Hoy Joseph Blatter, en 2015 Ricardo Teixeira, el ex yerno de Joao Havelange: Todo está previsto, el fútbol es un negocio planificado. Imperdible reportaje de la revista Piaui, de S. Paulo, Brasil.
por DANIELA PINHEIRO
S. PAULO (
Piaui). El balcón del
Hotel Baur au Lac fue construido, en 1984, para ofrecer a los huéspedes un paisaje inspirador: el jardín recortado con esmero en primer plano, después el lago sereno y, al fondo, los Alpes magníficos. Millonarios bronceados que conducen Jaguar son habitúes del hotel, en el centro de
Zurich.
Es costumbre estar acompañados por señoras que usan dos relojes de brillantes en el mismo brazo (uno que marca la hora local y el otro con la hora del país de donde vienen). O por rubias flacas que beben Campari, con gestos lentos. En mayo, el hotel estaba lleno de dirigentes de la Fédération Internationale de Football Association, la Fifa, que realizaba su 61º congreso en la ciudad de Suiza.
A la tarde, Ricardo Teixeira, el presidente de la Confederación Brasileña de Futbol, (CBF), tomaba champagne sentado de espaldas al jardín. A seis días de la elección del nuevo presidente de la Federación, él hablaba de todo un poco, animadamente: de las dificultades del (N. de la R.: por entonces) ministro Antonio Palocci para explicar su patrimonio (N. de la R.: le terminó costando su jefatura de la Casa Civil), de la 'blitz' de la Ley Seca que encontró al senador Aécio Neves al final de una larga noche (N. de la R.: el senador y caudillo de Minas Gerais, Aecio Neves, principal líder opositor para las presidenciales de 2014 por el Partido de la Social Democracia Brasileña, se negó a un test de alcoholemia y por eso le quitaron su licencia de conducir), de la despedida de Ronaldo 'Fenómeno' Luís Nazário de Lima de la Selección, de ahí a unos días (N. de la R.: sucedió el 09/06/2011, ante Rumania).
Parecía inmune a la catarata de incriminaciones de corrupción contra los dirigentes de la Fifa –inclusive contra él mismo, y con destaque-. David Treisman, ex presidente de la Federación Inglesa de Futbol, había dicho que Ricardo Teixeira le pidió dinero para votar a Gran Bretaña para sede de la Copa Fifa 2018. El dirigente británico explicó que Teixeira lo abordó durante el partido de Brasil con Inglaterra, en 2010, y le dijo: “Lula no es nada, vení aquí y decime que tenés para mi”.
Cuando el tema apareció en la terraza del Baur au Lac, él apretó los ojos, frunció la nariz como si hubiese sentido un olor pestilente y emitió un “pfffffffffff”, mientras giraba la cabeza de un lado para el otro.
El gesto se repite todas las veces que se habla de una acusación que le hicieron a él, o de la hipótesis de que un estadio (brasileño) no quede listo a tiempo para la Copa 2014 en Brasil.
“Mi hija, ¿vos creés en todo lo que dice la prensa?”, preguntó, sarcástico. “Olvidate, eso está todo armado. Esos ingleses están irritadísimos porque perdieron, ellos no quedaron conformes. Mirame a mi y decime si yo diría una pavada de esas. Mirá que yo iba a decir que Lula era nada. Y pedir soborno en la tribuna, enfrente de todos... ¡Por favor!”
Luego él habló sobre el dominio colonial y el imperialismo británico. Teixeira clasificó a los isleños de “piratas del mundo”, relató casos de arrogancia de la rubia Albion y se acordó hasta de hablar mal de la gastronomía inglesa. “Ese Triesman está teniendo que explicarle a la Justicia cómo gastó US$ 50 millones en la candidatura de Inglaterra, siendo US$ 15 millones del gobierno”, prosiguió. “Es una cantidad absurda, imposible de explicar. Nosotros gastamos R$ 3 millones (US$ 1,93 millón) para el 2014, ellos no soportan eso, ¿entendés?”
Otra acusación contra Teixeira fue hecha por el periodista Andrew Jennings, en el programa Panorama, de la BBC.
Jennings presentó una lista de dirigentes de la Fifa, entre ellos Teixeira y João Havelange, quienes habrían recibido US$ 100 millones, a lo largo de los años '90, de una empresa de Marketing Deportivo. A cambio, los dirigentes habrían concedido privilegios a esa compañía en la comercialización de derechos de televisación de campeonatos.
Teixeira, afirmó el reportero inglés, recibió US$ 9,5 millones a través de una empresa 'fantasma'. Jennings dijo que un tribunal suizo obligó al brasileño a devolver el monto del soborno, lo que significó admitir el delito.
“Ah, ¿en serio? ¿Devolví el dinero? Entonces, ¿dónde está? ¿Por qué nadie lo muestra?”, preguntó Teixeira.
Según la BBC, porque el proceso fue cerrado con un acuerdo extrajudicial que garantizó el anonimato de los acusados.
“Yo no era integrante del comité ejecutivo de Fifa en esa época, ¿para qué me iban a sobornar?”, otra vez Teixeira.
De 5ta. categoría
Entonces, se sumaron a la mesa de Ricardo, Ana Carolina Wigand, una morena de 34 años, 30 años menor que él, y la hija de la pareja, Antónia, de 11. Se habló de la ciudad, del clima, del hotel. El presidente abrazó a la hija, una niña desinhibida que lo besaba mientras acariciaba su cabello.
Bromeando, él dijo que le prohibiría a la niña salir con falda corta.
Cuando las dos se fueron, él retomó el asunto. Dijo que Jennings, autor de un libro sobre corrupción en la Fifa, era un “fanfarrón” que vivía de conferencias.
“Mi querida, a ver, preste atención, piense”, pidió, “la BBC es estatal, es del gobierno, ¿entiende? Es interés del gobierno inglés anular la elección de Rusia, y sacar a Brasil de competición, porque ellos se creen que pueden sustituirnos a último momento. Está todo armado ¿te das cuenta?”
Cuando quiere que presten atención a lo que dice, Teixeira hace “chsssssss” y pone el dedo índice en la boca. Tiene la costumbre de hablarles a hombres y mujeres de “mi amor”, con marcada tonada carioca: “Mi amor, ya hablaron todo de mi: que yo llevé un contrabando en un avión de la Selección, la Comisión Parlamentaria de Investigación por el patrocinio de Nike, y la ESPN, que continúa repitiendo la misma mierda”.
Una camarera se acerca y retira los vasos. “Lula me dijo: 'Yo no miro Globo News'”, por la baja audiencia del canal de noticias. ¿Quién lee Lance (N. de la R.: diario deportivo brasieño) ¿80.000 personas?”
Teixeira coincide con una reflexión que José Bonifacio de Oliveira Sobrinho, alias Boni, habría hecho hace tiempo, dirigida a la Rede Globo. Cierta vez le dijeron que un avión había caído y habían muerto muchas personas. Boni había dicho que si no lo anunció el Jornal Nacional (Diario Nacional, el informativo central de la cadena de TV), el avión no había caído. “Por lo tanto, solo me preocuparé, cuando salga en el Jornal Nacional”, dijo Teixeira.
A los 64 años, el mineiro Ricardo Terra Teixeira está hace 22 años al frente de la CFB. Es también presidente del Comité Organizador de la Copa de 2014 y miembro del Comité Ejecutivo de la Fifa. Dicho de otro modo: él es el jefe del fútbol brasileño.
Es Teixeira quien decide dónde, cuándo y a qué hora juegan los clubes. En lo que hace a la selección, él define cuánto cuesta un amistoso, la emisora que lo transmite, y es quien le pone fecha a los acuerdos millonarios con los patrocinantes. También él es quien concede o niega las credenciales para que los periodistas puedan trabajar en los estadios. Y quien nombra al entrenador del equipo brasileño.
En la próxima Copa, Teixeira influenciará en la elección de los estadios, de los lugares de concentración de los equipos extranjeros, y podrá definir cualquier obra pública relacionada al Mundial.
Hijo de un funcionario del Banco Central y de una ama de casa, Teixeira nació en Carlos Chagas, en el interior de Minas Gerais. Él fue criado en Belo Horizonte, pero aún era un niño cuando se mudó a Rio de Janeiro. Estudió en Santo Inácio, escuela tradicional carioca donde aprendió francés con un sacerdote (se comunica bien en portuñol y tiene un inglés infra-básico).
En la adolescencia, él llegó a integrar el equipo de vóley del Botafogo. El fútbol nunca fue su fuerte. Teixeira simpatiza con el Atlético Mineiro y el Flamengo. En 1968, él estuvo en el Centro de Preparación de Oficiales de la Reserva en el Ejército, el CPOR, desde donde observó la radicalización de la dictadura militar.
A los 19 años, en un baile de Carnaval en Teresópolis, le presentaron a Lúcia, hija de João Havelange, el presidente de la Confederación Brasileña de Deportes, organización que antecedió a la CBF. Comenzaron a salir, fueron novios y se casaron 5 años después. Lúcia y Ricardo tuvieron tres hijos. Él abandonó la carrera de Derecho, en 4to. año, para trabajar en una financiera de Belo Horizonte, trabajo que lo obligaba a vivir en el puente aéreo.
Cuando habla de su período como operador del mercado financiero, Teixeira se deleita al recordar cómo vendía acciones de baja cotización y triplicaba la inversión. “Ganaba mucho más de lo que gano hoy”, presume. “Era como si yo ganara un Dodge Charger RT por día”.
Gracias a los contactos de João Havelange, él hizo cursos y pasantías en Zurich y en New York. Esos fueron sus primeros viajes al exterior.
Para explicar cómo salió del mercado financiero y se volvió dirigente del fútbol, Teixeira es conciso: “Fue el rumbo natural de las cosas”.
En palabras de João Havelange, sin embargo, él fue el Merlin que enseñó y preparó a su yerno en las artes de la dirigencia.
En 1986, Teixeira fue elegido presidente de la CBF. Al hablar de la Confederación o de la Selección, Teixeira emplea la metonimia “yo”: “Yo tuve que pagar”, o “Yo tengo 120 millones en la caja”, o “Yo tenía que ganar aquella copa”, o “Yo no quería abrir la Copa de Alemania” (N. de a R.: terminaron abriendo la competencia Alemania vs. Costa Rica).
Teixeira es pródigo en citas folklóricas, que atribuyó siempre a su madre, cualquiera que sea el asunto. “Mamá, que era minera, siempre decía…”, él comienza y luego prosigue: “lo que no tiene remedio, remediado está”, “aquí se hace, aquí se paga”, “el mono se sienta en su propio rabo para hablar de los otros”, “nada como un día después de otro”, “la vida es fácil, la gente es quien la complica”. Su expresión predilecta para hablar de la prensa deportiva es: “¡Eso es de quinta categoría!”.
Leoz & Grondona
Teixeira tiene facciones poco marcadas, un poco obeso. Camina un poco doblado, despacio y tiene catarro recurrente, aparenta más edad. Parece estar siempre irritado porque, aún relajado o de buen humor, mantiene el ceño contraído, como si el sol de mediodía o un fuerte dolor de cabeza lo atravesara por el medio de la frente. Cuando él se relaja, o levanta un trofeo, a la noche, es espirituoso, y atento con todos. Se viste de manera formal, modelo pantalón marrón, camisa blanca, blazer azul con botones dorados y corbata roja. Antes de casarse –contó su actual mujer– calzaba zapatos negros con medias soquete blancas.
En diez días de convivencia, él se rió hasta llorar en dos ocasiones. En la primera, al contar la historia, que jura es verdadera, de dos brasileñas del interior que entraron en un ascensor del hotel Plaza, en New York, con el entonces jugador de basquetball Michael Jordan y un perro. Sin saber de quién se trataba, y alertadas acerca de la violencia racial en la ciudad, cuando el basquetbolista le ordenó al animal: "Sit!", ellas entraron en pánico.
La otra fue sobre ladrones portugueses quienes, al explotar un cajero electrónico, prendieron fuego el dinero.
El presidente entró a las 19:30 en uno de sus restaurantes preferidos, Zeughauskeller. Especialista en salsichão (salchicha seca sazonada), chucrut y batata rosti (especie de tortilla hecha con papa), la casa tiene la decoración rústica de los Alpes, con mesas largas y pesados bancos de madera. Él fue recibido en español por la dueña, quien lo llamó por su nombre y le acompañó a una mesa reservada para 15 personas.
Se sentó, se quito la corbata y se arremangó la camisa.
Los invitados eran dirigentes de confederaciones sudamericanas, sus esposas y asesores. Parecía una cena del elenco de la serie El Chapulín Colorado, con pintura caoba, pulseras de plata, pantalones de tergal y cejas recortadas en forma de media luna. Allí estaba el octogenario Julio Grondona, jefe de la Asociación de Fútbol Argentino, acusado de recibir US$ 78 millones para votar para que Catar fuese sede de la Copa 2022.
También apareció Nicolás Leoz, un paraguayo de 82 años que preside la Confederación Sudamericana de Fútbol, la Conmebol. Además de haber recibido sobornos de la (ex) ISL, se dice que él le habría pedido un título de nobleza a David Triesman, a cambio de su voto por Inglaterra.
“Don Leoz, ¿dónde está su corona?”, le gritó Teixeira, recordándole el deseado título de 'sir'.
Leoz hizo un ruido con la boca (como molesto por su insistencia) levantó sus brazos sobre la cabeza, fingiendo estar coronado, y todos se rieron a carcajadas. “Si nos devuelven las Malvinas, yo voto cualquier cosa!”, gritó Grondona, quien usa un anillo de oro en el dedo meñique con la expresión "Todo Pasa".
En Zurich, Teixeira anda siempre con los latinos. Cuando no se encuentra con su familia, su compañía más habitual son dirigentes uruguayos, argentinos y paraguayos. Aún durante la mayor crisis de la historia de la Fifa, él permaneció al margen de las reuniones de la cúpula de la entidad –tal como la que tuvo lugar en la víspera de la elección, cuando un grupo se encontró por la noche para ayudar a Joseph Blatter a preparar su discurso-.
Después de cenar, Teixeira -a pesar de la lenta locomoción– quiso volver a pie al hotel. En 1998, él se cayó de un caballo, lo operaron y le colocaron una placa de hierro en la pierna, lo que le acortó 2 centímetros esa extremidad. Enfrenta el problema usando zapatos hechos a medida, con un taco interno para compensar la diferencia.
Mientras él recorría la Bahnhofstrasse, la calle de las tiendas comerciales de lujo, comentaba lo que veía en las vidrieras: “No me gusta esa ropa, es hortera (de mal gusto)”, “mirá qué diferente eso”, “esa tienda es nueva”, “acá se encuentran todos los perfumes”, “mirá que genialidad esos chocolates”.
En la esquina de Baur au Lac, él se detuvo, con las manos en los bolsillos de su chaqueta y se sorprendió: “Sssh, no. Mirá eso! Tapado de piel a mil euros?! Lo tengo que comprar. No se puede creer ese precio”.
