Las cubiertas vegetales surgen como un nuevo concepto que reverdece paredes y azoteas, maximizando el uso del bien más escaso en la ciudad: el espacio. Países como Alemania o Francia ya recurren a esta modalidad que además de otorgar un valor estético, añade multitud de ventajas ambientales.
Fachada del 'Museo de Quai Branly', Paris
Crear un jardín vertical consiste en tapizar muros y tejados con plantas que crecen sin ningún tipo de suelo, como hacen las epífitas tipo musgos, líquenes, orquídeas, helechos y bromelias, también llamadas plantas aéreas que usan de soporte a otras especies en lugar de enraizar al suelo.
Estos espacios son ligeros de peso y pueden instalarse en el exterior de edificios y en diferentes climas, creando así superficies vegetales que sirven de filtros de aire y reguladores térmicos, reduciendo hasta 8 grados la temperatura exterior y hasta 10 decibelios la contaminación acústica.
Los jardines verticales y en tejados se conocen desde hace años y son soluciones a la contaminación atmosférica en ciudades. Los primeros ejemplos aparecieron en Alemania, y actualmente más de cien ayuntamientos de ese país ofrecen incentivos para la construcción de cubiertas ecológicas. En estos espacios caben huertos urbanos o simplemente especies apropiadas de vegetación.
Si su uso no se ha extendido más es debido al problema que a veces se genera cuando la planta enraíza en el muro o el tejado, socavándolos e incluso destruyéndolos. Resuelta la cuestión de una correcta impermeabilización empezamos a ver ejemplos viables como la obra de Patrick Blanc, botánico y arquitecto que, imitando la naturaleza, diseña muros vegetales con plantas muy ligeras, irrigadas automáticamente con agua y nutrientes como vía para que la planta no busque su alimento profundizando con las raíces. Usando una base metálica, una capa de PVC y otra de fieltro como soporte consigue que 30 plantas por metro cuadrado crezcan sin sobrepasar los 30 kg de peso.
Hôtel du département, Nanterre
En Madrid el edificio Caixa Forum en pleno Paseo del Prado ilustra un ejemplo de muro vegetal de 24 metros de altura, con 15.000 plantas de 250 variedades diferentes.
En tejados, la permacultura o el ecodiseño también van encontrando soluciones. Los tejados son también superficies infrautilizadas, ahora más valoradas como espacios para generar energía solar, pero que bien pueden servir para crear una mejor atmósfera en nuestras ciudades, como ocurre en Londres.
En el Ayuntamiento de Chicago no sólo lo hacen así sino que estudian su efecto: ahorros de energía gracias a la combinación de sombra, evapotranspiración y efectos del aislamiento, que se traducen en una menor factura a la hora de refrigerar el edificio de 3.600 dólares por año. También esperan ver mejoras en la calidad del aire por la reducción del ozono y el smog, si bien ya perciben la diferencia de temperatura entre el entorno del ayuntamiento y el resto de la ciudad.
Existen empresas que animan a que en casa llevemos esta experiencia a la práctica y venden pequeños jardines personales hidropónicos: de rápido crecimiento de las plantas, gracias al uso de la misma técnica empleada en estaciones espaciales e invernaderos. También podemos ver interesantes experiencias de Australia que sirven para pensar que en un futuro próximo tal vez disfrutemos de mejor ambiente.
- La diversidad biológica que siembran dentro de la ciudad ya que son el hábitat de la avifauna.
- La producción de alimentos y otras plantas útiles.
- La amortiguación climática que atemperan cambios bruscos típicos en microclimas urbanitas.
- El fomento del reciclaje de residuos orgánicos mediante compostaje.
- El aislamiento térmico y acústico de los edificios.
- La creación de valiosos espacios para las personas.
Flowerbox ofrece desde 14 euros una misma versión hogareña para los que queremos tapizar nuestras paredes de verde, con hasta 70 variedades de microplantas para escoger, con o sin flores. Se cuelgan en las paredes como cuadros y nos facilitan el montaje vertical de la estructura donde crecen estas plantas, aunque algunos en sus casas lo hacen sin asistencia.
¿Se anima alguien a contarnos su experiencia?
* Amanda del Río es ambientóloga y trabaja en la Fundación Global Nature(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).
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