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segunda-feira, 30 de junho de 2008

El ex responsable del 'caso Madeleine' deja la policía para 'poder defenderse'


Actualizado lunes 30/06/2008 17:31 (

EUROPA PRESS

LISBOA.- El inspector de la Policía Judicial (PJ) portuguesa que fue el primer responsable del 'caso Madeleine', Goçalo Amaral, ha decido abandonar el cuerpo para poder defenderse y alcanzar "la plenitud de la libertad de expresión".

El inspector se jubila a los 48 años para, según explicó él mismo, poder defenderse de las acusaciones vertidas contra él en los medios de comunicación portugueses y británicos sobre su labor como coordinador del caso de Madeleine McCann, la niña inglesa que desapareció en el Algarbe el 3 de mayo de 2007.

En una entrevista con la agencia estatal portuguesa y recogida por los medios de comunicación lusos, Amaral asegura que sale de la Policía porque entiende que "la única forma de adquirir la plenitud de mi libertad de expresión es saliendo de la policía". "Porque en este momento, para poder defenderme, tengo que readquirir mi libertad de expresión", afirmó.

Amaral no se ha dado prisa en hacer uso de esa "recuperada" libertad de expresión, que se hará efectiva oficialmente este martes, ya que en el mes de julio publica un libro sobre el caso de Madeleine, aunque la salida al mercado de éste depende de que se levante, como está previsto, el secreto de sumario del caso.

Este lunes es el último día del ex coordinador que investigó la desaparición de la pequeña Madeleine McCann en la Policía. Mañana, "ya tendré libertad para hablar" afirmó el oficial, que podría avanzar con algunas novedades sobre el caso.



CRONOLOGÍA

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¿DÓNDE ESTÁ MADELEINE?

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(Foto: REUTERS)

por LORENZO SILVA *

Tras un año de misterio, y al margen del vendaval mediático que desencadenó el caso, la pregunta fundamental continúa sin respuesta. Con todo lo que se vio y leyó a lo largo del pasado verano, se corre el riesgo de olvidar que la principal protagonista de esta historia es esa niña de cuatro años, Madeleine McCann, cuyo paradero sigue siendo desconocido. Sus dos flemáticos y telegénicos progenitores bien pueden ser inocentes de la desaparición, aunque nos escame su comportamiento, pero nunca podrán arrebatarle a su hija la categoría de víctima primera del crimen. O bien pueden acabar inculpados, ya sea por muerte negligente y doloso manejo del cadáver, según apuntan las sospechas de la policía portuguesa, o ya sea por cualquier otra clase de ilícito penal. Pero tampoco en ese supuesto pasarán de ser dos secundarios en el drama, los torpes y/o maliciosos instrumentos de un destino aciago cumplido en la persona de su hija.

La gran perversión del tinglado montado en torno al caso, con el impulso entusiasta de los medios sensacionalistas y la aquiescencia de su morboso público, es que casi desde el principio los McCann se convirtieron en una suerte de vedettes del espectáculo, relegando al segundo plano del escenario a la niña desaparecida. Por eso, cuando salieron a la luz sus extravagantes hábitos en el cuidado de la prole, y los primeros indicios físicos que hacían concebir serias sospechas, volvíamos a magnificarlos como posibles villanos, cuando de confirmarse esas hipótesis no pasarían de ser un par de patosos con un cuajo indudable, eso sí, para montar luego el paripé.

Nadie puede negarles a unos padres angustiados por la desaparición de su hija que traten de hacer el mayor ruido posible. Tampoco es mala técnica para quien ha cometido una pifia publicitarse a tope como víctima, aunque el truco resulte arduo de sostener y de ser ese el caso a los McCann les habría ayudado derramar alguna lagrimilla, en vez de aparecer en todo momento tan impasibles y compuestos como si apenas se les hubieran llevado el hámster. El error, sea cual sea la verdad, está en otorgarles desde los medios ese glamour de estrellas que se han arrogado desde el principio, y que permite a todos especular a la ligera sobre su culpabilidad o inocencia, porque las estrellas son patrimonio público y cualquiera se siente con autoridad para enjuiciarlas, con fundamento o sin él.

Tanto si los McCann han cometido un delito como si lo han sufrido, de lo que no cabe duda es de que lo que se ha montado en torno a ellos alcanza proporciones de disparate. La policía portuguesa tiene una papeleta nada envidiable, tratando de esclarecer sobre la base de pruebas rigurosas, como es su deber, un enigma sobre el que especulan y pontifican a placer toda clase de desaprensivos. Y todo ello bajo el escrutinio permanente de los tabloides británicos, de los que asombra que estén más dispuestos a desacreditar a la policía extranjera que a contribuir a que se haga justicia a su pequeña compatriota.

La verdad saldrá a la postre de esas pruebas, si aparecen, y entre tanto todo lo que se diga resultará gratuito y discutible, bajo la premisa de la presunción de inocencia que protege, como a cualquiera, a los padres de Madeleine. Pero hay detalles que dan mucho que pensar. No sólo la rápida huida de los incansables McCann a Gran Bretaña tras conocer su cambio de estatus, para contactar sin pérdida de tiempo con el abogado que salvó a Pinochet de la extradición. Resulta bastante inquietante la declaración que inserta el padre, Gerry McCann, en la entrada de su blog correspondiente al día 10 de septiembre de 2007 (para quien esté interesado en leerlo, acúdase a la cuidada página web www.findmadeleine.com): «Kate y yo confiamos al 100 por 100 cada uno en la inocencia del otro». ¿Es que podría haber razones para que los cónyuges recelaran el uno del otro respecto de la desaparición de 'Maddie'? ¿Cabe concebir que uno de los dos miembros de la pareja se hubiera deshecho de la niña sin el conocimiento del otro? ¿Cuál es la necesidad de anticiparse a defenderse de algo tan estrambótico e improbable?

Pero ni este ejercicio ni ningún otro por el estilo conducirán a la solución. La policía portuguesa anda buscando un cuerpo por mar y tierra. En él está la clave, y tal vez no lo encuentren nunca. O quizá, ojalá, aparezca 'Maddie' viva. Si tal sucediera, los investigadores portugueses ya se pueden ir preparando para el linchamiento en los periódicos británicos. Y sin embargo, aun en ese supuesto no habrían hecho sino cumplir con su deber, bajo una presión tan intolerable como interesada. Es lógico que los McCann, tanto si son inocentes como si no, insistan en la teoría del secuestro. Pero la Justicia no puede descartar ninguna respuesta a la pregunta crucial: ¿Dónde está 'Maddie'?

* LORENZO SILVA es escritor, autor, entre otras novelas, de 'El alquimista impaciente' (premio Nadal 2000), La flaqueza del bolchevique' y 'El lejano país de los estanques' (premio Ojo Crítico 1998).


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UNA BÚSQUEDA FRUSTRADA

por Mª JESÚS HERNÁNDEZ

Ojos azul verdoso, 90 centímetros de altura, una gran sonrisa y el cabello muy claro... Esa es la descripción de Madeleine McCann, la niña británica de cuatro años cuya imagen ha llegado hasta el último rincón del mundo. Lo que en un principio parecía un claro secuestro vinculado con redes pedófilas y luego un asesinato llevado a cabo el mismo día de su desaparición, dio un giro de 180 grados cuando la Policía lusa situó a los padres como sospechosos oficiales de la muerte accidental de la pequeña. (Foto: www.findmadeleine.com)





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