Teixeira parecía cansado, pero sugirió que tomáramos un último café en el salón de té. Medio en inglés, medio en español, pidió un expreso con un poco de agua caliente, por separado. Eran las 18:00 en Brasil y el celular de Rodrigo Paiva, director de comunicación de la CBF, sonaba sin parar. En 40 minutos, había atendido 13 llamadas y había escuchado preguntas sobre el atraso en el pago del salario de la Selección Brasileña de Fútbol Femenino, la supuesta denuncia del dirigente inglés y los gastos de la Confederación.
Cuando Paiva terminó la comunicación, Teixeira se enderezó en la silla, como si hubiera descansado lo suficiente, y dijo: “¿Que infierno tienen que ver las personas con las cuentas de la CBF? ¿Qué infierno tienen que ver con la contabilidad del Bradesco o del HSBC? Todo eso es información pri-va-da. Si no es dinero público, si no están exentos de impuestos, ¿por qué todo el mundo hincha las pelotas con eso?”
La Confederación
Al asumir la presidencia de la Confederación, Teixeira resistió toda fiscalización pública, inclusive de los dividendos de la lotería deportiva, una de las principales fuentes de ingresos de la entidad. También abdicó de las ganancias por el uso de la imagen de los equipos, y dejó que los ingresos de boletería quedara en los clubes. Al contrario del Comité Olímpico Brasileño, cuyos fondos son públicos, en la CBF no hay dinero del Estado. No hay fiscalización del Estado.
Él cuenta que, al asumir el cargo, encontró a la Confederación en la miseria. Hasta el trofeo ganado por la copa Jules Rimet estaba empeñado. Hubo ocasiones en la que los jugadores solo ingresaban al campo de juego después de ver, literalmente, el pago de sus salarios atrasadísimos. Él dice que saldó las cuentas gracias a su experiencia en el mercado financiero. Hoy la Confederación tiene R$ 120 millones (US$ 77,2 millones), jet, helicóptero y un terreno en la Barra de Tixuca, estimado en R$ 25 millones (US$ 16 millones), destinado a la construcción de una nueva sede. En su mandato, la Selección llegó a la final de la Copa Fifa en tres ocasiones, ganó dos y ganó la Copa América en cinco ocasiones.
A finales de 2009, él encargó una encuesta a la consultora de opinión pública Vox Populi. De las 2.500 personas entrevistadas en 150 municipios, 53% dijeron que su trabajo en la CBF era bueno o excelente. Más de la mitad consideró que el Campeonato Brasileño de Fútbol estaba mejor organizado. Y la mayoría dijo estar a favor de los cambios que el presidente implementó como el sistema de puntos corridos (en lugar del partido y revancha con eliminación, llamada 'mata-mata'), y la cantidad de equipos que juegan la serie A. “Solamente los periodistas hablan mal de mí”, dijo.
Todos habían terminado el café. Un representante de la empresa Match, que negocia los paquetes de hospedaje y entradas para la Copa 2014, quiso saber si, en la entrevista combinada con la Rede Globo, habría preguntas sobre los precios, considerando estratosféricos, de hoteles y restaurantes en Brasil.
“No se hablará de eso: está todo bajo control”, respondió Teixeira. Casi a la 1:00, él se despidió. Antes de entrar al ascensor, comentó: “¿Y esa cosa de Dilma enferma? No quiero ni pensarlo”. (N. de la R.: la presidente Dilma Rousseff, quien en 2009 fue tratada de un cáncer linfático, en 2011 estuvo enferma de neumonía, que la obligó a suspender su agenda y guardar reposo).
Inaugurada hace dos años, la sede de la Fifa en Zurich costó US$ 250 millones. En un área de 44.000 metros cuadrados, el edificio de tres pisos (hacia arriba) tiene cinco pisos subterráneos, sala de meditación, capilla ecuménica, gimnasio y un campo de fútbol oficial. El piso del hall de entrada está forrado con granito y lapislázuli importados de Brasil. Era mediodía cuando Teixeira salió de la reunión y chequeó la programación del día con su secretario privado.
Alexandre Silveira lo acompaña desde hace 18 años. Él carga la maleta, celular y computadora, tiene siempre 2 corbatas a mano para su patrón, completa sus frases, hace las llamadas telefónicas, organiza su agenda, y todo o más de lo que le fuera pedido, con la eficiencia de alguien entrenado en el ceremonial del Palacio de Buckingham –y sin oir jamás un “por favor” o un “gracias”-. Ex telefonista de la CBF, él es joven, más bien bajo, anda de traje y pasa más tiempo con el jefe que con su mujer y su hija de 7 años.
José Serra (líder del opositor PSDB, ex gobernador de S. Paulo, 2 veces candidato presidencial), cierta vez lo confundió con el ministro Orlando Silva, de Deportes, y lo saludó efusivamente.
Breno Silveira y Andrucha Waddington, de Conspiração Filmes, registraron el backstage de la Copa 2006 en Alemania. En el DVD con el primer armado de las imágenes, se puede ver a Ronaldo Fenómeno sin camiseta, con 91kilos de músculos, mientras la prensa le decía gordo (hoy pesa cerca de 110 kilos). También llaman la atención las escenas en el vestuario que muestran el ambiente pesado, de derrota inevitable, aún en el intervalo del partido contra Francia (N. de la R.: la derrota 0-1 eliminó a Brasil).
En el auto, camino al almuerzo, Teixeira habló de que él quiere hacer un filme en 2014 cuyo tema será “la Copa que perdió y la Copa que ganó” (N. de la R.: presuponiendo que la Selección brasileña ganará, a diferencia de 1950, cuando perdió ante Uruguay en el partido final). Él quería tener ese filme para el mundial pasado, pero Dunga (Carlos Caetano Bledorn Verri, quien era el entrenador) les prohibió a los cineastas que se acercaran a los jugadores, lo que irritó a muchos.
Desde el asiento trasero, Rodrigo Paiva observó que deberían pedir copia de lo que fuera grabado, y Teixeira lo atajó: “Pedir nada, el filme es nuestro, las imágenes son mías”.
Contrabando
Con una temperatura de 18ºC, el presidente se quiso quedar en la terraza del restaurant italiano Bindella. Esa mañana, una nota de 5 líneas en el diario Folha de S. Paulo informaba que el juicio conocido como “voo da muamba”, en el cual Teixeira era acusado (cuando un avión transportó a la Selección brasileña y sus 17 toneladas de equipaje (?), luego de ganar la Copa 1994, en USA, el presidente de la Confederación fue acusado de transportar ilegalmente equipamiento para su choperia El Turf, en Río de Janeiro), había sido archivado, 17 años después de haber comenzado. “Son unos hijos de puta, ni colocaron que no había nada en mi bar”, dijo él.
Teixeira fue acusado de presionar a un funcionario para transportar la carga sin ser revisada. “Se dijo que había traído material contrabandeando, un carajo!”, recordó. “Ahora, ¿sabés por que hicieron todo eso? Porque no dejé que la prensa entrara en el avión y porque el secretario de la Receita Federal (la Afip brasileña), Osíris Lopes Filho, iba a ser despedido”.
El mozo, que hablaba portugués, interrumpe la charla para anotar os pedidos. El presidente quiso burrata (queso fresco italiano) con jamón crudo, una pasta bien cocida (“Detesto al dente, siento el gusto de la harina”, dijo) y vino tinto. A Teixeira no le gusta el pescado, prescinde del pollo y no come nada verde.
Él explicó que Osíris era exonerado por (el entonces presidente de Brasil) Itamar Franco, por haber “hablado unas mierdas sobre Petrobras”. De hecho, en julio de aquel año, en una conferencia, el secretario de la Receita dijo que la empresa estatal adeudaba el equivalente a US$ 1.000 millones en impuestos.
“Ahí, estuvo todo armado”, siguió Teixeira. “Descendimos en el aeropuerto, el personal de la Receita habló para que dejáramos el equipaje, que ellos lo guardarían de ahí a tres días que deberíamos volver a buscarlo. La CBF pagaría todos los impuestos, tal como los pagó después, pero el señor Osíris se quiso mostrar lanzando todo aquello para hacerse pasar por un heraldo de la moral. La prensa lo compró y nosotros nos jodimos”.
Había todo tipo de equipos electrónicos y electrodomésticos a bordo. Se habló de que el jugador Blanco había traído una cocina entera y que Teixeira incluyó en el equipaje choperas para su bar en el Jockey Club de Río. “Esas choperas vinieron de Nueva Zelanda”, dice. “Entonces, prestá atención: ¿nuestro genio consiguió salir de los Estados Unidos ilegalmente, y entrar en Brasil de la misma forma, hasta ser descubierto?”. Días después en Brasilia, encontramos, sin esperarlo, a Henrique Hargreaves, jefe de la Casa Civil durante el gobierno Itamar Franco, quien confirmó la versión de Teixeira.
Havelange
Hace más de 40 años, Jean Marie Faustin Goedefroid de Havelange se hospeda en el Savoy Hotel. No le gusta la vida social del Baur au Lac.
A la tarde, él llegó al hall para la entrevista, con puntualidad suiza. A los 95 años, mantiene el porte recto y señorial. Siempre de traje, llama a todo aquel mayor de 15 años “señor” o “señora”. Para exponer sus argumentos, usa el método socrático: hace preguntas cuyas respuestas ya sabe, pero deja que el interlocutor arribe a ellas por cuenta propia.
Havelange es tal vez el mayor responsable de la transformación de la Fifa en una potencia. Al asumir su dirección, contó haber encontrado US$ 20 en la caja. Fue unos de los primeros en percibir, en los años '70, que el futbol debía tener la vocación de transformarse, con las transmisiones de TV en vivo, vía satélite, un espectáculo global que atrajera a patrocinantes multinacionales. Con la ventaja, a diferencia de los Juegos Olímpicos, que el fútbol no se contaminaría de la Guerra Fría, ya que en los Estados Unidos no se interesaban por ese deporte. (N. de la R.: en USA tienen su propio football, y al deporte de la FIFA le llaman soccer).
Sin embargo, sería necesario que la FIFA, de origen europeo y de sólida existencia, incorporara a países pobres.
Havelange modificó, entonces, el criterio de elección de autoridades, dando el mismo peso a los votos de África, del Caribe y de Asia que a los de Europa. Les asignó recursos para organizar sus estructuras nacionales. Así consolidó su poder. Hoy la Fifa factura US$ 4.600 millones solamente con el Mundial, que es una de sus competencias.
En el Savoy, Havelange dijo que, si obtuvo éxito, fue porque él nació en Brasil, donde “aprendemos a lidiar desde la cuna” con las diferencias de raza y religión. Él recuerda el 1er. congreso de la FIFA, que organizó en 1974: “¿La señora piensa que un inglés besaría a un negro? ¿Un alemán lo hace? Pues mi mujer y yo besamos a todo africano que entraba al congreso”.
La elección de Brasil para ser sede de la Copa del Mundo pasa por la relación de Havelange con los dirigentes africanos. A cambio del apoyo que logró durante los años al frente de la FIFA, Havelange consiguió, ya en 2006, la mayoría de los votos necesaria para que Sudáfrica fuera la sede de la Copa. En contrapartida, los africanos apoyaron la candidatura brasileña para la elección siguiente.
A última hora, sin embargo, una actitud muy sospechosa, del representante de Nueva Zelandia, que votó en blanco, Alemania (N. de la R.: respaldada por la poderosa UEFA o Union of European Football Associations) se quedó con el Mundial 2006. La Fifa cambió luego las reglas de la rotación de continentes, de modo que la sede siguiente fuera en África y, en consecuencia, no había cómo perder. Y no perdieron.
Las denuncias de corrupción no lo marcaron. Para Havelange, se trata de maquinaciones para desestabilizar a los candidatos, de disputas políticas por un cargo codiciadísimo. “¿Quien no quiere sentarse en ese sillón con los recursos y el poder que la Fifa tiene hoy día?”, preguntó.
Él describió a Ricardo Teixeira de la siguiente manera: inteligencia arriba del promedio, observador, callado “como un buen mineiro”, tiene siempre un infiltrado propio en los lugares que le importan (“lo que hace que él se encuentre siempre bien informado”) y capacidad para aguantar insultos y planificar el contraataque más adelante. “¿Qué es Ricardo? Es mineiro, ¿verdad? Y Aécio (N. de la R.: por Aécio Neves da Cunha, gobernador de Minas Gerais entre 2002 y 2010) es amigo de él, ¿verdad? ¿Dónde piensa que será la apertura de la Copa del Mundo? En Belo Horizonte” (N. de la R.: la capital de Minas Gerais), concluyó. “Eso es Ricardo, nosotros somos los tontos”, comentó él.
Cuando su hija se divorció, Havelange se peleó con Teixeira. Nadie de la familia podía pronunciar su nombre delante de él. “Un día mi mujer, Anna Maria, me dijo: 'No te olvides que él es el padre de tus nietos' ”, reveló. “Y ahí terminó todo. Volví a relacionarme como si él estuviese todavía casado con mi hija. Porque nieto, es nieto. Bisnieto es bisnieto”.
Por eso, Havelange intentará lo que se encuentre a su alcance para hacer llegar al ex yerno a la presidencia de la Fifa, en 2015: “Ricardo quería presentarse ahora, pero yo le dije: 'Haz una Copa del Mundo de alta calidad, trata a todo el mundo de mil maravillas, te votarán en agradecimiento'”.
Le pregunté si Teixeira lo necesitaba para ser electo. “Claro que no, el no es ningún burro”, respondió Havelange. “Si Ud. tuviera que definir un día la 'malandragem', en el buen sentido (la astucia) claramente se llamaría Ricardo Teixeira”.
Él piensa que su heredero debería tener más paciencia para cultivar la relación con las personas, tal como él lo hizo. Y esforzarse un poco más en no insultar ciertos ánimos. Havelange contó que, una vez, Joseph Blatter viajó en jet privado a Etiopía. Y él le hizo una observación a su sucesor en la Fifa: “No se anda en jet privado a un país pobre. Sube a un avión de linea, y todo el mundo te respetará. Esa es una sensibilidad que se debe tener”.
Después de casi 4 horas sentado, Havelange sintió una puntada en el pie. A pesar de caminar todavía 200 metros diarios, tiene una fisura en el hueso del tobillo. Gentilmente, terminó la entrevista. Su observación final fue la siguiente: “Ricardo es un hombre solitario. Debería tener a alguien en quien confiar para poder relajarse”.
La prensa
Periodistas deportivos me dijeron que la CBF privilegia a reporteros y medios de comunicación que 'cuidan' a Teixeira. Y busca restringir el acceso de aquellos que lo critican. En Zurich, el presidente conversó 2 veces con abogados sobre la posibilidad de negar credenciales para los partidos de la Selección Brasileña. Le ordenaron conceder por lo menos una a los desafectados, para que lo acusen de discriminador.
Un equipo de la BBC mandó más de 10 pedidos de entrevista a Teixeira para un reportaje que harían en Brasil sobre la Copa del 2014.
“Voy a volverles su vida un infierno”, explicó Teixeira. “Mientras yo esté en la CBF o en la Fifa, o donde fuere, ellos no entran”.
