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sábado, 9 de maio de 2009

El Congreso brasileño bate récords de corrupción



El jefe del Senado brasileño, José Sarney, en primer plano, junto al presidente Lula. | Efe

El jefe del Senado brasileño, José Sarney, en primer plano, junto al presidente Lula. | Efe

RAMY WURGAFT

9 de mayo de 2009.- Es tal el hartazgo de los brasileños con sus legisladores, que la agencia Sygma tuvo serias dificultades para realizar una encuesta telefónica, acerca de la opinión que les merece el Congreso. "Muchos de los consultados se negaron a responder o colgaron, tan pronto se les dijo de que se trataba", confesó Aurelio Soares, uno de los directivos de la agencia.

El juicio de quienes se resignaron a participar en el sondeo fue lapidario: el 68% clasificó al Congreso como la peor institución del país y el 25% lo consideró como un organismo irrelevante. "La impresión del ciudadano medio es que en vez de mejorar su conducta, los legisladores se esfuerzan por empeorarla", comentó la analista Leticia Gomes a raíz de un escándalo que tuvo como protagonista a uno de los representantes del Partido Democrático (DEM) en la Cámara de Diputados.

Edmar Moreira fue acusado de omitir de su declaración de patrimonio, el castillo de estilo medieval, cotizado en 12 millones de dólares, que adquirió en el estado de Minas Geraís, echando mano, según se sospecha, al fondo de jubilación de los trabajadores de su empresa. Para justificarse, Moreira, presidente de la comisión fiscalizadora de la cámara baja, alegó que padece de estrés y por eso olvida muchas cosas.

No menos original es la explicación que dio el diputado Alberto Fraga, al ser amonestado por incluir en la nómina de sus asesores parlamentarios a... su empleada doméstica. "Ella presta servicios en mi gabinete; sirve café y paga las cuentas", dijo el legislador. Valga destacar que las tropelías de Fraga y Moreira salieron a la luz una semana después de que el diario 'Folha de Sao Paulo' denunciara que la empresa brasileña Camargo Correa, una de las mayores constructoras del mundo, financia a siete partidos con representación parlamentaria.

Los hechos desvelados en la cámara baja parecen menudencias si se les compara con el 'laisez faire' que impera en el Senado, que recibe un presupuesto anual de 1.300 millones de dólares, utilizado principalmente para pagar los sueldos y las jubilaciones de un contingente de unos 5.000 funcionarios, 402 de los cuales ganan más que los propios senadores. En enero del 2009, cuando el Congreso estaba de vacaciones, esos funcionarios cobraron 3 millones de dólares en... horas extra. El nepotismo es otra costumbre arraigada en la cámara alta. Las últimas sospechas recaen sobre Fernando Aurelio Aquino, jefe del gabinete del senador Gilvam Borges, que habría contratado los servicios de dos de sus hermanos y de un cuñado.

Bajo la presión del presidente Lula, el jefe del Senado, José Sarney decidió contratar a la Fundación Getulio Vargas para que estudie la forma de conferirle mayor transparencia a la institución. Pero aún esa iniciativa despierta sospechas, ya que en su primer mandato al frente del Senado, en 1995, Sarney pagó a los asesores de la prestigiosa fundación 294 millones de dólares por una asesoría menor, relacionada con el funcionamiento de las comisiones parlamentarias. ¿Cuál debe ser, entonces, la remuneración para la epopéyica tarea de limpiar los establos senatoriales?

Habida cuenta de su vocación para producir escándalos, no sorprende que el ex presidente Fernando Henrique Cardoso haya dicho que el Congreso es una entidad "que no representa a nada y a nadie". Y que tantos brasileños no se hayan tomado la molestia de responder a la encuesta de Sygma.

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