Vídeo: F.C.
- Lo que era una plaza llena de atascos es el centro de la revolución
Además
"Democracia. Ése es el grito de la plaza, del pueblo", dice Mohamed Abdelhamid mientras se interna con ELMUNDO.es en Tahrir, el corazón de una revolución que lleva una semana latiendo en contra del régimen militar
que sucedió al dictador. Con el sueño de ser tan dueño de su futuro
como en Occidente, Mohamed regresa cada día al perímetro. Hasta que los
turistas españoles huyeron en enero, era guía turístico. Ahora solo
espera a que el temporal amaine.
Para Mohamed y muchos compatriotas, Tahrir es ya un domicilio. El de la primavera egipcia que irrumpió en invierno y se perdió por su laberinto de cobertizos de plástico, alfombras y metal. La misma que sintió el ruido y la furia parapetada en barricadas, confundió su grito con el de millones de almas o se le quebró la voz con la triste procesión de caídos.
Un radio de siete kilómetros de cemento y asfalto. Con su apariencia desangelada, la venerada Midan Tahrir (La plaza de la Liberación, en árabe) solía ser una intersección ahogada por el tráfico caótico y ruidoso de El Cairo, un gigante de 20 millones de habitantes con tendencia al insomnio.
Hasta hace tres meses, su mayor virtud era unir siete arterias a las puertas de 'Downtown' ('Wust el Balad', para los oriundos), el decimonónico barrio que con el aire decadente de sus edificios coloniales reúne una vibrante vida a cualquier hora del día.
Durante la revolución, Tahrir mudó su piel para ser la bastilla egipcia al grito de "¡Abajo Mubarak!". Y el mundo, como ahora, volvió su mirada hacia un plaza convertida en una república disidente. Ya es mucho más: Tal vez una suerte de talismán al que los egipcios acuden masivamente cuando el 'tic tac' de la transición amenaza con ser secuestrado.
Para Mohamed y muchos compatriotas, Tahrir es ya un domicilio. El de la primavera egipcia que irrumpió en invierno y se perdió por su laberinto de cobertizos de plástico, alfombras y metal. La misma que sintió el ruido y la furia parapetada en barricadas, confundió su grito con el de millones de almas o se le quebró la voz con la triste procesión de caídos.
Un radio de siete kilómetros de cemento y asfalto. Con su apariencia desangelada, la venerada Midan Tahrir (La plaza de la Liberación, en árabe) solía ser una intersección ahogada por el tráfico caótico y ruidoso de El Cairo, un gigante de 20 millones de habitantes con tendencia al insomnio.
Hasta hace tres meses, su mayor virtud era unir siete arterias a las puertas de 'Downtown' ('Wust el Balad', para los oriundos), el decimonónico barrio que con el aire decadente de sus edificios coloniales reúne una vibrante vida a cualquier hora del día.
Durante la revolución, Tahrir mudó su piel para ser la bastilla egipcia al grito de "¡Abajo Mubarak!". Y el mundo, como ahora, volvió su mirada hacia un plaza convertida en una república disidente. Ya es mucho más: Tal vez una suerte de talismán al que los egipcios acuden masivamente cuando el 'tic tac' de la transición amenaza con ser secuestrado.
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