A pesar de que el reportaje de la BBC con el testimonio del inglés David Triesman apareció en la portada de decenas de diarios, Teixeira no recurrió a la Justicia. Un abogado francés le dijo que un juicio contra la BBC le costaría, por los menos US$ 500.000. “Más allá de eso, tener que ir allá, declarar, toda esa cuestión, mucho trabajo”, comentó.
En Brasil sus inversiones judiciales tienen un blanco preferencial: el comentarista Juca Kfouri, a quien demandó más de 50 veces. “No le dejo pasar nada”, afirmó. “Hace poco recibí dinero de ellos (N. de la R.: cobró una indemnización). Lo dono a organizaciones de caridad. En la próxima que gane, voy a publicar una publicidad de agradecimiento en el sitio de la CFB”.
El desacuerdo entre ambos, contó Teixeira, tiene un origen personal: antes de divorciarse de la hija de Havelange, corrió el rumor de que una amante de Teixeira habría muerto en un accidente de auto en Miami. Kfouri divulgó la historia, provocando un terremoto en su vida familiar que terminó con el matrimonio separado.
Kfouri dijo que Teixeira usa la historia como pretexto para atacarlo, y que el origen real del conflicto fue que él había divulgado las “relaciones promiscuas” entre Teixeira y la empresa Nike. “La estrategia de él (de Teixeira) es demandarme por cualquier cosa, intentando convencer a mis empleadores que gastan mucho dinero en abogados para defenderme y así provocar que me despidan”, dijo Kfouri. “Él no puede creer que alguien hable algo acerca de cómo él se comporta. Pero en la camiseta de la Selección no está escrito Teixeira”.
En la terraza del Bindella, los comensales esperan el postre mientras Rodrigo Paiva atendía las llamadas de reporteros brasileños. Querían saber qué pensaba Teixeira del intento del diputado Anthony Garotinho, de la bancada evangélica, de aprobar una Comisión Parlamentaria de Investigación para indagar a la CBF y la organización de la Copa del Mundo. “Él está trabajando para la Record”, dijo Teixeira.
Las relaciones de Teixeira con el canal de TV Record no están bien desde el año pasado, cuando la red de televisión que financia la Iglesia Universal del Reino de Dios intentó quitarle a la Rede Globo los derechos de televisación del Campeonato Brasileño. Se hablaba de la que Record ofrecía R$ 1.000 millones (US$ 648.382.286) a los 20 equipos más importantes que se aglutinan en el llamado Clube dos 13. Y la Globo, con el apoyo de la CBF, pasó a negociar individualmente con los clubes. De movida se acordó con el Flamengo y el Corinthians, cuyos dirigentes son bastante cercanos a Teixeira. Al final, la mayoría renovó con la Globo y, otra vez, la Record se quedó sin fútbol.
“A partir de ahí, el muchachito comenzó con esa historia de armar una CPI”, dijo Teixeira. En mayo, el ex gobernador de Rio consiguió reunir las firmas necesarias para formar una CPI sobre la organización y los gastos de la Copa del Mundo 2014. Tomado de sorpresa, el presidente de la Confederación voló a Brasilia, caminó por los gabinetes de los ministros, y consiguió frustrar el apoyo de muchos parlamentarios a esa CPI. “Todo el mundo que era del PT (N. de la R.: Partido de los Trabajadores, en el gobierno) y había firmado la creación de la CPI, se echó atrás cuando vieron que aquello era absurdo”, dijo.
En el futuro, Teixeira considera armar una estructura periodística propia, que producirá contenido de interés de la CBF. Sea para responder a los ataques de los críticos, o para comercializar el acceso privilegiado que la entidad tiene a los jugadores.
La corrupción
Antes de pagar la cuenta en el restaurant, Teixeira habló por teléfono con Evandro Guimarães, lobbysta de la Globo en Brasilia. Él intercambió ideas sobre inseminación de bovinos, una de sus más nuevas actividades en el interior de Rio, una hacienda en la que produce 10.000 litros de leche por día y esos lácteos son consumidos en diversos restaurantes cariocas.
Teixeira también vende dulce de leche, ricota, queso de Minas, queso parmesano y queso fresco (el mejor producto, a su manera de ver). ¿El negocio es rentable? “No soy de tirar dinero”, respondió.
Consultado acerca de quiénes son sus mejores amigos él dijo: “Rico, Beto, Joana y mi mujer”.
Rico, Beto y Joana son sus tres hijos mayores, quiens, al igual que su hermano y su cuñado, también están en el ramo de los negocios del fútbol.
Para ilustrar su visión de la amistad, él inventó una pequeña fábula: “Si vos andás para la mierda, van a decir: 'Pobre Ricardo, vamos a darle una mano'. Entonces, todo el mundo se vuelve para su casa, no ayuda y finge haberse olvidado del asunto”, dijo.
“Ahora, pensé en la situación inversa: 'Qué lo parió, Ricardo está re bien, qué éxito'. Se puede saber con seguridad que quien uno piensa que es el mejor amigo va a ser quien diga: 'También... robando, ¿quién no?'”.
Él dijo que no se molesta con las acusaciones de corrupción: “Ni las escucho. Es más, los mando a cagar un montón de veces”. Al igual que Tom Jobim, él piensa que a los brasileños no les agrada el éxito ajeno. “El negrito del Harlem mira el auto del blanco y dice: 'Quiero uno igual'. El negro no quiere que el blanco se joda o pierda el auto. Pero en Brasil no es así. Es cosa de quinta categoría”.
Al salir del Bindella, quiso nuevamente caminar hasta el hotel. “Necesito hacerme esa caminadita para la digestión”, justificó. Al llegar al negocio de los sacos de piel, se muestra otra vez intrigado: “Mire ese saco, todavía está. ¿Tendrá el mismo precio?”.
En el hall de té de Baur au Lac, el argentino Julio Grondona estaba desparramado en un sofá, con el rostro colorado. “Ah, fui a ver los vitrales de Chagall, comí un risotto maravilloso, bebí una botella de Chianti y brindé por la elección de la Fifa”, dijo riéndose a carcajadas.
Teixeira pareció sorprendido al saber que uno de los principales puntos turísticos de Zurich, los vitrales de Marc Chagall, quedaba a menos de 500 metros del hotel. Aún frecuentando la ciudad hace más de 30 años, sus trayectos son los inalterables: hotel, Fifa, los mismos restaurantes, donde es atendido por los mismos mozos, y a quienes les pide los mismos platos. Los paisajes dejaron de deslumbrarlo.
A las 17:30, Teixeira dijo que precisaba hacer unos llamados telefónicos, avisó que cenaríamos a los 20:00 y subió al dormitorio. Eduardo Deluca, el secretario general de la Confederación Sudamericana de Fútbol, habló sobre su compañero: “¿Vos conocés alguien que tenga ese cargo, esa proyección y sobre el cual no inventen las mismas historias? Él es un candidato fuertísimo para el 2015, por eso lo atacan. Estamos cerrados con él”. Deluca es una figura pantagruélica, de habla monótona, cuyos ojos parecer flotar en el vacío.
Teixeira, su mujer, las dos hijas, Rodrigo Paiva y el secretario Alexandre Silveira fueron a cenar a Dézaley, que sirve una de las fondues más elogiadas de la ciudad. Se instalaron en una mesa, el mozo les dio la bienvenida en portugués y anotó los pedidos.
“Mirá, tengo una noticia fresquita”, anunció el dirigente a su mujer mientras le alcanzaba un block de hojas de papel. “La Federación inglesa mandó un informe ahora a la tarde a la Fifa diciendo que no tengo nada que ver con eso de pedir soborno al inglés, leé ahí”.
Cuando llegó la fondeu, Teixeira estaba diciendo que el documento sería mostrado a la prensa de ahí a 3 días, en una conferencia de prensa. “Pero qué absurdo. ¿Vas a estar con eso hasta ese momento?”, le preguntó Ana.
“Por lo que me importa...”, respondió él.
Su hija mayor, Joana Havelange, de 34 años, solamente escuchaba. Ella es rubia, alta y le gusta vestir ropa oscura. Fue nombrada por su padre directora ejecutiva del Comité Organizador de la Copa Fifa 2014.
En los almuerzos y cenas con Ricardo Teixeira (que nunca me permitió pagar ni un café), se les insiste a todos que hagan conjeturas sobre la burocracia del fútbol, en especial de la Copa, y comentar rumores políticos. Son raros los momentos de intimidad, como cuando la niña menor, Antônia, abrazó a su papá y le dijo que era lindo, que tenía un cabello maravilloso y que no se lo cortara. Derritiéndose, él apoyó su cabeza en el hombre de la niña.
Cuando llegó la cuenta, Teixeira sacó la billetera Gucci, que solo tiene tarjetas de crédito, ningun billete. Se acomodó los anteojos en la punta de la nariz y preguntó, desorientado: “¿Qué es trinkgeld?”, y cuando supo de que se trataba de la propina, contó que una vez le rechazaron un pago con tarjeta porque se confundió con los números de la contraseña, cuando el límite que tenía era de R$ 600 (US$ 389).
Cerca de la medianoche, el grupo fue hasta el puente sobre el río Limmat y se detuvo frente del reloj de la catedral de Fraumünster. Tenía muchos pedazos de pan viejo que llevó desde el restaurant, y los lanzó al viento. Cayeron hasta el agua y flotaron en el agua cristalina del río. “Les doy pan a los patos de acá desde 1974”, dijo Teixeira, suspirando. En la Bahnhofstrasse, le llamó la atención a su hija: “Toninha, mira ese tapado: mil euros! yo lo voy a comprar!”
El amor
En 1997, Ricardo Teixeira se separó de Lúcia Havelange y comenzó a noviar con la escritora y periodista Narcisa Tamborindeguy. Más adelante conoció a Ana Carolina, que estudiaba Administración en la Pontificia Universidad Católica: ella esperaba a sus amigas en el bar El Turf, de Teixeira. Las amigas no llegaron y el dirigente, sin identificarse, le dijo a un funcionario que anotara el teléfono de la joven de 19 años. Días después, la llamó. “Él no dio muchas vueltas, dijo que no era un muchacho, que no tenía tiempo para cortejos y fue derecho al grano”, contó Ana Carolina.
Pasaron semanas hasta que ella consintiese poner fecha a un encuentro. Fueron a cenar y en momento de dejarla en su casa, se besaron. A ella le gusto pero a Teixeira le pareció frío. “Después de eso, el me ignoró totalmente, yo quedé desconfiada: ¿Quién era él para tratarme así?”, dijo ella.
Ana Carolina comentó que metió mano en una caja llena de fotografías antiguas. Se sorprendió con los cambios físicos de su marido, ocurridos en tan poco tiempo: “El cuello, la piel, todo; el cabello era grisáceo y ahora es totalmente blanco”.
Pasaron un par de semanas hasta que empezaron a noviar. Viajaron a París. Con una sonrisa elocuente, ella recuerda el primer viaje que hicieron juntos. Cenaron en el Jules Verne, el restaurante de la Torre Eiffel, y después, caminando hacia el hotel, sucedió según ella, una de las escenas más románticas de su relación. “Había una gitana vendiendo rosas. Él le preguntó cuánto era, ella dijo 10 francos, creo, el tomó un billete de 500, se lo dio y tomó una rosa”, contó Ana Carolina, frente al marido, quien estuvo todo el tiempo de cabeza baja, examinando algo invisible en las manos. “Entonces, él le dio esa rosa a la gitana, y el balde entero de flores me lo dio a mi”. Teixeira continuaba vergonzoso. Cuando le pregunté que le había llamado la atención de Ana Carolina, no respondió (para tristeza de la mujer).
Rede Globo
A 4 días de la elección del nuevo directorio de la Fifa, un equipo de la Rede Globo fue enviado de Londres a Zurich para hacer un reportaje sobre los preparativos de la Copa 2014.
Ejecutivos de la Confederación, inclusive Teixeira, hablaron largo y tendido sobre las obras de infraestructura en Brasil, la construcción de los estadios y las ciudades-sede de los juegos. A pesar de todas las denuncias sobre corrupción y soborno que se publicaban en los medios de todo el mundo, la Globo no hizo ninguna pregunta sobre el asunto.
Durante la CPI sobre la Nike, en 2001, la Rede Globo difundió un reportaje en su programa Globo Repórter que argumentó que la renta de Ricardo Teixeira era incompatible con su patrimonio y estándar de vida. La CBF anunció, entonces, de la noche a la mañana, un cambio en el horario de transmisión de un partido entre las selecciones de Brasil y la Argentina, el clásico sudamericano que acostumbra batir records de audiencia. En vez de transmitirse en el horario convenido, después de la novela de las 20:00 (o sea después de las 21:00), el juego fue programado para las 19:45.
“Iría en lugar de 2 novelas y del Jornal Nacional, ¿sabés lo que eso significa?”, me susurró Teixeira, en el Baur au Lac, cuando el caso fue recordado.
Como la Rede Globo transmitía el partido, en el nuevo horario perdió muchos auspiciantes que pagan por estar en el horario más caro de la programación. A partir de ahí, no hubo más reportajes desagradables sobre el presidente de la CBF en la Rede Globo.
Teixeira quiso almorzar de nuevo en Zeughauskeller. En el camino, sonó el celular de Rodrigo Paiva y desde Río, alguien le contó que el intendente Eduardo Paes había divulgado que la sede del centro de prensa de la Copa sería en la ciudad. El anunció, sin embargo, tendría que haber sido difundido por el Comité Organizador, o sea, por Ricardo Teixeira. Lo que se habló en el auto es impublicable.
Nike
Llovía copiosamente y el celular de Paiva no paraba de sonar. En otra llamada, alguien avisó que un reportaje “bomba” sobre Teixeira se pondría al aire, el domingo, en la Rede Record.
Él reaccionó maldiciendo a la emisora, periodistas, sitios de noticias y a toda la prensa. Luego dijo que no se preocupaba porque el programa de la red de la Iglesia Universal “le daba continuidad”. Hasta le parecía bien.
“Cuanto más palos me dan en la Record, mejor parado quedo en la Globo”. A lo largo de dos días, sin embargo, tuvo la sensación de que era injusto enfrentar en soledad una pelea dañina entre la Globo y la Record.
Cuando el auto entró en la calle del restaurante, le dijo al secretario que no se olvidara de “comprar las medias para el vicepresidente (Luiz Fernando) Pezão”.
En Zeughauskeller, pidió cerveza y el strogonoff de ternera. Después, llamó por teléfono al líder del PMDB en la Cámara baja, Henrique Eduardo Alves, para quejarse como un niño.
Mientras comía, dijo que estaba comprometido “desde siempre” con la reelección de Joseph Blatter, quien se enfrentaba al millonario qatarí Mohammed Bin Hammam.
Su hija Antônia, que saboreaba papas fritas, se dio vuelta en dirección al padre con una expresión de no haber entendido nada. "Pero entonces, ¿vos no lo querés a Bin Hammam?", preguntó ella. Teixeira hizo un movimiento brusco con el brazo derecho por debajo de la mesa. Quiso ser discreto, pero la niña protestó: “Ayy Papá! No me pellizques!”.
