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domingo, 15 de março de 2009

Wagner, los strippers, los colores y la redención


14-03-2009

El Teatro Real estrenó la versión más atrevida de la ópera de Wagner. | Atlas

Escena de la ópera 'Tannhäuser', de Richard Wagner. | Foto: Javier del Real

Escena de la ópera 'Tannhäuser', de Richard Wagner. | Foto: Javier del Real Ver más fotos

  • El Teatro Real estrena un atrevido montaje de la ópera 'Tannhäuser'

Como Richard Wagner quería conquistar de una vez la Ópera de París con su 'Tannhäuser' añadió entre otras cosas, una escena de ballet, para amoldarse un poco al canon francés. Colocó este injerto justo en el inicio, después de la obertura, en el marco dionisíaco de Venusberg. Esta versión es la que se suele representar hoy en día, y es la que se estrena ahora en el Teatro Real (2 de abril), sólo que en vez de ballet, unos strippers con slips rojos celebran una orgía subidos en gigantes tornos giratorios.

Además, la luz es roja. Para dejar muy, pero que muy bien patente un clima pasional. Los espejos de los tornos multiplican los cuerpos ayuntados y los brochazos escarlatas de los focos y los neones. En 1961, en París, la gente consideraba que llegar tarde a la ópera era de buen gusto, y los ballets se colocaban en el segundo acto. Muchos silbaron a Wagner pensando en la insolente no inclusión de baile. Hoy en día todo el mundo está a la hora, y es muy probable que tanto despelote de qué hablar.

La historia de Heinrich Tannhäuser pasa por toda la escala cromática en esta producción de la ópera de Los Ángeles

La historia de Heinrich Tannhäuser pasa por toda la escala cromática en esta producción de la ópera de Los Ángeles (con Jesús López Cobos a la batuta). El director de escena (Ian Judge) y el escenógrafo (Gottfried Pilz) parecen seguir los pasos de Kiesslowski (véase 'Blanco', 'Azul' o 'Rojo'). En el primer acto, Heinrich (el tenor Robert Gambill) se despide de Venus (Anna C-Katharina Behnke, soprano), su 'diosa del amor' entre rojos fúlgidos. "¿Te producen mis encantos hastío?", le dice la diosa al hombre, como podría haberle increpado Calipso a Ulises.

Del rojo se pasa al blanco de la nieve, y del blanco al negro de la sala donde el amor humano de Elisabeth (la soprano Edith Haller) le espera. Le canta: "Y cuando un día nos dejasteis, la paz y la alegría huyeron de mí". Como en Lohengrin, hay una extraña oposición entre el paganismo y la cruz de Cristo. Paradójicamente, Venus, eterna, supone la perdición, mientras Elisabeth, mortal, encarna el camino salvífico que Tannhäuser deber seguir.

Los cantores de Wartburg

En este libreto, Wagner traba varias leyendas. El pueblo de la vieja novia del seductor es Wartburg, donde, según una mitología medieval germana, se celebraban torneos de cantores. Además, el Wartburg wagneriano es un pueblo piadoso de cantores puritanos. Con su voz, se disputan los caballeros a la virtuosa Elisabeth, bajo unas lámparas de araña, en una sala extraña y esquinada del segundo acto. Cada uno gorjea a su modo, como hacen los raperos en sus 'peleas de gallos'.

Llevado por el trance del combate de gargantas, ensalzando el amor sensual, el honorable Tannhäuser mete la pata y desvela su estancia en Venusberg. El rey, Hermann (Günther Groissböck) clama con su voz de bajo: "¡Has manchado con ignominia nuestro hogar!". Cuando los cantores, expeditivos, pretenden pasar por la espada al disoluto, Elisabeth les convence de algo mejor.

Hay que reseñar el retorno de los peregrinos corales, en canto creciente, con aquel trágico color menta y una cruz presidiendo la escena.

Que el pecador purgue su rojo pecado en una peregrinación a Roma, a buscar la absolución papal. El acto final flota en un verde clorofílico y sugerente. Hay que reseñar el retorno de los peregrinos corales, en canto creciente, con aquel trágico color menta y una cruz presidiendo la escena. Entonan los penitentes el leitmotiv de la obra. En 'Tannhäuser' se aprecia un tejido musical más ceñido que en el 'Holandés errante' al leitmotiv o tema conductor, que se haría tan fundamental en las óperas del compositor.

Elisabeth no encuentra a su amado, y lo cree muerto, y como Isolda, se extingue por esta carencia romántica. Su amigo Wolfram (Roman Trekel, barítono), vestido de verde como un duende irlandés (ropa y luz están aquí conjuntados) entona la 'romanza de la estrella'. Pero (¡oh!, fatalidad) Tannhäuser aparece rezagado del grupo, con un báculo y una toga, como Moisés después de vagar por el desierto Sinaí durante 40 años.

Ya sólo quedan las plegarias porque su amor ya no vive y ¡ni el Papa lo ha perdonado por su desliz pagano! Finalmente, la bacanal de Venus, con su rotación, sus slips, sus strippers y sus sedas rojas se reparte el escenario con la atmósfera azul, desde donde Wolfram le retiene de la tentación con el recuerdo de Elisabeth. Dos colores contrapuestos, de obvias connotaciones, se rifan el alma del infausto Tannhäuser. Muchos colores, muchos strippers, y al final, una inevitable redención.


'Tannhäuser', de Richard Wagner. Libreto: Richard Wagner. Director musical: Jesús López Cobos. Director de escena: Ian Judge. Producción: Los Angeles Opera. Reparto: Robert Gambill, Edith Haller, Anna-Katharina Behnke, Roman Trekel. Escenario: Teatro Real. Fechas: 13, 15, 17, 19, 21, 23, 25, 27, 29 de marzo y 2 de abril.

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