Las familias piden explicaciones al presidente de Spanair en un hotel de Madrid
ÁLVARO CORCUERA - Madrid - 22/08/2008
Fue un trago horrible, imposible de digerir. Los familiares de las víctimas del accidente aéreo en Barajas se reunieron ayer por dos veces con el presidente ejecutivo de Spanair, Lars Lindgren. En la sala Oxford del hotel Auditorium de Madrid, muy cercano al aeropuerto donde se dejaron la vida 153 personas, el ejecutivo sueco tuvo que escuchar preguntas duras pero muy necesarias de aclarar para los familiares: "¿Cómo es posible que un avión aborte un despegue, lo revisen, y cuarenta minutos después se estrelle?". Lindgren no pudo responder con la exactitud que hubiera deseado la mujer que había formulado la pregunta. "Estamos colaborando con las autoridades españolas para esclarecer qué ocurrió", señaló escueto.
"Es el peor día de mi vida", dijo el presidente de la aerolínea
Otra señora quiso conocer la cantidad de metros a los que ascendió el aparato antes de precipitarse al suelo y convertirse en una bola de fuego. Pero obtuvo idéntica respuesta. La investigación será la que determine todos esos detalles.
La primera reunión, prevista para las 12.30, había empezado con un retraso de más de una hora, para poder así congregar a más familiares, desperdigados entre el hotel e Ifema. Cuando ésta se produjo, alrededor de 80 personas escuchaban al presidente de Spanair. Lindgren se comprometió a colaborar con ellas y a ayudarles. Además, aseguró que les proporcionarían cualquier nueva información al tiempo que ésta se diera a las autoridades, que ya trabajan con las cajas negras del avión.
Tras el encuentro, a Lindgren le temblaba el pulso. Solo en una sala llena de dolor, el ejecutivo pidió a un camarero una taza de café. Mientras se la servía, susurró a este periódico que era "el peor día de su vida". A punto del llanto, Lindgren sólo añadió: "Esto es muy duro". Pero no sabía lo que estaba por venir. La segunda reunión empezó a las 16.30. Y ésta fue mucho más caldeada. Había más de un centenar de personas en la sala. "No somos dinero, somos personas", dijo uno. Otros hablaron de "indignación". Y alguno, muy cabreado, roto por el dolor, fue mucho más allá: "Es muy sospechoso que el accidente llegue cuando Spanair está en crisis. Me apuesto a que la compañía presenta la suspensión de pagos antes de afrontar las indemnizaciones". Tras esa afirmación, se formó bastante revuelo y ya no hubo silencio para más.
Pero Lindgrem había desmentido esa tesis por la mañana en los pasillos del hotel. "La culpable del accidente no es la crisis que atravesamos". En ese momento, el máximo responsable de la compañía tomaba una pausa para respirar. Muy agobiado, casi superado por la situación, decía: "Es una tragedia... un punto muy negro en nuestra historia". Lindgren, que se incorporó a su cargo a finales de noviembre del año pasado, aseguró que Spanair trabaja en ofrecer su asistencia a los afectados en el accidente: "Ahora sólo nos importa dar todo el apoyo a las víctimas". Pero éstas iban y venían por el Auditorium, envueltas de un silencio plomizo roto por el llanto repentino de quien ya no soporta esperar más.
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