Hubo un silencio extraño. Teixeira volvió a comer, su mujer a leer el menú y Antônia escribió un mensaje con el smartphone. La niña le pasó el teléfono a la mamá, que tipió algo antes de devolvérselo. Mirando el monitor, Antônia se rió y dijo en un volumen alto: “Disculpa”.
Teixeira le ordenó al secretario llamar a Sandro Rosell, presidente del FC Barcelona, ex presidente de Nike y padrino de su casamiento. “Mi querido, buena suerte, mis mejores augurios, estamos alentando mucho”, le dijo.
Al día siguiente, el Barcelona enfrentaría al Manchester United en la final de la Champions League, en Londres, y Rosell había invitado a los Teixeira para ver el partido desde el palco. El presidente no aceptó para evitar el asedio de la prensa inglesa.
Ellos son amigos desde los años '90, cuando Rosell vivió en Río. Fue en aquella época cuando la empresa se volvió proveedora oficial del material deportivo de las selecciones de Brasil y un gran sponsor de la CBF. La relación entre la Confederación y Nike fue materia de investigación en la Cámara y en el Senado, y fue noticia durante meses.
“Eso solo sucedió para sofocar a la CPI de Eduardo Jorge: estaba lista, pero inventaron esa del futbol que, obviamente, opacó la otra”, dijo Teixeira. Él se refería al secretario general de la Presidencia durante el gobierno Fernando Henrique Cardoso. En esa época, Jorge fue involucrado en un escándalo de superfacturación de obras del Tribunal Regional del Trabajo, junto con el juez Nicolau dos Santos Neto y el senador Luiz Estevão. (No fue probado nada contra Eduardo Jorge, quien demandó, y ganó, resarcimientos de varios medios de prensa que lo acusaron).
“Hasta Ronaldo tuvo que declarar en la CPI de Nike”, continúa Teixeira. “Y, en la declaración, un diputado se quedó preguntando quién era el encargado de la marca Zidane. ¿Eso es tema para una CPI?”. Al final de la investigación, Tixeira fue acusado de 13 delitos, entre ellos apropiación indebida, lavado de dinero y evasión fiscal. Todos los juicios fueron archivados, a pedido del Ministerio Público Federal. “Revolvieron todo y no encontraron nada. Todo fue archivado. ¿Y? ¿El Ministerio Público es incompetente, entonces?”, preguntó.
Barcelona
La empresa Match alquiló una sala del hotel para que los caciques de la Fifa miraran el partido del Manchester United contra el Barcelona.
Teixeira se acomodó en una silla en la primera fila, enfrente al televisor. Había algo para comer y beber, él solo bebió jugo. Un dirigente uruguayo le preguntó detalles de los equipos brasileños y él respondió de forma concisa: “Santos FC es muy fuerte. El problema es que solo tiene dos jugadores. El problema de Palmeiras es que gastó mucho y no ganó nada”.
Al contrario de los otros dirigentes, que vibraban, comentaban, gritaban y maldecían, Teixeira parecía ver una película repetida de las que pasan por las tardes. Hizo comentarios breves sobre los malos pases del Barça y apretaba los labios cuando el equipo perdía una buena jugada. En el medio del juego, tomó su iPad. Cuando Messi hizo un gol, apenas levantó los ojos por encima de los anteojos.
Al final, comentó que detestaba ver partidos rodeado de “mucha gente”. Él ya me había dicho que sabía separar lo público de lo privado, con respecto al deporte. “Yo no soy un dirigente hincha, yo soy administrador”, diría. “No quiero saber quién es el técnico que ascenderá, no chismoseo con jugadores, no invito jugadores a mi casa”.
Al día siguiente, a causa de las denuncias, el tradicional baile de gala que antecede a la elección del presidente de la Fifa fue cancelado. El secretario general Jérôme Valcke exhibió a la prensa el documento de la liga británica que absolvía a Teixeira de la acusación de soborno. Aún así, el dirigente estaba con mala cara. “Mirá como es la prensa de mala!”, dijo, en el balcón del hotel. Tomó el iPad y mostró tres reportajes de sitios web brasileños sobre el tema. Solamente el de la BBC aclaraba el caso con detalles. Los demás colocaban bajo sospecha al documento, ya que era producto de una investigación de un órgano ligado a la Fifa.
“La prensa brasileña es muy perra”, dijo. Contó que, una vez, un sitio web divulgó que él habría pasado año nuevo en un lugar de esquí. La fuente fue el portero de un hotel. “Si no hubiera estado con mi mujer, esos putos hubieran terminado con mi matrimonio”, comentó.
La re-reelección
A las 19:45, João Havelange estaba sentado solo en el hall del Savoy, esperando a su chofer, que llegaría a las 21:00 para llevarlo a la elección de la Fifa. En el camino, él dijo que festejaba su cumpleaños, hacía décadas, yendo a un circo en Zurich. “El circo es el único lugar del mundo en donde todavía hay solidaridad”, dijo Havelange. Cuando llegó, frente al edificio, 10 manifestantes tenían pancartas pidiendo “juego limpio”. Había más de 500 periodistas registrados, la mayor parte ingleses.
Antes de comenzar la votación de la Fifa, Jérôme Valcke le avisó a los 203 delegados presentes que debían probar la maquinita utilizada para votar. El haría dos preguntas de forma, y los representantes de los países afiliados deberían apretar verde por sí, amarillo para abstención y rojo por no. Las instrucciones fueron traducidas en siete idiomas. “¿Este Congreso tiene lugar en Hungría?”, fue la primera pregunta. Para el asombro general, 45 delegados respondieron que sí. “¿España ganó la última Copa del Mundo?” En el panel, se vio que siete respondieron que no.
Se aprobaron puntos de un nuevo estatuto, la entrada de nuevos miembros y, motivados por las acusaciones de corrupción, cambios en el sistema de elección de los países para las copas del mundo. De ahí en adelante, todos los delegados y no solo los miembros del Comité Ejecutivo, podrían votar. El aumento de números de votantes dificultará, en teoría, la corrupción: habrá mucha más gente para ser sobornada.
Ricardo Teixeira pasó todo el tiempo con el auricular en el oído. Antes de que el resultado de la elección fuera proclamado, desapareció. Tenía que tomar un vuelo para Brasil aquella tarde. Sin adversarios, Blatter fue reelecto por 4 años más. El primer ministro inglés, David Cameron, clasificó el resultado de “una farsa”.
Ronaldo
Era medio día cuando Ricardo Teixeira atravesó el hall del hotel Caesar Park, en Guarulhos, donde la Selección Brasileña estaba concentrada para el amistoso contra Rumania. El partido marcaría la despedida de Ronaldo Fenómeno. En una sala del hotel tuvo lugar la ceremonia de entrega de un reloj conmemorativo al jugador, con quien Teixeira estaba estremecido. “Vos fuiste el mejor jugador de la Selección Brasileña en mi gestión”, le dijo Teixeira. En la frase había una venganza particular: el diputado federal Romário Da Souza Faria (N. de la R.: ¿recuerdan el Ro-Ro de la Selección Brasileña?), quería que Teixeira declarase en la Cámara baja. Por eso Teixeira había dicho que era Ronaldo y no Romario el mejor atleta de la historia reciente de Brasil.
La elección de la Fifa había ocurrido una semana atrás y ya nadie más hablaba de ella. Cuando me encontré con Teixeira, quise saber si la situación era como el anillo de su amigo Grondona: "Todo Pasa". Él se rió, colocó su mano en mi hombro y dijo: “Lo feo es perder, mi querida. Cuando se gana, terminó”.
A la salida del evento,, el presidente del Corinthians, Andrés Sanchez, contó que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva le había dicho que no podría ir al partido de Ronaldo porque tenía que ir a Brasilia “a resolver esa cosa de Palocci que está dando la mayor mierda”. Cuando alguien comentó que Palocci ya no podía mantenerse en su cargo, Teixeira respondió: "¿Por qué se tiene que ir? No tiene que irse, Palocci no se tiene que ir”.
A la tarde, la Selección entrenó rápidamente en el estadio de Pacaembu. Al final, Luiz Gleiser, director de la Rede Globo, ensayó con Ronaldo: le enseñó cómo debería entrar al campo con sus dos hijos, a qué hora, cuantos minutos después deberían retirarse, en qué momento tenía que hablar. De esa manera, la noche del partido, después de 15 minutos en el campo y dos intentos de gol, el Fenómeno se despidió.
En el intervalo, brindó un discurso que ya había preparado y agradeció a los hinchas por “haberme aceptado como soy”. Las cámaras y las lentes de los fotógrafos registraron la última imagen del ídolo en el campo: sudado, gordo y, curiosamente, usando un dilatador de nariz. En sus casas, los espectadores de la Globo tuvieron una información adicional: entre la despedida de Galvão Bueno y el inicio del Jornal de la Globo, el único comercial que se vio fue el de Respire Melhor, el dilatador de nariz que Ronaldo usó, sin ningún motivo.
Dilma no es Lula
La semana siguiente, Ricardo Teixeira entró en una sala VIP del Aeropuerto Santos Dumont, en Río, donde embarcaría en el jet de la CBF, hacia Brasilia. Se enteró que la senadora Ideli Salvatti acababa de ser designada ministra de Relaciones Institucionales. “La Presidenta sabe exactamente por qué colocar a Ideli en ese puesto”, dijo él, en respuesta a un comentario acerca de lo extraño del nombramiento.
En el momento del despegue, miró por la ventana, respiró profundo e hizo cinco veces seguidas la señal de la cruz. Se relajó cuando el avión alcanzó altura. Alexandre Silveira se sentó enfrente de él y comenzaron a despachar. Eran tres carpetas con decenas de cartas, solicitudes, invitaciones. Con cada una, el presidente daba una orden: “Archivo” “Recibo” “Envía para Salim” “Decile que me coloco a disposición”. Con respecto de una invitación para el baile del cumpleaños de la reina Elizabeth, en Copacabana Palace, dijo: “Nadie irá a nada inglés”.
En Brasilia, él pretendía asistir a la ceremonia de asunción de tres ministros del Superior Tribunal de Justicia. También esperaba encontrarse con Ciro Gomes y Aécio Neves. Al primero le dice “Cirinho”, y acerca del segundo, él desea que sea Presidente de la República. El vínculo entre el dirigente y el senador mineiro es reciente. Cuando era presidente de la Cámara baja, fue Aécio Neves quien nombró a Silvio Torres en el cargo de relator (presidente) de la CPI sobre Nike. Torres preparó una denuncia consistente y bien fundamentada contra Teixeira.
Hasta la CPI sobre Nike, la CBF hacía donaciones de dinero a los candidatos. Así mantuvo en el Congreso durante años la llamada “Bancada da Bola”. Ahora, con inversiones previstas de R$ 24.000 millones (US$ 15.561.174.868) en obras para la Copa 2014, los políticos lo adulan y presionan para que programe partidos en sus corrales electorales.
Teixeira se acercó a Lula en 2004, cuando la Selección Brasileña fue a jugar a Haití, en una acción propagandística para realzar la moral de las tropas brasileñas enviadas a Puerto Príncipe. Lula lo recibió, habitualmente, los viernes, al final del día, para tomar whisky y hablar sobre política. Con Dilma Rousseff la situación cambió: Teixeira jamás estuvo con la Presidenta. Cuando quiere saber algo del backstage del Planalto, acostumbra buscar interlocutores en común, con transito privilegiado en Brasilia.
Al entrar al restaurant Gero, en un shopping center de Brasilia, Teixeira fue saludado por la mayoría de las mesas: “Hola, presidente”, “Buenas tardes, presidente!”, “Por aquí presidente”, le dijo el mozo. “No tengo la menor idea de quién es ese señor bajito. Tengo que hacerme anteojos para ver de lejos”, dijo. Ni Ciro Gomes, ni Aécio Neves aparecieron. No estaban en la ciudad.
Él pidió ñoquis con ragú (bien cocidos los ñoquis, ¿ok? Ragu es un tipo de boloñesa) y una botella de vino tinto. Un asesor comentó que el éxito de la Copa del Mundo en Brasil demostraría la eficiencia de Teixeira y callaría a los enemigos. Teixeira mencionó que ya había conseguido acumular US$ 300 millones, tres años antes del Mundial, mientras que África no había facturado ni US$ 40 millones en todo el período de la competencia.
Y continuó: “Está ahí, verá que mi vanidad es esa: Que las mayores empresas del mundo, la mejor carne del mundo, la mejor cerveza del mundo, el mejor banco del país, la mejor editorial, todo el mundo invirtió en el ladrón, en una CBF de mierda, en un equipo que solo pierde, ¿no?”. Se refería a los grandes patrocinadores de la Copa en Brasil: Seara, Liberty, Ambev, Itaú y Abril. Entre carcajadas, contó que, al volver de Zurich, mandó cancelar el resumen de los diarios (clipping), dejó de ver televisión y de buscar en Internet. “No leo nada, la vida se me volvió mucho más liviana, está mucho mejor”, afirmó.
La ceremonia de asunción de los ministros del Superior Tribunal de Justicia fue rápida. Pero había una fila de saludos interminable. Al dejar el Plenario, Teixeira fue abordado por un reportero. “No doy entrevistas”, dijo, cortante. Le informaron que se trataba de una periodista de TV Justicia, que solo quería su opinión sobre la ceremonia.
Después de una hora de pie en la fila, comenzó a sentir dolores en la pierna operada. Una jueza federal le buscaba tema sobre las obras de la Copa para el 2014. “En lo que depende de nosotros, está todo dentro del plazo”, dijo. “Estoy muy tranquilo, va a salir todo bien. Río está llena de obras en construcción, Salvador y Recife ídem. Con dinero, se hace todo”, afirmó.
Estadios
Quiso saber sobre la polémica de los estadios paulistas. “La prensa es la mayor culpable de todo eso. A causa de ella los paulistas pasaron tres años intentando meternos en la garganta el Morumbi. Y así se se atrasaron todos los proyectos”.
Hay otra versión. La de que, a causa de la pelea entre el Clube dos 13, la Globo y Record, Teixeira habría descartado el Morumbi, que pertenece al São Paulo Futebol Clube, para presionar al presidente de la entidad, Juvenal Juvêncio -uno de sus detractores- durante la disputa.
Los críticos del presidente argumentaron que en vez de gastar el triple en la construcción del nuevo estadio del Corinthians, el Itaquerão -tal como él pretende- bastaría apenas una reforma del Morumbi para ponerlo en condiciones.
Teixeira argumentó que el mejor estadio de la Copa en Alemania 2006 quedaba “entre un camino y otro” (N. de la R.: de fácil acceso). Según él, “Itaquera tiene mucho más estructura que el Morumbi. Tiene tren y subte en la puerta”.
