La ex guerrilla izquierdista tiene por primera vez opciones para ganar la presidencia en un país que acude hoy a las urnas tras una campaña feroz
PABLO ORDAZ - San Salvador - 15/03/2009
En este país hubo una guerra. Duró una década y acabó hace dos. Los herederos de los dos bandos -la derecha que representa el partido Arena y los ex guerrilleros del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional)- se vuelven a enfrentar hoy en las urnas, como lo vienen haciendo, pacíficamente, desde que acabó la contienda civil. Sólo hay una diferencia. La de hoy es la primera ocasión en que el candidato de la izquierda tiene opciones de convertirse en presidente. Y ese miedo ha llevado a la derecha a desatar una campaña feroz en la que no ha dudado en utilizar su poderosa plataforma mediática, toda la maquinaria del Estado y el lenguaje de la guerra fría para hacer llegar hasta el último rincón de El Salvador un mensaje único, apocalíptico: "Si los comunistas ganan, venderán el país a Hugo Chávez".
La derecha asusta con Hugo Chávez, y la izquierda, con un fraude electoral
Hato Hasbún coloca en el centro de la mesa un cuenco con pipas de calabaza. Acerca su silla a la de su interlocutor. Sonríe. Desde esta villa sin carteles en la puerta, disfrazada en medio de una colonia de clase alta de San Salvador, Hasbún viene intentando desde hace meses la cuadratura del círculo. Que el FMLN consiga la victoria en las urnas mediante la mezcla explosiva de un candidato a presidente de aspecto moderado -el ex periodista de la CNN Mauricio Funes- y un candidato a vicepresidente -el ex comandante de la guerrilla Salvador Sánchez Cerén- que representa a la facción más dura y más comunista de los guerrilleros salvadoreños. Según dicen las encuestas, las suyas y las del prójimo, está a punto de conseguirlo.
Hasbún -de origen palestino y miembro de la comisión política del FMLN- llama a un joven colaborador formado en la Universidad Autónoma de Madrid y le pide: "Oye, papá, dame la previsión más pesimista en el más pesimista de los escenarios posibles". El experto bucea en su ordenador portátil y resume la respuesta: "Ganamos con una ventaja que puede oscilar entre 9,8 y 11,1 puntos de ventaja".
La diferencia -de 17 puntos hace unos meses- se ha venido recortando semana a semana. Los analistas lo atribuyen a la influencia combinada de una campaña muy dura de la derecha, en la que el presidente venezolano, Hugo Chávez, se presenta ante la población como el futuro dueño del país, y dos errores clamorosos del candidato Funes. Los dos, para desesperación de los viejos comunistas, relacionados con el bolsillo. Valiéndose de la complicidad del fiscal general del Estado, el partido en el poder y sus numerosos medios satélites divulgaron hace unos días que Mauricio Funes había aceptado dos regalos de un conocido empresario salvadoreño: una mansión y una transferencia de dos millones de dólares a su cuenta personal en el banco HSBC. El ex periodista, cada vez más nervioso, jura y perjura que se trata sólo de préstamos, pero la facción dura de su partido, que siempre lo miró con desconfianza, no se esconde mucho a la hora de manifestar su desprecio al "típico vicio de burgués".
Y, de paso, los dirigentes del FMLN advierten que si la ventaja llegara a reducirse hasta un porcentaje menor de ocho puntos, la poderosa maquinaria del Estado no tendría mucha dificultad en fabricar un pucherazo. Aunque sin pruebas, los ex guerrilleros están haciendo circular panfletos en los que acusan a Arena de introducir extranjeros en el país para que, provistos de documentación falsa y convenientemente sobornados, engorden las urnas a favor del partido en el poder.
-¿Usted ha matado a alguien?
-Bueno, le tengo que decir...
El candidato a la presidencia por parte de Arena, el ingeniero Rodrigo Ávila, balbucea durante varios minutos. En un país donde hasta el campesino menos preparado habla un español dulce y rico, Ávila no ha sido llamado por el camino de la oratoria. El periodista insiste.
-Pero usted admitió en una entrevista de hace unos años que sí mató...
-Bueno, yo todo lo que hice fue en defensa de mi país...
La campaña ha llegado al domingo a sangre y fuego, saltándose incluso -ante la complacencia del Tribunal Superior Electoral, en manos del partido en el poder- las jornadas de reflexión. Los candidatos -uno y otro- han aprovechado hasta el último minuto para pedir el voto y para meter el miedo ante la opción del contrario. La derecha insiste en el peligro de Chávez, cuyo rostro ha visitado más carteles y más anuncios de televisión que los de los verdaderos candidatos. Y la izquierda insiste en que, si la derecha gana por un escaso margen de votos, sólo será producto del fraude, de un fraude sostenido en el que han participado los empresarios amedrentando a sus trabajadores con huir del país y dejarlos sin trabajo en el caso de que llegue el comunismo.
Esa amenaza, que casi todo el mundo aquí da por cierto, viene a desplomarse sobre una clase trabajadora azotada por el desempleo, la carestía de la vida, las tremendas desigualdades y una violencia en ascenso (12 homicidios al día) protagonizada por las maras o grupos de pandilleros que dominan a sus anchas los barrios ante la ineficacia de la policía. El Salvador sólo dispone de 17.000 policías mal pagados, la mitad que los vigilantes de seguridad privada, uno de los pocos negocios emergentes. Una tercera parte de la población -más de dos millones y medio de personas- vive fuera del país, fundamentalmente en EE UU, trabajando y mandando remesas de dinero que ahora empiezan a flaquear por la crisis. Todo esto hace que la campaña electoral, presentada a vida o muerte por las dos opciones, esté llevando al país a un punto de crispación muy peligroso en el caso de que se produzca un resultado ajustado.
El mejor ejemplo del tono de trinchera en el que se ha desarrollado la campaña lo representa el editorial publicado ayer (jornada de reflexión) por el periódico El Día de Hoy. Se titula "Adiós a la mayoría de empleos" y dice: "Bajo el comunismo la mayoría de profesionales de las sociedades liberales desaparecen o inclusive es perseguida (...) ¿Es esto lo que quieres, estimado lector?".
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