¿Qué es un Parque Nacional? ¿Una reserva en la que no debe entrar el hombre? ¿Una atracción turística? ¿Un centro de investigación? ¿O un trozo de campo que mantiene los usos tradicionales y conserva vivos el paisaje y sus habitantes? Si la respuesta fuera clara no estarían las aguas tan revueltas últimamente en Monfragüe, el más famoso de los espacios naturales extremeños.
Ecologistas y vecinos denuncian la gestión del Parque Nacional. Las críticas se han avivado desde 2007, cuando el Consejo de Ministros elevó Monfragüe a la máxima categoría de protección, a la que pertenecen sólo 13 espacios más en España. Desde entonces, la Junta de Extremadura lleva su gestión y tiene el apoyo de la Administración del Estado a través del Organismo Autónomo Parques Nacionales.
La declaración como Parque Nacional supuso un respaldo publicitario para Monfragüe e inversiones millonarias. Según el consejero extremeño de Industria, Energía y Medio Ambiente, José Luis Navarro, hay 50 millones de euros de diversas administraciones gastados o presupuestados. Pero esas vacas gordas han traído también la confrontación.
La última de ellas la ha iniciado la Plataforma por una Gestión Digna de Monfragüe, una asociación de vecinos del entorno que acusa a los gestores del parque de gastar el dinero en obras que afectan a su conservación, al abrir nueve kilómetros de pistas y realizar tres charcas artificiales.
Obras sin licencia
«Tienen 30 metros de diámetro y siete de hondura y son un cráter en las Corchuelas, una de las áreas más ricas», dice José Luis García, portavoz de la Plataforma. La asociación afirma que las obras han supuesto arrancar árboles y arbustos y el uso de maquinaria pesada. Además se realizaron sin pedir licencia al municipio de Torrejón el Rubio en cuyo término están las pistas.
Según el director de Monfragüe, Ángel Rodríguez, no se han hecho obras nuevas, sino que se han arreglado caminos existentes, para los que no hacía falta licencia. Asegura que el proyecto tuvo los estudios necesarios y que las obras servirán para luchar contra el fuego y, además, las charcas darán agua a la fauna. La Plataforma denuncia que las charcas están junto al pantano, por lo que son «totalmente innecesarias».
Las obras las realizó a finales de 2009 la empresa pública Tragsa, contratada por el Organismo Autónomo Parques Nacionales, que financió los trabajos. Las fincas son propiedad del Estado y el Ministerio aclara que las obras se hicieron a petición de la Junta de Extremadura.
El Ministerio defiende que no ha habido impacto ecológico grave. Hasta Adenex, la ONG extremeña representada en el patronato del parque, ha defendido a la dirección en este caso. Jesús Gentil, su portavoz, afirma: «La polémica por las últimas obras es exagerada. Son asuntos como la mala calidad de las aguas del Tajo o el exceso de ciervos los verdaderos problemas del parque».
La 'política del hormigón'
Sea como fuere, las polémicas obras han sacado a la luz el mar de fondo que existe en Monfragüe y que nace de las diversas visiones sobre su función. La plataforma de habitantes del parque cree que los vecinos tienen «mil trabas para hacer algo que afecte a la naturaleza mientras que la administración sólo piensa en el cemento y el turismo».
Pablo Ramos, portavoz de Ecologistas Extremadura, una asociación de conservación, afirma: «Es una política del hormigón. Un suma y sigue de pequeñas obras que desnaturalizan el parque y que, con la idea de promover el negocio y el turismo masivo, matarán la esencia salvaje que atrae al turismo de calidad».
Es lo mismo que afirma la Plataforma por Monfragüe: «Las inversiones no han aportado nada a la conservación y se usan para domesticar Monfragüe, convirtiendo un entorno salvaje en la madrileña Casa de Campo, pavimentando caminos, levantando merenderos, poniendo aceras y barandillas al Salto del Gitano o construyendo aparcamientos gigantes».
Por su parte, Santiago Hernández, presidente del Patronato de Monfragüe, dice que las decisiones de gestión se toman por unanimidad del patronato, en el que están todos los agentes sociales, y que los censos anuales de fauna señalan una constante mejoría.
Pero las fuentes críticas ven aspectos negativos. Fuentes técnicas conocedoras del parque señalan que el gobierno regional lo concibe como un «escaparate turístico y político, olvidando los aspectos de investigación y conservación».
La ausencia de investigación
«La ciencia se echa mucho en falta. Para proteger hay que conocer y Monfragüe debería tener una Estación Biológica, como la de Doñana, que fuera un centro de referencia y que diera un respaldo técnico a las decisiones de gestión», añade Pablo Ramos, que echa en falta una apuesta por convertir Monfragüe en un centro de excelencia investigadora.
«El parque tiene fama mundial, pero si llegan científicos van por su cuenta, no porque los llamen», añaden otras fuentes. En Monfragüe, por ejemplo, se están retirando los eucaliptos que hace 40 años sembró el ICONA, un caso único de restauración en marcha de monte mediterráneo, pero no se está investigando el proceso ni apostando por explicar a los visitantes el porqué del desolado aspecto que ofrece temporalmente el parque, explica otra fuente.
Hay que tener en cuenta que el Parque Nacional carece todavía del plan de uso y gestión que debía haberse aprobado a los dos años de su designación. Desde el Ministerio de Medio Ambiente, José Jiménez, director general de Medio Natural, cree que ese documento tendrá que aprobarse en breve plazo y servirá para que haya un proceso de consultas y participación ciudadana que englobe las diversas «visiones y sensibilidades» que existen sobre el parque. Quizá ese documento sirva para que, al final, se sepa para qué sirve un parque nacional.