Tal como es su costumbre, responsabilizó a la prensa por el debate: “Mire la mierda que fue la Copa en Francia: la Selección jugó en un estadio para 27 mil personas, estuvimos concentrados en el medio de la nada ¿Y algún periodista reclamó? No, ¿no es cierto? Al final de cuentas, estaban yendo a París...”. Cuando se habló de los aeropuertos, él dejó en claro que el problema no es suyo. “Eso es del gobierno. Y si el gobierno piensa que la Copa no es prioridad, no puedo hacer nada. Éste es SU país”, dijo.
La fila marchó, pero continuaría por lo menos 20 minutos más de pie. Se habló sobre el arquero Bruno, acusado de mandar a matar a la madre de sus hijos. Teixeira cree que hay por lo menos cinco jugadores famosos que se salvaron por el fútbol. Si no se hubieran vuelto profesionales, habrían muerto antes de los 15 años por tener relación con criminales. Después de casi dos horas de espera, los saludos duraron de menos de cinco minutos. Pero él se quedó satisfecho: “Fue muy bueno, me encontré con, por lo menos, 20 ministros”.
En la Base Aérea de Brasilia, él recibió un llamado que le alertó sobre que la Record anunciaba otro “reportaje avasallador” sobre su vida, para aquella noche. Teixeira se alejó para hablar con su abogado, y le preguntó qué se mostraría exactamente durante el programa. Los reporteros habían obtenido fotografías de su hacienda, le habían atribuido una casa en Buzios y mostraban su casa en Florida (Miami, USA).
Él mandó al abogado a preparar la notificación para un juicio. El jet comenzó a descender y él atendió otra llamada más. Cuando cortó, se quedó sentado lejos del respaldo del asiento, con el celular en la mano. “¿Alguien está todavía hablando de Palocci hoy? No. Si hoy yo renunciara, me volvería un santo”, dijo en tono de venganza.
Mientras el avión descendía, se sacó los zapatos, estiró las piernas sobre un banquito de cuero color crema e hizo la señal de la cruz. Las luces de la ciudad habían quedado atrás cuando rompió el silencio: “En el 2014 puedo hacer la maldad que quiera. La maldad más elástica, más impensable, más maquiavélica. No otorgar credenciales, prohibir el acceso, cambiar el horario de los partidos. ¿Y sabe qué sucederá? Nada. ¿Sabe por qué? Porque yo me voy en el 2015. Y ahí se acabó.”
english version
varanda do Hotel Baur au Lac foi construída, em 1844, de maneira a oferecer aos hóspedes uma paisagem inspiradora: o jardim aparado com esmero em primeiro plano, depois o lago sereno e, ao fundo, os Alpes soberbos. Milionários bronzeados que pilotam Jaguar são habitués do hotel, no centro de Zurique. Eles costumam ser acompanhados por senhoras que portam dois relógios de brilhante no mesmo braço (um que marca a hora local e o outro com o fuso do país de onde vêm). Ou então por loiras magras que bebem Campari com gestos lentos. Em maio, o hotel estava cheio de dirigentes da Fédération Internationale de Football Association, a Fifa, que realizava o seu 61º congresso na capital da Suíça.
Num começo de tarde, Ricardo Teixeira, o presidente da Confederação Brasileira de Futebol, a CBF, tomava champanhe sentado de costas para o jardim. A seis dias da eleição do novo presidente da Federação, ele falava de tudo um pouco, com animação: das dificuldades do ministro Antonio Palocci para explicar o seu patrimônio, da blitz da Lei Seca que pegou o senador Aécio Neves ao fim de uma noitada, da despedida de Ronaldo Fenômeno da Seleção, dali a alguns dias.
Parecia imune à catadupa de incriminações de corrupção dos dirigentes da Fifa – ele inclusive, e com realce. David Triesman, ex-presidente da Federação Inglesa de Futebol, dissera que Ricardo Teixeira lhe pedira dinheiro para votar na Inglaterra para sede da Copa de 2018. O cartola britânico contou que o colega o abordou durante o jogo do Brasil com a Inglaterra, no ano passado, e lhe disse: “O Lula não é nada, venha aqui e diga o que você tem para mim.”
Quando o assunto surgiu, no terraço do Baur au Lac, ele apertou os olhos, franziu o nariz como se tivesse sentido um odor pestilento e emitiu um “pffffffffffff”, enquanto girava a cabeça para o lado. O gesto se repete todas as vezes em que se fala de uma acusação a ele, ou da hipótese de um estádio não ficar pronto a tempo da Copa no Brasil.
“Minha filha, você acredita em tudo que sai na imprensa?”, perguntou, sarcástico. “Esquece, isso é tudo armação. Esses ingleses estão putos porque perderam, eles não se conformam. Olha para mim e me fala se eu diria uma bobagem dessas. Que eu ia dizer que o Lula era nada. E pedir suborno em tribuna, na frente de todo mundo. Faz favor, né?”
Discorreu então sobre o domínio colonial e o imperialismo britânico. Classificou os ilhéus de “piratas do mundo”, relatou casos da empáfia da Loira Albion e lembrou até de falar mal da comida inglesa. “Esse Triesman está tendo que explicar na Justiça como gastou 50 milhões de dólares, sendo 15 do governo, na candidatura da Inglaterra”, prosseguiu, sublinhando as moedas. “É uma quantia absurda, não se explica. Nós gastamos 3 milhões de reais e levamos 2014. Eles não engolem isso, percebe?”
utra acusação foi feita pelo jornalista Andrew Jennings, no programa Panorama, da BBC. Ele apresentou uma lista de dirigentes da Fifa, entre eles Teixeira e João Havelange, que teriam recebido 100 milhões de dólares, ao longo dos anos 90, de uma empresa de marketingesportivo chamada ISL. Em troca, os cartolas teriam concedido benesses à companhia na venda de direitos de transmissão de campeonatos.
Teixeira, afirmou o repórter inglês, recebeu 9,5 milhões de dólares, por meio de uma empresa de fachada. Jennings disse que um tribunal suíço obrigara o brasileiro a devolver o suborno, o que significava admitir o crime. “Ah é? Devolvi dinheiro? Então, cadê? Por que ninguém mostra?”, perguntou Teixeira. Porque, segundo a BBC, o processo foi encerrado com um acordo extrajudicial que garantiu o anonimato dos acusados. “Eu nem era do Comitê Executivo nessa época, iam me subornar para quê?”
Juntou-se à mesa a mulher de Ricardo Teixeira, Ana Carolina Wigand, uma morena de 34 anos, trinta mais nova que ele, e a filha do casal, Antônia, de 11. Falou-se da cidade, do clima, do hotel. O presidente abraçou a filha, uma menina espevitada que o beijava e acariciava os cabelos dele. Brincando, ele disse que a proibiria de sair à rua de roupa curta.
Quando as duas se foram, ele voltou ao assunto. Disse que Jennings, autor de um livro sobre corrupção na Fifa, era um “fanfarrão” que vivia de palestras. “Minha querida, presta atenção, raciocina”, pediu, “a BBC é estatal, é do governo, entende? É interesse do governo inglês anular a escolha da Rússia e tirar o Brasil do páreo, porque eles acham que podem nos substituir na última hora. É tudo orquestrado, percebe?”
Quando quer que fixem o que diz, Teixeira faz “psssiiii” e põe o dedo indicador na altura da boca. Ele costuma chamar mulheres e homens de “meu amor”, com acentuado sotaque carioca: “Meu amor, já falaram tudo de mim: que eu trouxe contrabando em avião da Seleção, a CPI da Nike e a do Futebol, que tem sacanagem na Copa de 2014. É tudo coisa da mesma patota, UOL, Folha, Lance, ESPN, que fica repetindo as mesmas merdas.”
Uma garçonete se aproximou e recolheu os copos. “O Lula me falava: ‘Eu não vejo essa Globo News porque só dá traço’”, disse, referindo-se à baixa audiência da emissora. “Então, esse uolsó dá traço. Quem lê o Lance? Oitenta mil pessoas? Traço! Quem vê essa espn? Traço!”
Ele concorda com um raciocínio que José Bonifácio de Oliveira Sobrinho, o Boni, teria feito no tempo em que dirigia a Rede Globo. Certa vez, falaram-lhe que um avião caíra e centenas de pessoas morreram. Boni teria dito que, se o Jornal Nacional não noticiasse, para todos os efeitos o avião não teria caído. “Portanto, só vou ficar preocupado, meu amor, quando sair no Jornal Nacional”, disse Teixeira.
os 64 anos, o mineiro Ricardo Terra Teixeira está há 22 à frente da CBF. É também presidente do Comitê Organizador da Copa de 2014 e membro do Comitê Executivo da Fifa. Dito de outro modo: ele é o chefe do futebol brasileiro, o cartola-mor.
É Teixeira quem decide onde, quando e a que horas os clubes jogam. No que toca à Seleção, ele define o cachê de um amistoso, a emissora que o transmite, e é quem fecha os acordos milionários com os patrocinadores. É quem dá ou não credenciais para que jornalistas possam trabalhar nos estádios. E quem nomeia o técnico da equipe brasileira.
Na próxima Copa, Teixeira influenciará na escolha dos estádios, dos lugares de concentração das equipes estrangeiras, e poderá palpitar sobre qualquer obra pública ligada ao Mundial.
Filho de um funcionário do Banco Central e de uma dona de casa, Teixeira nasceu em Carlos Chagas, no interior de Minas Gerais. Foi criado em Belo Horizonte, mas ainda na infância se mudou para o Rio. Estudou no Santo Inácio, escola tradicional carioca onde aprendeu francês com um padre (se comunica bem em portunhol e tem um inglês infrabásico).
Na adolescência, chegou a integrar a equipe de vôlei do Botafogo. Futebol nunca foi o seu forte. Torce pelo Atlético Mineiro e pelo Flamengo. Em 1968, ele estava no Centro de Preparação de Oficiais da Reserva, o CPOR, de onde observou a radicalização da ditadura militar.
Aos 19 anos, em um baile de Carnaval em Teresópolis, foi apresentado a Lúcia, filha de João Havelange, o presidente da Confederação Brasileira de Desportos, organização que antecedeu a CBF. Começaram a namorar, casaram-se cinco anos depois e tiveram três filhos. Abandonou o curso de direito, no 4º ano, para trabalhar em uma financeira de Belo Horizonte, o que o obrigava a viver na ponte aérea.
Quando fala de seu período como operador do mercado financeiro, ele se deleita em lembrar como vendia ações desacreditadas e triplicava o investimento. “Eu ganhava muito mais do que hoje”, disse. “Era como se eu ganhasse um Dodge Charger RT por dia.” Graças aos contatos de João Havelange, fez cursos e estágios em Zurique e em Nova York. Foram as suas primeiras viagens ao exterior.
Para explicar como saiu do mercado financeiro e virou cartola de futebol, Teixeira é sucinto: “Foi o rumo natural das coisas.” No relato de João Havelange, porém, foi ele o Merlin que ensinou e preparou o genro para as artes da cartolagem. Em 1989, Teixeira foi eleito presidente da CBF. Ao falar da Confederação ou da Seleção, Teixeira emprega a metonímia “eu”: “Eu tive que pagar”, ou “Eu tenho 120 milhões em caixa”, ou “Eu tinha que ganhar aquela Copa”, ou “Eu não queria abrir a Copa da Alemanha”.
Teixeira é pródigo em citações folclóricas, que atribui sempre a sua mãe, qualquer que seja o assunto. “Mamãe, que era mineira, sempre dizia...”, ele começa, e daí segue: “o que não tem remédio, remediado está”, “aqui se faz, aqui se paga”, “macaco senta no próprio rabo para falar do dos outros”, “nada como um dia após o outro”, “a vida é fácil, a gente é que complica”. Sua expressão predileta para falar da imprensa esportiva é: “Isso é de quinta categoria!”
Ele tem as feições pouco marcadas, rechonchudas. Como anda um pouco curvado, devagar e tem pigarros recorrentes, aparenta mais idade. Parece estar sempre irritado porque, mesmo relaxado ou de bom humor, mantém o cenho contraído, como se o sol do meio-dia ou uma forte dor de cabeça lhe atingisse em cheio a fronte. Quando se desarma, ou toma uma taça a mais num fim de noite, é espirituoso e atencioso com todos. Ele se veste de maneira formal, padrão: calça marrom, camisa branca, blazer azul com botões dourados e gravata vermelha. Antes de se casar – sua mulher contou – usava sapato preto com meia soquete branca.
Em dez dias de convivência, riu às lágrimas em duas ocasiões. Na primeira, ao contar a história, que jurou ser verdadeira, de duas brasileiras do interior que entraram num elevador do Hotel Plaza, em Nova York, com o jogador de basquete Michael Jordan e o cachorro. Sem saber de quem se tratava, e alertadas para a violência na cidade, vinda dos negros, elas se agacharam em pânico quando ele ordenou sit! ao animal. A outra foi sobre ladrões portugueses que, ao explodir um caixa eletrônico, botaram fogo no dinheiro.
presidente entrou às sete e meia da noite num dos seus restaurantes preferidos, o Zeughauskeller. Especializada em salsichão, chucrute e batata rosti, a casa tem a decoração rústica dos Alpes, com mesas longas e bancos de madeira pesada. Foi recebido em espanhol pela dona, que o conhecia pelo nome e o encaminhou a uma mesa reservada para quinze pessoas. Sentou-se, tirou a gravata e arregaçou as mangas.
Os convivas eram cartolas de confederações sul-americanas, suas esposas e assessores. Parecia um jantar do elenco do seriado Chapolin, com muita tinta acaju, pulseiras de prata, calças de tergal e sobrancelhas feitas com um risco em forma de meia-lua. Estava lá o octogenário Julio Grondona, jefe da Associação do Futebol Argentino. Ele é acusado de ter ganho 78 milhões de dólares para votar no Catar para sede da Copa de 2022.
Também apareceu Nicolás Leoz, um paraguaio de 82 anos que preside a Confederação Sul-Americana de Futebol, a Conmebol. Além de ter recebido suborno da ISL, diz-se que ele teria pedido um título de nobreza a David Triesman, em troca de seu voto pela Inglaterra. “Don Leoz, donde está su corona?”, gritou-lhe Teixeira, trazendo à baila o almejado título de sir. Leoz fez um bico de muxoxo e levantou os braços sobre a cabeça, fingindo estar sendo coroado, e todos gargalharam. “Se nos devolverem as Malvinas, eu voto em qualquer coisa!”, gritou Grondona, que usa um anel de ouro no mindinho com a expressão Todo pasa.
Em Zurique, Teixeira anda sempre com os latinos. Quando não estava com a família, sua companhia mais frequente eram cartolas uruguaios, argentinos e paraguaios. Mesmo durante a maior crise da história da Fifa, permaneceu à margem de reuniões da cúpula da entidade – como a que ocorreu às vésperas da eleição, quando um grupo virou a noite ajudando Joseph Blatter a preparar seu discurso.
Depois do jantar, Teixeira – apesar da locomoção vagarosa – quis voltar a pé para o hotel. Em 1998, caiu do cavalo, foi operado e lhe colocaram uma placa de ferro na coxa, o que lhe encurtou em 2 centímetros a perna direita. Ele enfrenta o problema usando sapatos feitos sob medida, por “um cara em Olaria”, com um salto interno para compensar a diferença.
