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sexta-feira, 20 de maio de 2011

#RIO La cara más sombría de Brasil


Río de Janeiro obliga al desalojo forzoso de los habitantes de una favela próxima al estadio de Maracaná por las obras del Mundial de Fútbol 2014

FRANCHO BARÓN | Río de Janeiro 19/05/2011


Río de Janeiro ha entrado de lleno en la contrarreloj para acoger la Copa del Mundo 2014 y los Juegos Olímpicos 2016. Más seguridad en las calles, ampliación y modernización de su red de transportes, trazado de nuevas vías que descongestionen y redistribuyan el denso tráfico, construcción y renovación de instalaciones deportivas, más y mejores hoteles... todo ello es rigurosamente necesario en una ciudad cuyas infraestructuras y servicios han brillado en las últimas décadas por su deficiencia. Pero las mejoras están llegando a la capital más turística de Brasil acompañadas de polémicas que incluyen presuntas violaciones de derechos humanos, según la ONU y Amnistía Internacional. El caso más emblemático es el de la favela de Metrô, en las inmediaciones del legendario estadio de Maracaná, que albergará las ceremonias estelares de los eventos deportivos.


Durante estos días, palas mecánicas y obreros enviados por la alcaldía de Río se afanan en la demolición de este asentamiento irregular con más de 30 años de historia. La intención de las autoridades es echar abajo la favela, urbanizar sus terrenos y reinstalar a sus 700 familias en complejos de viviendas sociales, en algunos casos recién construidos a tan solo algunos cientos de metros de la antigua ubicación. A priori no debería existir espacio para la crítica puesto que las personas desalojadas obtienen en compensación una vivienda nueva en un complejo correctamente urbanizado. El problema es que hasta ahora solo la mitad de las familias afectadas han sido realojadas, mientras el resto vive un compás de espera angustiante.

Metrô es hoy una suerte de barrio fantasma, una escenografía más propia de un terremoto o bombardeo. Hay callejuelas por las que solo se puede transitar sorteando montañas de escombros. Muchas casas han sido demolidas o se mantienen milagrosamente en pie a la espera de la ofensiva final de los tractores. Por momentos, el olor a excrementos y basura acumulada se hace insoportable. Las lluvias y el agua estancada han traído plagas de insectos que amenazan con convertir el lugar en un foco de dengue, y los nidos de ratas se multiplican con el paso de los días. Los vecinos cuentan que al caer la noche los adictos al crack se amparan en la oscuridad (también han cortado la luz en buena parte del barrio) para drogarse en las ruinas abandonadas o directamente roban todo lo que pueden en las viviendas que aún se mantienen erguidas en medio de un mar de escombros y cascotes. La anarquía se ha instalado en un barrio ya de por sí muy deprimido.

Tanto Naciones Unidas como la ONG Amnistía Internacional dieron la voz de alarma en las últimas semanas. Según la relatora especial de la ONU sobre el derecho a la vivienda, Raquel Rotnik, es preocupante "la falta de transparencia, de consulta, de diálogo, de negociación justa, de participación de las comunidades afectadas en los desalojos realizados o previstos en el marco de la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos".

A esta denuncia se sumó poco después la de Amnistía Internacional, que en su informe de 2011 sobre el estado de los derechos humanos en el mundo le dedica un durísimo párrafo al desalojo de Metrô: "Los residentes (...) fueron amenazados reiteradamente de desalojo. Sin que mediara ninguna información, consulta o negociación, los trabajadores municipales señalaron con pintura de aerosol las casas que se iban a derribar. Dijeron a los residentes que serían trasladados a unos complejos de viviendas en Cosmos, a unos 60 kilómetros, en las afueras de Río de Janeiro, o a alojamientos temporales, y que no se les iba a dar ninguna compensación", asegura la ONG.

Efectivamente, las pintadas existen en muchas de las puertas de las viviendas que aún siguen en pie. "Están actuando sin ningún respeto. Llegaron aquí como si la casa fuese suya, sin pedir permiso ni explicar nada. Con un aerosol pintaron en mi puerta las iniciales SMH [en portugués, siglas de Secretaría Municipal de Habitaçao] y el número 95", lamenta Eomar Freitas, propietario de un inmueble de tres plantas que sobrevive estoicamente rodeado de montañas de cascotes. "Ya no vivimos como personas, sino como ratas", repite como un mantra este desempleado que habita desde hace 18 años en la comunidad de Metrô.

"Nuestra lucha consiste en conseguir que la alcaldía urbanice la comunidad para que nadie tenga que marcharse, pero nos han dicho que esto es imposible. Nunca nadie nos ha mostrado el proyecto de lo que se pretende hacer en estos terrenos, pero sabemos que la FIFA (Federación Internacional de Fútbol) y el COI (Comité Olímpico Internacional) han exigido que esta comunidad desaparezca de las inmediaciones del Maracaná. Se trata de una limpieza", relata amargamente Francicleide da Costa Souza, presidenta de la Asociación de Vecinos de Metrô. "El proceso de desalojo que se está siguiendo es claramente ilegal y atenta contra las normas internacionales", opina Patrik Wilcken, de Amnistía Internacional.

En la alcaldía de Río, sin embargo, rechazan este extremo. "Todas las acciones de reasentamiento de familias se están desarrollando con profundo respeto, diálogo y con bastante información", explica a EL PAÍS el secretario de Vivienda, Jorge Bittar. "Esta comunidad se encuentra en medio de la calle, en un lugar totalmente impropio. Ya hemos trasladado a la mitad de las familias y esperamos reubicar al resto en menos de un mes, aunque está claro que es difícil hacer una tortilla sin romper huevos", concede el responsable de una de las carteras más espinosas del Ayuntamiento carioca.

Más de 340 familias ya han sido reubicadas en viviendas de protección oficial, la mayoría a poca distancia de Metrô. Otras 340 se niegan a abandonar sus viviendas sin antes recibir las llaves de otro piso donde instalarse. "A algunos vecinos, en lugar de otra vivienda, les ofrecieron compensaciones económicas que oscilan entre los 8.000 y los 12.000 reales (entre 3.500 y 5.200 euros) para que abandonaran sus casas", denuncia Wilcken.

Aunque los vecinos de Metrô afirman desconocerlos, los planes de la alcaldía para esta zona incluyen un paseo ajardinado, dos conjuntos de talleres mecánicos y restaurantes, y un gran centro cultural y de formación en las proximidades. Todo ello contribuirá a revalorizar y dar lustre a un barrio que hoy vive en evidente decadencia, pero que dentro de tres años se convertirá en el epicentro informativo del planeta. El objetivo parece legítimo. No tanto los medios para alcanzarlo.







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