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domingo, 30 de maio de 2010

Hugo Chávez y la justicia del horror



Mayo 30, 2010

No hay alternativa: o nos liberamos cuanto antes o veremos a nuestros hijos y nietos sometidos a la justicia del horror.

A la jueza María Lourdes Afiuni

Bien haría Luisa Estela Morales, bien harían los jueces de esta etapa sórdida y tenebrosa de la (in)justicia en Venezuela – una década de postración y sometimiento de nuestra más sagrada institución a los designios de un teniente coronel hasta convertirse en su brutal instrumento de persecución y castigo – en reflexionar sobre el futuro que les espera en una Venezuela liberada. Un futuro inexorable, cada día más cercano. Y cuya primera tarea será volver a poner la justicia sobre sus pies. Y vendarle los ojos.

Es en la perversión de la justicia en donde más ha avanzado la imposición de un régimen castro comunista en Venezuela, (in)justicia sólo comparable con la imperante bajo el régimen cubano. Cuenta Armando Valladares, que pasara 22 años encarcelado en Cuba por el “delito” de no aceptar declararse comunista, que de nada valían pruebas, testigos, testimonios, proceso y recusaciones: “Ningún tribunal en un régimen de derecho me hubiese podido condenar. No hubo un solo testigo que me acusara, no hubo quien me señalara. Sin una sola prueba fui condenado por la equivocada convicción de la Policía Política. No fue mi caso una excepción. Otro de los más conocidos fue el del doctor Rivera Caro, abogado. No ha olvidado nunca las palabras del interrogador de la Policía Política, Ildefonso Canales, que visiblemente enojado por no lograr arrancar ni con torturas una confesión al detenido, le dijo claramente:
-¿Sabe usted qué es lo que lo pierde? Su mentalidad de abogado. Usted está contemplando su situación con mentalidad de abogado, y se equivoca. Mire, lo que usted declare en el juicio no importa; las pruebas que usted pueda aportar tampoco importan; lo que diga su abogado, lo que alegue o proponga, no importa; lo que diga el fiscal y las pruebas que presente, no importa; lo que piense el presidente del tribunal tampoco importa. Aquí lo único que importa es lo que diga el G-2.”.

Pudo haber sido más explícito y decir sin ambages: “aquí, en Cuba, lo único que importa es lo que diga Fidel”. Y punto. Perfecta ecuación de poder supremo = juez supremo, impuesta por Adolf Hitler, su arquetipo, cuando declarase, bajo el aplauso universal de la justicia del horror y un sesudo ensayo de Carl Schmitt, su jurisprudente, que el juez supremo de Alemania era él, y más nadie. Lo demostró ordenando asesinar a todo el alto mando de las SA, las tropas de asalto que le sirvieran para sembrar el terror y alfombrarle de cadáveres su ascenso al poder. No tuvo otra explicación para aclarar su decisión de sentenciarlos a muerte y cumplir la condena en aquella terrorífica noche de los cuchillos largos. Lo demostró en el caso más espantoso de genocidio debido a su infinita maldad, el asesinato de más de seis millones de judíos.

El caso de los comisarios, el caso de los policías sentenciados a 30 años de cárcel a pesar de las pruebas, los alegatos, los testimonios que demostraron fehacientemente su inocencia se corresponde exactamente a la afirmación de Ildefonso Canales. En ese “juicio” no importó nada, salvo la decisión de Hugo Chávez de condenarlos para torcer la verdad de la historia, sentar un precedente e imponer, mediante el terror de estado, el amedrentamiento. A ese caso, tan emblemático como el de mantener encarcelado durante cinco años a Francisco Usón, uno de los más excelsos oficiales de nuestras fuerzas armadas que se atreviera a opinar como experto en un asunto que acarreó el asesinato de dos soldados y la eterna incógnita acerca de los culpables; el caso Richard Blanco y el de la jueza Afiuni; de Eligio Cedeño, de Raúl Isaías Baduel, de Leocenis García, el reciente de Oswaldo Álvarez Paz y de cientos de otros, torturados psicológicamente y corporalmente mediante medidas de horror judicial, demuestran que el comunismo ha puesto pie en Venezuela de la mano de un oficial de las fuerzas armadas. No hay alternativa: o nos liberamos cuanto antes o veremos a nuestros hijos y nietos sometidos a la justicia del horror.



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