À medida que percorria a Bahnhofstrasse, a rua das lojas de luxo, comentava o que via nas vitrines: “Não gosto dessa roupa, acho brega”, “Olha que diferente isso”, “Essa loja é nova”, “Nessa aqui você acha tudo quanto é tipo de perfume”, “Olha que coisa bem bolada esses chocolates”. Na esquina do Baur au Lac, ele parou, com as mãos enfiadas nos bolsos do paletó, e se espantou: “Ah, não. Olha isso! Casaco de pele a mil euros? Tenho que comprar. Não é possível esse preço.”
Parecia cansado, mas sugeriu que tomássemos um último café no salão de chá. Meio em inglês, meio em espanhol, pediu um expresso com um pouco de água quente em separado. Eram seis da tarde no Brasil e o celular de Rodrigo Paiva, diretor de comunicação da CBF, tocava sem parar. Em quarenta minutos, ele havia atendido treze telefonemas, e escutara perguntas sobre o atraso do salário da Seleção Brasileira de Futebol Feminino, o suposto achaque ao dirigente inglês e os gastos da Confederação.
Quando Paiva desligou, Teixeira se aprumou na cadeira, como se tivesse descansado o suficiente, e disse: “Que porra as pessoas têm a ver com as contas da CBF? Que porra elas têm a ver com a contabilidade do Bradesco ou do HSBC? Isso tudo é entidade pri-va-da. Não tem dinheiro público, não tem isenção fiscal. Por que merda todo mundo enche o saco?”
Ao assumir a presidência, Teixeira abriu mão de toda a receita pública, inclusive de dividendos da loteria esportiva, uma das principais fontes de renda da entidade. Também abdicou dos ganhos pelo uso da imagem dos times, e deixou que o lucro de bilheteria ficasse para os clubes. Ao contrário do Comitê Olímpico Brasileiro, cujas verbas são públicas, na CBF não há dinheiro do Estado.
Ele conta que, ao assumir o cargo, encontrou a Confederação em petição de miséria. Até a Taça Jules Rimet estava penhorada. Houve ocasiões em que jogadores só entraram em campo depois de ver, literalmente, a cor do dinheiro de seus salários atrasados. Diz que saneou as contas graças a sua experiência no mercado financeiro. Hoje a entidade tem 120 milhões de reais em caixa, jatinho, helicóptero e um terreno na Barra, estimado em 25 milhões de reais, destinado à construção de uma nova sede. No seu mandato, a Seleção chegou à final da Copa três vezes, venceu duas e ganhou a Copa América em cinco ocasiões.
No final de 2009, ele encomendou uma pesquisa ao Vox Populi. Das 2 500 pessoas entrevistadas em 150 municípios, 53% disseram que o seu trabalho na CBF era ótimo ou bom. Mais da metade considerou que o Campeonato Brasileiro de Futebol estava mais organizado. E a maioria se disse favorável às mudanças que o presidente implementou, como o ponto corrido, a quantidade de times da serie a e o fim do mata-mata. “Só jornalista fala mal de mim”, ele disse.
Todos haviam terminado o café. Um representante da empresa Match, que negocia os pacotes de hospedagem e entradas para a Copa, quis saber se, na entrevista agendada com a Rede Globo, haveria perguntas sobre os preços, considerados estratosféricos, de hotéis e restaurantes no Brasil. “Não vai ter isso, não: está tudo sob controle”, respondeu Teixeira. Quase à uma da manhã, ele se despediu. Antes de entrar no elevador, comentou: “E essa coisa da Dilma doente? Não quero nem pensar.”
naugurada há dois anos, a sede da Fifa em Zurique custou 250 milhões de dólares. Em uma área de 44 mil metros quadrados, o prédio de três andares tem outros cinco pisos subterrâneos, sala de meditação, capela ecumênica, academia de ginástica e um campo de futebol oficial. O piso do saguão da entrada é forrado com granito e lápis-lazúli importados do Brasil. Era meio-dia quando Teixeira saiu de uma reunião e checou a programação do dia com seu secretário particular.
Alexandre Silveira o acompanha há dezoito anos. Carrega sua mala, celular e computador, tem sempre duas gravatas do patrão à mão, completa as suas frases, faz ligações, organiza a sua agenda, e tudo o mais que lhe for pedido, com a eficiência de alguém treinado no cerimonial do Palácio de Buckingham – e sem jamais ouvir um “por favor” ou um “obrigado”. Ex-telefonista da CBF, ele é jovem, baixo, só anda de terno e passa mais tempo com o chefe do que com a mulher e a filha de 7 anos. José Serra uma vez o confundiu com o ministro Orlando Silva, dos Esportes, e o cumprimentou efusivamente.
Breno Silveira e Andrucha Waddington, da Conspiração Filmes, registraram os bastidores da Copa na Alemanha, em 2006. No DVD com a primeira montagem das imagens, pode-se ver Ronaldo Fenômeno sem camisa, com 91 quilos de músculos, enquanto a imprensa o chamava de gordo (hoje ele pesa cerca de 110 quilos). Também chamam a atenção as cenas no vestiário que mostram o ambiente pesado, de derrota inevitável, ainda no intervalo da final contra a França.
No carro, a caminho do almoço, Teixeira falou que quer fazer um filme em 2014 cujo tema seja “a Copa que perdeu e a Copa que ganhou” (pressupondo que na próxima a Seleção vencerá). Queria ter feito isso no Mundial passado, mas Dunga proibiu que os cineastas se aproximassem dos jogadores, o que o irritou sobremaneira. No banco de trás, Rodrigo Paiva observou que deveriam pedir o copião do que fora gravado, e Teixeira o atalhou: “Pedir porra nenhuma, o filme é nosso, as imagens são minhas.”
Com a temperatura de 18 graus, o presidente quis ficar no terraço do restaurante italiano Bindella. Naquela manhã, uma nota de cinco linhas na Folha de S.Paulo noticiava que o processo conhecido como “voo da muamba”, no qual ele era réu, havia sido arquivado, dezessete anos depois de iniciado. “São uns filhos da puta, nem colocaram que não tinha a coisa do meu bar”, disse.
O avião que trouxe a Seleção de volta ao Brasil, depois de ganhar a Copa do Mundo nos Estados Unidos, em 1994, tinha na bagagem 17 toneladas de compras de jogadores, cartolas e convidados. Teixeira foi acusado de pressionar um funcionário para liberar a carga sem vistoria. “Falaram que eu tinha trazido material contrabandeado, o caralho”, lembrou. “Agora, sabe por que isso tudo aconteceu? Porque não deixei que a imprensa entrasse no avião e porque o secretário da Receita, o Osíris Lopes Filho, ia ser demitido.”
O garçom, que falava português, interrompeu a conversa para anotar os pedidos. Ele quis burrata com presunto cru, uma massa bem cozida (“Detesto al dente, sinto gosto de farinha”, disse) e vinho tinto. Teixeira não gosta de peixe, dispensa frango e não come nada verde.
Explicou que Osíris seria exonerado por Itamar Franco, por ter “falado umas merdas sobre a Petrobras”. De fato, em julho daquele ano, numa palestra, o secretário da Receita disse que a estatal devia o equivalente a 1 bilhão de dólares em impostos.
“Aí, foi tudo armado”, prosseguiu. “Descemos no aeroporto, o povo da Receita falou para deixarmos as bagagens, que eles iam guardar e dali a três dias devíamos voltar para pegar. A CBF pagaria todo o imposto, como pagou depois, mas o seu Osíris armou para mostrar serviço, posou de arauto da moralidade, a imprensa comprou a história e nós nos fodemos.”
Havia toda sorte de eletroeletrônicos e eletrodomésticos a bordo. Falou-se que o jogador Branco havia trazido uma cozinha inteira e que Teixeira incluíra na bagagem chopeiras para seu bar no Jockey Club, no Rio. “Essas chopeiras vieram da Nova Zelândia”, disse ele. “Então, presta atenção: o gênio aqui conseguiu entrar com esse material contrabandeado ilegalmente nos Estados Unidos, depois sair dos Estados Unidos ilegalmente, e entrar no Brasil também ilegalmente, até ser descoberto?” Dias depois, em Brasília, encontramos por acaso Henrique Hargreaves, chefe da Casa Civil do governo Itamar Franco, que confirmou a versão de Teixeira.
á mais de quarenta anos, Jean-Marie Faustin Goedefroid de Havelange se hospeda no Hotel Savoy. Não gosta da badalação do Baur au Lac. Num fim de tarde, ele chegou ao saguão para a entrevista com pontualidade suíça. Aos 95 anos, mantém o porte reto e senhorial. Sempre de terno, chama a todos de mais de quinze anos de “senhor” ou “senhora”. Para expor seus argumentos, usa o método socrático: faz perguntas cujas respostas já sabe, mas deixa que o interlocutor chegue a elas por conta própria.
Havelange é talvez o maior responsável pela transformação da Fifa numa potência. Ao assumir a sua direção, contou ter encontrado 20 dólares no caixa. Foi um dos primeiros a perceber, nos anos 70, que o futebol tinha a vocação de se transformar, com as transmissões ao vivo, via satélite, num espetáculo mundializado, atraindo patrocinadores multinacionais. Com a vantagem de, ao contrário das Olimpíadas, o futebol não ser contaminado pela política da Guerra Fria, já que os Estados Unidos não se interessavam pelo esporte.
Mas seria preciso que a Federação, de origem europeia e bem de vida, incorporasse países pobres. Alterou então o critério de eleição para presidente, dando o mesmo peso dos europeus aos votos da África, do Caribe e da Ásia. Destinou-lhes também verbas para organizarem estruturas nacionais. Assim, consolidou o seu poder. Hoje, a Fifa fatura 4,6 bilhões de dólares só com o Mundial.
No Savoy, Havelange disse que, se teve algum sucesso, foi porque nasceu no Brasil, onde “aprendemos a lidar desde o berço” com diferenças de raça e religião. Lembrou-se do primeiro congresso da Fifa que organizou, em 1974: “A senhora acha que um inglês dá beijo num preto? Um alemão dá? Pois todo africano que entrava no congresso, eu e minha mulher, Anna Maria, beijávamos todos.”
A escolha do Brasil para sediar a Copa do Mundo passa pela relação de Havelange com os cartolas africanos. Em troca do apoio que teve durante os anos à frente da Fifa, Havelange havia conseguido, já em 2006, a maioria dos votos para que a África do Sul fosse a sede da Copa. Em contrapartida, os africanos apoiariam a candidatura brasileira na eleição seguinte.
Na última hora, no entanto, numa atitude suspeitíssima, o representante da Nova Zelândia votou em branco, e a Alemanha levou o Mundial de 2006. A Fifa mudou logo as regras de rodízio de continentes, de modo que a sede seguinte fosse na África e, na sequência, na América do Sul. Como a África do Sul e o Brasil eram os países mais ricos dos seus continentes, não tinham como perder. E não perderam.
As denúncias de corrupção não lhe fizeram mossa. Para Havelange, tratava-se de maquinações para desestabilizar candidatos, de disputa política por um cargo cobiçadíssimo. “Quem não quer sentar nessa cadeira com os recursos e o poder que a Fifa tem hoje?”, perguntou.
Ele descreveu Ricardo Teixeira assim: inteligência acima da média, observador, calado “como um bom mineiro”, tem sempre uma pessoa dele infiltrada nos lugares que importam (“O que faz com que esteja sempre bem informado”) e capacidade de aguentar desaforos e planejar o troco para mais tarde. “O Ricardo é o quê? Mineiro, não é? O Aécio é amigo dele, não é? Onde você acha que vai ser a abertura da Copa do Mundo?” “Em Belo Horizonte”, concluí. “Isso é o Ricardo, nós é que somos bobos”, ele comentou.
Quando o casamento de sua filha acabou, Havelange rompeu com Teixeira. Ninguém da família podia pronunciar o nome dele na sua frente. “Um dia minha mulher, Anna Maria, me disse: ‘Não te esqueças que ele é o pai dos teus netos’”, contou. “E aí apaguei tudo. Voltei a me relacionar como se ele ainda estivesse casado com a minha filha. Porque neto é neto. Bisneto é bisneto.”
Por isso, tentará o que lhe estiver ao alcance para fazer o ex-genro chegar à presidência da Fifa, em 2015: “O Ricardo queria se apresentar agora, mas eu disse a ele: ‘Faz uma Copa do Mundo de qualidade, trata todo mundo de maravilha, vão votar em você por agradecimento.’”
erguntei se Teixeira precisava dele para se eleger. “Claro que não, burro é uma coisa que ele não é”, respondeu Havelange. “Se a senhora um dia tivesse que definir a malandragem, no bom sentido, claro, ela se chamaria Ricardo Teixeira.”
Ele acha, contudo, que o seu herdeiro deveria ter mais paciência para cultivar as pessoas, como ele próprio fez. E poderia se preocupar um pouco mais em não melindrar certos ânimos. Contou que, certa vez, Joseph Blatter foi de jatinho à Etiópia. E ele fez uma ponderação ao seu sucessor na Fifa: “Não se anda em país pobre de jatinho. Pega um avião comum, salta pela frente, todo mundo respeita. É essa sensibilidade que se tem que ter.”
Depois de quase duas horas sentado, Havelange sentiu uma fisgada no pé. Apesar de ainda nadar 1 200 metros diariamente, teve uma fissura no osso do tornozelo. Gentilmente, encerrou a entrevista. Sua observação final foi a seguinte: “O Ricardo é sozinho. Deveria ter alguém para confiar, para se détendre.”
Jornalistas esportivos me disseram que a CBF privilegia repórteres e veículos de comunicação que preservam Teixeira. E procura restringir o acesso daqueles que o criticam. Em Zurique, o presidente conversou por duas vezes com advogados sobre a possibilidade de negar credenciais para jogos da Seleção Brasileira. Foi orientado a conceder pelo menos uma aos desafetos, de maneira a não se caracterizar a discriminação.
Uma equipe da BBC mandara mais de dez pedidos de entrevista a Teixeira, para uma reportagem que fariam no Brasil sobre a Copa de 2014. “Eu vou infernizar a vida deles”, explicou. “Enquanto eu estiver na CBF, na Fifa, onde for, eles não entram.” Apesar de a reportagem da BBC e de o depoimento do inglês David Triesman terem ocupado a primeira página de dezenas de jornais, Teixeira não buscou reparação na Justiça. Um advogado francês lhe disse que um processo contra a BBC lhe custaria, no mínimo, 500 mil dólares. “Fora isso, tem que ir lá, dar depoimento, aquela coisa toda, muito trabalho”, comentou.
No Brasil, suas investidas judiciais têm um alvo preferencial, o comentarista Juca Kfouri, a quem já processou mais de cinquenta vezes. “Dele, eu não deixo passar nada”, afirmou. “Outro dia, recebi um dinheiro dele. Mas eu doo para a caridade. Na próxima que ganhar, vou publicar no site da CBF um agradecimento.”
