicas y necesitaba extranjeros para conquistar y colonizar Argelia.

Cinco años de servicio son recompensados con la nacionalidad francesa. Unos pocos legionarios son afganos, pero ninguno está destacado aquí en esta campaña. Las normas prohiben a los legionarios combatir en sus países de origen.

Los asesinos, violadores y pederastas no pueden unirse a la Legión.

Los oficiales reconocen que se realiza una indagación de antecedentes cuando es necesario y aquellos legionarios que mienten sobre su pasado son expulsados del cuerpo.

Sus legajos son mantenidos en secreto y tienen derecho a no hablar con los periodistas o ser fotografiados por los medios informativos. Un legionario estacionado en Tora es graduado de las universidades estadounidenses de Harvard y Princeton. Se negó a ser entrevistado, dijeron sus oficiales.

Otro estadounidense, el legionario Raoul, no quiso hablar sobre los tres meses de cárcel que purgó por una felonía cuando tenía 18 años. "No maté a nadie, pero tampoco llené de orgullo a nadie", comentó lacónicamente.

Un plomero procedente de Virginia Beach, en el estado de Virginia, quiso entrar en las fuerzas armadas estadounidenses pero fue rechazado debido a sus antecedentes penales. "Me cansé de que me dijeran que era un delincuente, así que me fui a Francia", contó Raoul. "No tenía absolutamente nada que me retuviera en mi patria".

Otro, el cabo Marcus, dijo que tenía siete años cuando vio a los legionarios en combate en su natal República Central Africana, en la década de 1980, y quedó tan impresionado que dijo: "Me prometí que un día me enrolaría". Tras ser muertos sus padres en la siguiente oleada de violencia que sufrió el país en 1990, Marcus huyó y acabó en el Segundo Regimiento de Infantería de la Legión, estacionado ahora en Tora.

La mayoría de los legionarios carecen de antecedentes penales, según sus oficiales. Algunos se unieron debido a la fama de aventura y leyenda cultivada a lo largo de décadas en novelas y películas, como el clásico de Hollywood de 1936 "Marruecos", en el que Marlene Dietrich sigue a su amante legionario, interpretado por Gary Cooper, por el desierto norafricano.

La disciplina es férrea en el cuerpo y una temporada en una cárcel de la Legión es una especie de rito de entrada en la vida legionaria.

Raoul dijo que su tarea más dura fue aprender francés. Un cabo que le enseñó a contar hasta 10 le golpeaba con el pulgar en el pecho cada vez que se equivocaba. Dieciocho meses después, su francés es muy fluido.

El tercio de la fuerza cuya lengua natal es el francés son apodados "los galos", como la antigua tribu de la Galia romana. También abundan las lenguas eslavas, ya que otro tercio procede de la Europa oriental y Rusia.

Uno de los legionarios, Rushan, fue teniente del ejército ruso. Ahora es un cabo pero afirma que gana 1.200 euros (1.780 dólares) al mes, tanto como un mando ruso.

Rushan nació en Kabul, donde su padre fue coronel del ejército soviético que ocupó el país en la década de 1980.

"Estar en Afganistán nuevamente es un poco raro", reconoció. Habla además el dari, uno de los dialectos afganos. Dijo que aterrizó en el aeropuerto construido por su padre.

Raoul, el legionario de Virginia, reconoció que no esperaba acabar en Afganistán y su familia teme por su suerte. "Pero mi madre está ahora orgullosa de mí", reconoció.




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