La mayor pega de la energía eólica deriva del carácter caprichoso del viento, que sopla cuando se le antoja. La intermitencia de este recurso limpio, autóctono e inagotable impide justamente que esta tecnología pueda garantizar el suministro eléctrico en los picos en los que más se necesita. Por esa razón, los investigadores se han venido devanando los sesos para encontrar la manera de 'almacenar el viento'. Existen ya proyectos que lo hacen por medio de agua o de hidrógeno, pero en EE UU se ensaya ahora una solución muy distinta: guardando aire comprimido en el subsuelo.
La solución se denomina "almacenamiento de energía mediante aire comprimido" (siglas en inglés, CAES), una tecnología desarrollada por los 'Sandia National Laboratories' (Estados Unidos). La cosa no tiene mayor misterio: se trata simplemente de aprovechar la energía producida por los aerogeneradores en las horas más ventosas (o cuando no existe suficiente demanda) para bombear aire comprimido a depósitos subterráneos. Cuando haga falta, se dejará salir el aire almacenado a través de una turbina para generar electricidad.
El proceso tiene su intríngulis. En primer lugar, hay que comprimir el aire a una presión muy alta, lo cual, indican los expertos, tiene el indeseado efecto de calentarlo a 600 ºC; y, para bombearlo al depósito, antes hay que enfriarlo hasta 50 grados. Ambos pasos consumen gran parte de la energía producida inicialmente, pero al término de la operación se recupera la mitad de cada kilovatio gastado. En esta tecnología existen considerables márgenes de mejora: en concreto, 'General Electric' y la compañía alemana RWE planean perfeccionarla y elevar su eficiencia al 70 por ciento.
Una unidad CAES puede producir 100 megavatios durante varias horas, aseguran sus promotores. De ese modo, si el viento ruge a las dos de la madrugada, el operador del parque eólico almacenará la energía generada y la trasmitirá a la red a las diez de la mañana, cuando la demanda sube.
El otro ingrediente de la ecuación, los grandes depósitos subterráneos, no presenta mayores dificultades, puesto que por doquier abundan los yacimientos de gas agotados, las minas abandonadas, los acuíferos o las cavernas de sal. Por esta última opción apuestan dos de los prototipos en funcionamiento, uno localizado en Alemania y otro en Alabama (EE UU), aunque ninguno de ellos utiliza energía eólica para comprimir el aire.
Las esperanzas actuales están puestas en el 'Iowa Storage Energy Park', un proyecto estadounidense en marcha, que cuenta con el respaldo tecnológico de los 'Sandia Nacional Laboratories'. Con la energía proporcionada por las aeroturbinas comprimirá y guardará aire en un acuífero situado a mil metros de profundidad en el centro del estado de Iowa, usado hasta ahora para atesorar gas natural. Se espera que en 2011 el futuro parque eólico, cuya construcción costará unos 130 millones de euros, suministre 270 MW durante 16 horas al día.
Ahí no acaba el asunto: los expertos de Sandia creen que el dispositivo CAES podría adosarse a otras instalaciones generadores de energía, por ejemplo, a centrales térmicas. En lugar de ajustar su actividad a las subidas y bajadas de la demanda, las centrales funcionarían a un ritmo óptimo constante, lo cual, aseguran, les permitiría reducir sus emisiones de CO2.
En principio no suena mal. Aunque ya sabemos que en las fases de diseño las expectativas se desbordan alegremente, situándose con frecuencia muy por encima de los resultados posteriores. En cualquier caso, no me parece moco de pavo conseguir producir energía eólica cuando Eolo se toma un respiro.
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