A desavença entre ambos, contou, tinha uma origem pessoal. Antes de se divorciar da filha de Havelange, correu o rumor de que uma amante de Teixeira havia morrido em um desastre de carro, em Miami. Kfouri noticiou a história, provocando um terremoto em sua vida familiar que culminou com o fim do casamento.
Kfouri disse que o cartola usa a história como pretexto para atacá-lo, e que a origem real do conflito foi o fato de ele ter noticiado as “relações promíscuas” de Teixeira com a Nike. “A estratégia dele é me processar por qualquer coisa, na tentativa de convencer meus empregadores que eles gastam muito com advogados para me defender, e me mandem embora”, disse Kfouri. “Ele não pode achar que pode agir como quiser à frente do futebol, sem que ninguém fale nada. Na camiseta da Seleção não está escrito Teixeira.”
No terraço do Bindella, a mesa aguardava a sobremesa enquanto Rodrigo Paiva atendia mais chamadas de repórteres brasileiros. Queriam saber o que o presidente pensava da tentativa do deputado Anthony Garotinho, da bancada evangélica, de aprovar uma Comissão Parlamentar de Inquérito para investigar a CBF e a organização da Copa do Mundo. “Ele está trabalhando para a Record”, disse Teixeira.
As relações de Teixeira com a Record ficaram atritadas no ano passado, quando a rede mantida pela Igreja Universal do Reino de Deus tentou tirar da Globo o direito de transmissão do Campeonato Brasileiro. Falava-se que a Record ofereceria 1 bilhão de reais aos vinte maiores times, congregados no chamado Clube dos 13. E a Globo, com o apoio da CBF, passou a negociar individualmente com os clubes. Logo de início, acertou-se com o Flamengo e o Corinthians, cujos dirigentes são bastante próximos de Teixeira. No fim, a maioria renovou com a Globo e a Record, novamente, ficou sem futebol.
“A partir daí, o Garotinho começou com essa coisa de montar CPI”, disse Teixeira. Em março, o ex-governador do Rio conseguiu reunir as assinaturas para formar uma Comissão sobre a Copa. Pego de surpresa, o presidente da Confederação voou para Brasília, peregrinou pelos gabinetes e conseguiu demover muitos parlamentares. “Todo mundo que era do PT e havia assinado voltou atrás quando viram que aquilo era um absurdo”, disse.
No futuro, Teixeira considera montar uma estrutura jornalística própria, que produzirá conteúdo de interesse da CBF. Seja para responder aos ataques dos críticos, seja para comercializar o acesso privilegiado que a entidade tem sobre os jogadores.
ntes de pagar a conta no restaurante, Teixeira falou pelo telefone com Evandro Guimarães, lobista da Globo em Brasília. Trocou ideias sobre inseminação de bovinos, uma de suas mais novas atividades. Sua fazenda, no interior do Rio, produz 10 mil litros de leite por dia e os laticínios do presidente são consumidos em diversos restaurantes cariocas. Ele também vende doce de leite, ricota, queijo de minas, parmesão e requeijão (o melhor produto, no seu entender). O negócio é rentável? “Não sou de jogar dinheiro fora”, respondeu.
Perguntado sobre quem são seus melhores amigos, ele disse: “O Rico, o Beto, a Joana e a minha mulher.” São os seus três filhos mais velhos, que, assim como seu irmão e seu cunhado, também estão no ramo dos negócios do futebol. Para ilustrar sua visão da amizade, inventou uma pequena fábula: “Se você está na merda, vão falar: ‘Coitado do Ricardo, vamos dar uma mão para ele.’ Mas aí, todo mundo volta para casa, não ajuda e finge que esqueceu o assunto”, disse. “Agora, pense na situação inversa: ‘Porra, o Ricardo está bem pra caralho, que sucesso.’ Pode ter certeza que vai ser aquele que você acha que é seu melhor amigo quem vai dizer primeiro: ‘Também, roubando, quem não fica bem?’”
Ele disse que não se incomoda com as acusações de corrupção: “Não ligo. Aliás, caguei. Caguei montão.” Como Tom Jobim, ele acha que os brasileiros lidam mal com o sucesso alheio. “O neguinho do Harlem olha para o carrão do branco e fala: ‘Quero um igual’”, raciocinou. “O negro não quer que o branco se foda e perca o carro. Mas no Brasil não é assim. É essa coisa de quinta categoria.”
Ao sair do Bindella, quis novamente andar até o hotel. “Preciso dar essa caminhadinha para fazer a digestão”, justificou. Em frente à loja dos casacos de pele, mais uma vez se mostrou intrigado: “Olha o casaco, ainda está lá. Será que o preço é esse mesmo?”
No salão de chá do Baur au Lac, o argentino Julio Grondona estava esparramado numa poltrona, com o rosto afogueado. “Ah, fui ver os vitrais do Chagall, comi um risoto maravilhoso, bebi uma garrafa de Chianti e brindei à eleição da Fifa”, disse, caindo na gargalhada.
Teixeira pareceu surpreso ao saber que um dos principais pontos turísticos de Zurique, os vitrais de Marc Chagall, ficava a menos de 500 metros do hotel. Ainda que frequente a cidade há mais de trinta anos, seus trajetos são inalteráveis: hotel, Fifa, os mesmos restaurantes, onde é atendido pelos mesmos garçons – a quem pede os mesmos pratos. As paisagens deixaram de deslumbrá-lo.
Às cinco e meia da tarde, Teixeira disse que precisava dar uns telefonemas, avisou que jantaríamos às oito e subiu para o quarto. Eduardo Deluca, o secretário-geral da Confederação Sul-Americana de Futebol, falou então sobre o companheiro: “Você conhece alguém que tenha esse cargo, essa projeção e sobre o qual não inventem as mesmas histórias? Ele é um candidato fortíssimo para 2015, por isso o atacam. Estamos fechados com ele.” Deluca é uma figura pantagruélica, de fala monocórdia, cujos olhos parecem boiar no vazio.
O presidente, a mulher, as duas filhas, Rodrigo Paiva e o secretário Alexandre Silveira foram jantar no Dézaley, que serve uma das fondues mais elogiadas da cidade. Instalaram-se numa mesa de fundos, o garçom lhes deu boas-vindas em português e anotou os pedidos.
“Olha aqui, tenho uma notícia fresquinha”, anunciou o cartola à mulher enquanto lhe passava um maço de folhas de papel. “A Federação inglesa mandou um relatório agora à tarde para a Fifa dizendo que não tenho nada com aquilo de pedir suborno para o inglês, lê aí.”
Quando chegou a fondue, Teixeira dizia que o documento seria mostrado à imprensa dali a três dias, durante uma entrevista coletiva. “Mas que absurdo. Vão deixar você apanhar até lá?”, perguntou Ana. “Tanto faz para mim”, respondeu ele. Sua filha mais velha, Joana Havelange, de 34 anos, só escutava a conversa. Ela é loira, alta e gosta de roupas pretas. Foi nomeada pelo pai diretora-executiva do Comitê Organizador da Copa.
Nos almoços e jantares com Ricardo Teixeira (que nunca me permitiu pagar nem um café em sua companhia), todos são instados a dar palpites sobre a burocracia do futebol, sobretudo da Copa, e a comentar fofocas políticas. São raros os momentos de intimidade, como quando a caçula Antônia abraçou o pai e disse que ele era lindo, tinha um cabelo maravilhoso e que não deveria cortá-lo. Derretendo-se, ele deixou a cabeça descansar no ombro da menina.
Quando a conta chegou, Teixeira sacou a carteira Gucci, que só tem cartões de crédito e nenhuma nota de dinheiro. Ajeitou os óculos na ponta do nariz e perguntou, atarantado: “O que é trinkgeld?” Quando soube que se tratava da gorjeta, contou que uma vez teve um cartão recusado porque se confundiu com os números da senha, ainda que o limite fosse de 600 mil reais.
Perto da meia-noite, o grupo andou até a ponte do rio Limmat e parou na frente do relógio da catedral de Fraumünster. Estavam munidos de pedaços de pão velho, trazidos do restaurante, que foram jogados ao vento, caíram e boiaram na água cristalina do rio. “Dou pão aos patos aqui desde 1974”, disse Teixeira, suspirando. Na Bahnhofstrasse, ele chamou a atenção da filha: “Toninha, olha esse casaco: mil euros! Eu vou comprar!”
m 1997, Ricardo Teixeira se separou de Lúcia Havelange e engatou um namoro com a grã-fina Narcisa Tamborindeguy. Logo depois, conheceu Ana Carolina, que estudava administração na Pontifícia Universidade Católica. Ela esperava amigas no bar da El Turf, a boate dele. As amigas não chegaram e o cartola, sem se identificar, disse a um funcionário que pegasse o telefone da jovem de 19 anos. Dias depois, ligou. “Ele não ficou enrolando, disse que não era garoto, que não tinha tempo nem paciência para ficar de paquera e foi logo direto ao assunto”, contou Ana Carolina.
Passaram semanas até que ela consentisse em marcar um encontro. Foram jantar e, na hora de deixá-la em casa, beijaram-se. Ela gostou, mas Teixeira deu-lhe um gelo. “Depois daquilo, ele me ignorou totalmente, e aí eu fiquei com a pulga atrás da orelha: quem era ele para fazer aquilo comigo?”, disse.
Ana Carolina comentou que mexera recentemente numa caixa de fotos antigas. Ficou surpresa com as mudanças físicas do marido, ocorridas em tão pouco tempo: “O pescoço, a pele, tudo; o cabelo era grisalho e agora é todo branco.”
Passaram-se outras tantas semanas até que começassem a namorar. Aí veio Paris. Com um sorriso eloquente, ela lembrou a primeira viagem que fizeram juntos. Jantaram no Jules Verne, o restaurante da Torre Eiffel, e depois, caminhando para o hotel, ocorreu, segundo ela, uma das cenas mais românticas do casamento. “Tinha uma cigana vendendo rosas. Ele perguntou quanto era, ela disse que eram 10 francos, acho, ele pegou uma nota de 500, deu a ela e pegou uma rosa”, contou, encarando o marido, que ficou todo o tempo de cabeça baixa, examinando algo invisível nas mãos. “Aí, ele pegou a rosa, deu para a cigana, pegou o balde inteiro de flores e me deu.” Teixeira continuava vexado. Quando perguntei o que lhe havia chamado a atenção em Ana Carolina, ele não respondeu (para desconsolo da mulher).
quatro dias da eleição da nova diretoria da Fifa, uma equipe da Globo foi mandada de Londres para Zurique para fazer uma reportagem sobre os preparativos da Copa. Executivos da Federação, inclusive Teixeira, falaram longamente sobre as obras de infraestrutura no Brasil, a construção dos estádios e as cidades-sede dos jogos. Apesar de todas as denúncias sobre corrupção e suborno, nenhuma pergunta foi feita sobre o assunto pela Globo.
Durante a CPI da Nike, em 2001, a rede levou ao ar uma reportagem no Globo Repórter sustentando que a renda de Ricardo Teixeira era incompatível com o seu patrimônio e padrão de vida. A CBF anunciou pouco depois, do nada, uma mudança no horário de transmissão de uma partida Brasil x Argentina, clássico sul-americano que costuma bater recordes de audiência. Em vez de ser exibido no horário de praxe, depois da novela das oito, o jogo foi marcado para as 19h45.
“Pegava duas novelas e o Jornal Nacional. Você sabe o que é isso?”, cochichou-me Teixeira, no Baur au Lac, quando o caso foi relembrado. Como a Globo transmitiu a partida, amargou o prejuízo de deixar de mostrar diversos anúncios no horário nobre, o mais caro da programação. A partir daí, não houve mais reportagens desagradáveis sobre o presidente da CBF na Globo.
Teixeira quis almoçar de novo no Zeughauskeller. No caminho, o celular de Rodrigo Paiva tocou e, do Rio, alguém lhe contou que o prefeito Eduardo Paes havia divulgado que a sede do centro de imprensa da Copa seria na cidade. O anúncio, no entanto, deveria ter sido feito pelo Comitê Organizador, ou seja, por Ricardo Teixeira. O que se falou no carro é impublicável.
Chovia com intensidade e o celular de Paiva não parava. Em outro telefonema, alguém avisou que uma reportagem “bombástica” sobre Teixeira seria exibida, no domingo, na Rede Record. Ele reagiu amaldiçoando a emissora, jornalistas, sites noticiosos e a imprensa toda. Disse que não se preocupava porque o programa da rede da Igreja Universal “dava traço”. Achava até bom: “Quanto mais tomo pau da Record, fico com mais crédito na Globo.” Ao longo dos dias, porém, teve a sensação de que era injusto tomar bordoadas sozinho por causa de uma briga deletéria entre a Globo e a Record.
Quando o carro entrou na rua do restaurante, disse ao secretário para não se esquecer de “comprar as meias do vice-governador Pezão”. No Zeughauskeller, pediu cerveja e o estrogonofe de vitela. Depois, telefonou para o líder do PMDB na Câmara, Henrique Eduardo Alves, para reclamar de Garotinho.
Enquanto comia, disse que estava comprometido “desde sempre” com a reeleição de Joseph Blatter, que disputava com o milionário catariano Mohammed Bin Hammam. A filha Antônia, que saboreava batatas fritas, virou em direção ao pai com uma expressão de não ter entendido direito. “Ué, mas você não quer o Bin Hammam?”, ela perguntou. Teixeira fez um movimento brusco com o braço direito por debaixo da mesa. Quis ser discreto, mas a menina protestou, alto: “Ai, pai! Não me belisca!”
Houve um silêncio desajeitado. Teixeira voltou a comer, sua mulher a ler o cardápio e Antônia escreveu uma mensagem no smartphone. A menina passou o telefone para a mãe, que digitou alguma coisa antes de lhe devolver o aparelho. De olho na tela, Antônia riu e disse alto: “Desculpa.”
eixeira mandou o secretário ligar para Sandro Rosell, presidente do Barcelona, ex-diretor da Nike e seu padrinho de casamento. “Meu querido, boa sorte, tudo de bom, estamos torcendo demais”, disse-lhe. No dia seguinte, o Barcelona enfrentaria o Manchester, na final da Copa dos Campeões, em Londres, e Rosell havia convidado os Teixeira a assistir a partida na tribuna. O presidente não aceitou para evitar o assédio da imprensa inglesa.
Eles são amigos desde os anos 90, quando Rosell morou no Rio. Foi nessa época que a empresa se tornou fornecedora oficial do material esportivo das seleções do Brasil e uma grande patrocinadora da CBF. A relação entre a Confederação e a Nike foi investigada na Câmara e no Senado, e ficou meses a fio no noticiário.
“Aquilo só aconteceu para abafar a CPI do Eduardo Jorge: ela estava pronta, mas aí inventaram essa do futebol que, obviamente, ofuscou a outra”, disse Teixeira. Ele se referia ao secretário-geral da Presidência, no governo Fernando Henrique Cardoso. À época, Jorge foi envolvido no escândalo de superfaturamento de obras do Tribunal Regional do Trabalho, junto com o juiz Nicolau dos Santos Neto e o senador Luiz Estevão. (Nada ficou provado contra Eduardo Jorge, que processou e ganhou indenização de vários órgãos de imprensa que o acusaram.)
