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quarta-feira, 24 de março de 2010

Las Damas de Blanco: visibles e invisibles

Héctor Aguilar Camín


Me inquieta pensar que lo que ve el mundo en estos días sobre Cuba, no se ve dentro de Cuba. La isla desconoce el repudio que los últimos acontecimientos han echado sobre su gobierno.

Pienso que sus extraordinarios blogueros, empezando por Yoani Sánchez, sus solitarios disidentes, la admirable tenacidad de las madres de presos políticos que caminan día con día, vestidas de blanco, por las calles de La Habana, y ocupan con sus conmovedoras y potentes imágenes las primeras páginas de la prensa mundial, no son visibles para la gente de Cuba, salvo bajo la forma de los improperios que repiten los medios oficiales, y las vallas sañudas que les gritan a las Damas de Blanco.

Las tres o cuatro veces que he estado en Cuba he vuelto con la certidumbre de que el mayor recurso político de la dictadura castrista es la fragmentación del conocimiento, es decir, el minucioso control del conocimiento que pueden tener los cubanos sobre su propio país y sobre el mundo.

Luego de medio siglo de esta administración de la ignorancia, la mayoría del pueblo cubano, toda la que no puede viajar ni comparar su país con otros, termina por no saber que las cosas pueden ser diferentes a lo que ven todos los días, que todo eso a lo que se han acostumbrado y les parece normal, es la anormalidad misma.

No es difícil acostumbrarse a la anormalidad de Cuba. Los diplomáticos que llevan un tiempo ahí dejan de ver pronto con alarma lo que les alarmó el primer día. Por ejemplo: no poder comprar periódicos.

Tengo un ejemplo al revés. Luego de varios años de no salir de La Habana, un viejo diplomático cubano, que había servido a su país en Europa Occidental, vino a México. El primer día de su viaje fue al pequeño supermercado que hay en la esquina de Michoacán y Amsterdam, en la colonia Condesa de la Ciudad de México.

Lo deslumbraron los anaqueles llenos de mercancías. Reflexionó después, con pesadumbre: “¡Qué jodidos estamos!”. Había visto supermercados mejores en países más prósperos que México, pero lo había olvidado en sólo unos años de inmersión en la escasez crónica, la ausencia de información, la ignorancia universal de la vida cubana.

Quisiera pensar que el repudio externo hará tambalearse al régimen cubano. Ojalá. Tiendo a creer que el régimen sólo se romperá por dentro, al calor de una crisis que provoque una ruptura en la cúpula: una conspiración de los próximos —inconformes, hartos o ambiciosos—, de cuya incubación y desenlace el pueblo cubano será el último en enterarse.






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