La música brasileña huye de lo festivo y capta el clima que atenaza al país
JUAN ARIAS - Río de Janeiro - 19/08/2008
Los sambistas han sido siempre los que mejor han captado en las letras de sus músicas la idiosincrasia y los humores de Río de Janeiro, la más divertida e irreverente ciudad de Brasil. Sin embargo, en este momento, el mundo de la samba, que tiene su mayor eco y sus mejores intérpretes en las favelas, no hace otra cosa que captar el clima de violencia que atenaza a los ciudadanos y que les impide vivir la cara nocturna y festiva de una ciudad que no dormía.
La samba siempre ha sido una expresión fiel de las distintas fases por las que ha transcurrido Brasil. La muerte, el sábado pasado, del precursor de la Bossa Nova, Dorival Caymmi, ha hecho recordar cómo hasta la llegada de este estilo musical las letras de la samba habían estado impregnadas de pesimismo. Basta recordar los títulos de algunas de aquellas canciones de los años 50 ó 60, como Não tem solucão, Você nao sabe amar o Tão só. La tristeza y el desencanto llevaban la batuta. Con la Bossa Nova volvió la alegría. Canciones como Samba da minha Terra o Lá vem a baina lo atestiguan.
Las canciones de la samba han sido siempre las crónicas sociales, la indignación ciudadana, lo que hace que Río sea una de las ciudades más cantadas del mundo. En este momento, la samba se está tiñendo del miedo de los cariocas frente a la violencia. Martinho da Vila, sambista de 70 años, lamenta cómo, de una descripción romántica de la ciudad, se está pasando al "realismo de la violencia urbana, de la que uno se hace rehén". Da Vila advierte que, a pesar de todo, Río de Janeiro sigue siendo amada por los cariocas, como lo fue siempre. "Es una ciudad admirada y lamentada al mismo tiempo".
Jorge Aragón, cuyos ritmos de samba fueron tocadas hasta en Marte, en una misión de la Nasa en 1997, dice que está avergonzado de Río. Y se duele en una de sus letras: "Irak está aquí / Está aquí dentro / Irak está aquí, el pueblo está con miedo / Irak está aquí y la ciudad está ardiendo".
Paulo César Pinheiro, autor de más de 700 letras de samba, advierte a José Casado, periodista del diario O Globo, que si alguien hubiera leído con atención sus letras ya habría entendido hace tiempo lo que estaba sucediendo. Una de sus canciones sirve de profecía: "El día en que la favela baje sin ser carnaval, nadie va a quedar para asistir al desfile final".
A pesar de todo, al final de su largo poema dolorido, Pinheiro escribe, en una tentativa dulce y amarga: "El pueblo está con miedo de salir de casa. La bala perdida sólo alcanza al inocente. Pero vamos a tener fe. Las cosas van a mejorar. Dios es brasileño". En los cariocas y en los sambistas, la esperanza es lo último que muere.
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