“Até o Ronaldo teve que depor na CPI da Nike”, prosseguiu ele. “E, no depoimento, um deputado ficou perguntando quem era o encarregado de marcar o Zidane. Isso é coisa para CPI?” Ao final da investigação, Teixeira foi indiciado por treze crimes, entre eles apropriação indébita, lavagem de dinheiro e sonegação fiscal. Todos os processos vieram a ser arquivados, a pedido do Ministério Público Federal. “Reviraram tudo e não acharam nada. Foi tudo arquivado. E aí? O Ministério Público é incompetente, então?”, disse.
A empresa Match alugara uma sala no hotel para que caciques da Fifa assistissem ao jogo do Manchester contra o Barcelona. Teixeira ajeitou-se numa cadeira na primeira fileira, em frente à televisão. Havia salgadinhos e bebida, mas ele tomou suco. Um cartola uruguaio lhe perguntou detalhes dos times brasileiros e ele respondeu de maneira lacônica: “Santos es muy fuerte. El problema es que sólo tiene dos jugadores”,“Problema de Palmeiras es que gastó mucho y no ganó nada.”
Ao contrário dos outros, que vibravam,comentavam, gritavam e xingavam, Teixeira parecia ver um filme repetido da sessão da tarde. Fez comentários breves sobre os passes errados do Barça, e apertava os lábios quando o time perdia uma boa jogada. No meio do jogo, pegou seu iPad. Quando Messi marcou um gol, mal levantou os olhos por cima dos óculos para conferir o tira-teima.
Ao final, comentou que detestava ver jogo rodeado de “muita gente”. Ele já me havia dito que sabia separar o público do privado no que dizia respeito ao gosto pelo esporte. “Eu não sou dirigente torcedor, eu sou administrador”, dissera. “Não quero saber quem o técnico vai escalar, não fico de ti-ti-ti com jogador, não chamo jogador para a minha casa.”
No dia seguinte, devido às denúncias, o tradicional baile de gala que antecede a eleição do presidente da Fifa foi cancelado. O secretário-geral Jérôme Valcke mostrara à imprensa o documento que absolvia Teixeira da acusação de suborno. Ainda assim, o cartola estava com a cara péssima. “Olha como a imprensa brasileira é escrota!”, disse, na varanda do hotel. Pegou o iPad e mostrou três reportagens de sites brasileiros sobre o assunto. Apenas a da BBC esclarecia o caso com detalhes. As demais colocavam o documento sob suspeita, já que era produto de uma investigação de um órgão ligado à Fifa.
“A imprensa brasileira é muito vagabunda”, disse. Contou que, certa vez, um site noticiara que ele havia passado o Réveillon em uma estação de esqui. Usara como fonte um porteiro de hotel. “Se eu não estivesse com a minha mulher, esses putos teriam acabado com o meu casamento”, falou.
s 7h45, João Havelange estava sentado sozinho no saguão do Savoy, esperando seu motorista, que só chegaria às nove para levá-lo à eleição da Fifa. A caminho, falou que comemorava seu aniversário, havia décadas, indo a um circo em Zurique. “O circo é o único lugar do mundo hoje onde ainda há solidariedade”, disse. Quando chegou, em frente ao prédio, dez manifestantes exibiam cartazes pedindo “jogo limpo”. Havia mais de 500 jornalistas cadastrados, a maior parte ingleses.
Antes de começar a votação da Fifa, Jérôme Valcke avisou aos 203 delegados presentes que deveriam testar a maquininha de voto. Ele faria duas perguntas pró-forma, e os representantes dos países filiados deveriam apertar verde para sim, amarelo para abstenção e vermelho para não. As instruções foram traduzidas em sete idiomas. “Esse Congresso está ocorrendo na Hungria?”, foi a primeira questão. Para o espanto geral, 45 delegados responderam que sim. “Foi a Espanha que ganhou a última Copa do Mundo?” No painel, viu-se que sete responderam negativamente.
Aprovaram-se pontos de um novo estatuto, a entrada de novos membros e, motivados pelas acusações de corrupção, mudanças no sistema de escolha dos países para sediar as copas do mundo. Dali em diante, todos os delegados, e não mais só os membros do Comitê Executivo, poderiam votar. O aumento do número de votantes dificultará, em tese, a corrupção, já que haverá muito mais gente para se subornar.
Ricardo Teixeira passou todo o tempo com o fone de tradução no ouvido. Antes de o resultado da eleição ser proclamado, sumiu. Tinha que pegar um voo para o Brasil ainda naquela tarde. Sem adversários, Blatter foi reeleito por mais quatro anos. O primeiro ministro inglês, David Cameron, classificou o resultado de “farsa”.
ra meio-dia quando Ricardo Teixeira atravessou o saguão do Hotel Caesar Park, em Guarulhos, onde a Seleção Brasileira estava concentrada para o amistoso contra a Romênia. O jogo marcaria a despedida de Ronaldo Fenômeno. Em uma sala do hotel, ocorreu a cerimônia de entrega de um relógio comemorativo ao jogador, com quem Teixeira estava estremecido. “Você foi o melhor jogador da Seleção Brasileira na minha gestão”, disse-lhe o cartola. Na frase, havia uma vendetaparticular: o deputado federal Romário, que quisera levar Teixeira a depor na Câmara, havia dito que era ele, e não Ronaldo, o melhor atleta da história recente do Brasil.
A eleição da Fifa ocorrera há uma semana e ninguém mais falava dela. Quando encontrei Teixeira, quis saber se a situação era como dizia o anel de seu amigo Grondona: Todo pasa. Ele riu, botou a mão no meu ombro e disse: “O feio é perder, minha querida. Quando ganha, acabou.”
Na saída do evento, o presidente do Corinthians, Andrés Sanchez, contou que o ex-presidente Lula lhe havia dito que não poderia assistir ao jogo de Ronaldo porque tinha de ir a Brasília “resolver essa coisa do Palocci, que está dando a maior merda”. Quando alguém comentou que Palocci não se sustentava mais no cargo, Teixeira respondeu: “Por que ele tem que sair? Não tem que sair nada, Palocci não vai sair.”
À tarde, a Seleção fez um treino rápido no Estádio do Pacaembu. Ao final, Luiz Gleiser, diretor da Globo, ensaiou Ronaldo: ensinou como ele e seus dois filhos deveriam andar ao entrar no campo, a que horas deveriam correr, quantos minutos depois deveriam se retirar, onde ele deveria falar. Assim, na noite da partida, depois de quinze minutos em campo, duas tentativas de gols perdidas, o Fenômeno se despediu.
Na hora do intervalo, fez um discurso preparado e agradeceu aos torcedores por “terem me aceitado como eu sou”. As câmeras e as lentes dos fotógrafos registraram a última imagem do ídolo em campo: suado, gordo e, curiosamente, usando um dilatador de nariz. Em casa, os espectadores da Globo tiveram uma informação complementar: entre a despedida de Galvão Bueno e a chamada doJornal da Globo, o único comercial exibido foi o do Respire Melhor, o dilatador de nariz que Ronaldo usara sem nenhum motivo.
a semana seguinte, Ricardo Teixeira entrou numa sala VIP do Aeroporto Santos Dumont, no Rio, onde embarcaria no jato da CBF para Brasília. Soube que a senadora* Ideli Salvatti havia acabado de ser anunciada ministra de Relações Institucionais. “A presidenta sabe exatamente por que quis a Ideli lá”, disse ele, em resposta a um comentário estranhando a nomeação.
Na hora da decolagem, olhou pela janela, respirou fundo e fez cinco vezes seguidas o sinal da cruz. Só relaxou quando o avião alcançou a altura de cruzeiro. Alexandre Silveira se sentou à sua frente e começaram a despachar. Eram três pastas com dezenas de cartas, solicitações, convites. A cada uma, o presidente dava uma orientação: “Arquivo”, “Recebo”, “Manda para o Salim”, “Diz que me coloco à disposição”. A respeito de um convite para um baile pelo aniversário da rainha Elizabeth, no Copacabana Palace, disse: “Ninguém vai a nada de inglês.”
Em Brasília, ele pretendia assistir à cerimônia de posse de três ministros do Superior Tribunal de Justiça. Também esperava se encontrar com Ciro Gomes e Aécio Neves. A um ele chama de “Cirinho”, mas quer que o outro seja presidente da República. O vínculo entre o cartola e o senador mineiro é recente. Quando era presidente da Câmara, foi Aécio Neves quem indicou Sílvio Torres para o cargo de relator da CPI da Nike. Torres preparou uma denúncia nutrida e bem concatenada contra Teixeira.
Até a CPI da Nike, a CBF fazia doações em dinheiro para candidatos. Assim, manteve no Congresso, durante anos, a chamada “bancada da bola”. Agora, com investimentos previstos de 24 bilhões de reais em obras para a Copa, os políticos o bajulam e pressionam para que ele marque jogos nos seus currais eleitorais.
eixeira se aproximou de Lula em 2004, quando a Seleção Brasileira foi jogar no Haiti, numa ação de propaganda para valorizar as tropas nacionais enviadas a Porto Príncipe. Lula passou a recebê-lo, geralmente às sextas-feiras, no final do expediente, para tomar um uísque e conversar sobre futebol e política. Com Dilma Rousseff, a situação mudou: jamais esteve com a presidenta. Quando quer saber sobre os bastidores do Palácio do Planalto, costuma acionar interlocutores em comum, com trânsito privilegiado em Brasília.
Ao entrar no restaurante Gero, num shopping center de Brasília, Teixeira foi cumprimentado pela maioria das mesas: “Oi, presidente!”, “Boa-tarde, presidente!”; “Por aqui, presidente”, disse-lhe o garçom. “Não tenho a mínima ideia de quem seja aquele baixinho. Tenho que fazer óculos para longe”, falou. Nem Ciro Gomes, nem Aécio Neves apareceram. Não estavam na cidade.
Ele pediu nhoque com ragu (“O meu nhoque é muito cozido, tá? Ragu é tipo bolonhesa, é isso?”) e uma garrafa de vinho tinto. Um assessor comentou que o sucesso da Copa do Mundo no Brasil seria a prova de sua competência e calaria os inimigos. Teixeira mencionou que já havia conseguido amealhar 300 milhões de dólares, três anos antes do Mundial, enquanto a África do Sul não havia faturado nem 40 milhões de dólares em todo o período dos jogos.
E continuou: “Taí, vai ver que a minha vaidade é essa: ver que as maiores empresas do mundo, a maior de carne, a maior de seguros, a maior cervejaria, o maior banco do país, a maior editora, todo mundo investiu milhões no ladrão, no bandido aqui, numa CBF de merda, num time que só perde, né?” Referia-se aos grandes patrocinadores da Copa no Brasil: Seara, Liberty, Ambev, Itaú e Abril. Entre risadas, contou que, ao voltar de Zurique, mandou cancelar o resumo dos jornais, parou de ver televisão e fuçar a internet. “Não leio mais porra nenhuma, a vida ficou leve pra cacete, tá muito bom”, afirmou.
cerimônia de posse dos ministros do Superior Tribunal de Justiça foi rápida. Mas havia uma fila de cumprimentos interminável. Ao deixar o plenário, Teixeira foi abordado por uma repórter. “Não dou entrevista”, disse, ríspido. Foi informado de que se tratava de uma jornalista da TV Justiça, que só queria saber o que ele achara da cerimônia.
Depois de uma hora em pé na fila, ele começou a sentir dores na perna operada. Uma desembargadora a seu lado puxava assunto sobre as obras para a Copa de 2014. “No que depender de nós, está tudo dentro do prazo”, disse. “Estou muito tranquilo, vai dar tudo certo. O Rio está um canteiro de obras; Belo Horizonte, Salvador e Recife, idem. Com dinheiro, se faz tudo”, afirmou.
Quis saber sobre a polêmica dos estádios paulistas. “A imprensa é a maior culpada de tudo isso”, ele disse. “Por ser toda paulista, passou três anos tentando enfiar goela abaixo o Morumbi. Com isso, atrasaram todos os projetos.”
Há outra versão. A de que, na esteira da briga envolvendo o Clube dos 13, a Globo e a Record, Teixeira teria descartado o Morumbi, que pertence ao São Paulo, para atingir o presidente do clube, Juvenal Juvêncio – um de seus detratores –, durante a disputa. Os críticos do presidente argumentaram que, em vez de se gastar o triplo na construção do estádio do Corinthians, o Itaquerão – como ele defende –, bastaria apenas uma reforma para viabilizar o Morumbi.
Teixeira argumentou que o melhor estádio da Copa na Alemanha ficava “no meio de uma estrada e outra estrada”. Segundo ele, “Itaquera tem muito mais estrutura do que o Morumbi. Tem trem e metrô na porta”.
Como de hábito, responsabilizou a imprensa pela celeuma: “Olha a merda que foi a Copa na França: a Seleção jogou num estádio de 27 mil lugares, ficamos concentrados no meio do nada. E algum jornalista reclamou? Não, né? Afinal, estavam indo para Paris.” Quando se falou em aeroportos, ele deixou claro que o problema não lhe diz respeito. “Isso é o governo. E se o governo acha que a Copa não é prioridade, não posso fazer nada. Esse é o SEU país”, disse.
A fila andou, mas havia pelo menos mais vinte minutos em pé. Falou-se sobre o goleiro Bruno, acusado de mandar matar a mãe do filho dele. Teixeira acha que há pelo menos cinco jogadores de renome que foram salvos pelo futebol. Se não tivessem se tornado profissionais, teriam sido mortos antes dos 15 anos por terem índole de criminosos. Depois de quase duas horas de espera, os cumprimentos duraram menos de cinco minutos. Mas ele ficou satisfeito: “Foi muito bom, encontrei pelo menos vinte ministros.”
Na Base Aérea de Brasília, recebeu um telefonema alertando que a Record anunciava mais uma “reportagem avassaladora” sobre sua vida, naquela noite. Teixeira afastou-se para falar com seu advogado, e perguntava o que exatamente exibiriam no programa. Repórteres haviam feito imagens da sua fazenda, atribuído a ele uma casa em Búzios que não era sua, e mostrado sua casa na Flórida.
Ele mandou o advogado preparar a notificação para um processo. O jatinho taxiava e ele atendeu a mais uma chamada pelo celular. Quando desligou, ficou sentado longe do espaldar da poltrona segurando o telefone na mão. “Alguém está falando do Palocci hoje? Não, né? Se eu renunciasse hoje, eu viraria santo”, disse, em tom de desabafo.
Enquanto o avião decolava, tirou os sapatos, esticou as pernas sobre um banquinho de couro creme e fez o sinal da cruz. As luzes da cidade tinham ficado para trás quando rompeu o silêncio: “Em 2014, posso fazer a maldade que for. A maldade mais elástica, mais impensável, mais maquiavélica. Não dar credencial, proibir acesso, mudar horário de jogo. E sabe o que vai acontecer? Nada. Sabe por quê? Porque eu saio em 2015. E aí, acabou.”
* Correção em relação à edição impressa, onde se lia "deputada"