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Wellington, tras suicidarse en las escaleras del colegio. | Efe
- Wellington dejó una carta en la que pedía que rezaran a Dios por él
- El sargento de policía que se enfrentó al agresor: 'Cumplí mi deber'
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A su manera, Wellington Menezes de Oliveira dejó todo bien atado antes de asesinar este jueves a 13 niños y suicidarse en su antiguo colegio en la periferia de Río de Janeiro. El autor de la masacre que ha conmocionado a los brasileños escribió una carta de tintes religiosos en la que daba instrucciones para su entierro e instaba a cualquier "fiel seguidor de Dios" a rezar para "pedir perdón" por sus actos.
"Deberán saber que los impuros no podrán tocarme sin guantes, solamente los castos o los que perdieron sus castidades después de casarse y no se vieron envueltos en adulterio", señala la nota encontrada junto al cadáver del joven de 23 años. "O sea, ningún fornicador o adúltero podrá tener un contacto directo conmigo, ni nada que sea impuro podrá tocar mi sangre. Ningún impuro puede tener contacto directo con un virgen sin su permiso", insiste.
"Los que cuiden de mi sepultura deberán retirar toda mi vestimenta, bañarme, secarme y envolverme totalmente desnudo en una sábana blanca que está en este edificio, en una bolsa que dejé en la primera sala del primer piso. Después [...] pueden colocarme en mi ataúd. Si es posible, al lado de la sepultura donde duerme mi madre", prosigue el texto.
'Perdón de Dios'
A continuación, Wellington da señales de arrepentimiento por la matanza que se disponía a perpetrar: "Necesito la visita de un fiel seguidor de Dios a mi sepultura al menos una vez. Que rece [...] pidiendo el perdón de Dios por lo que hice y rogando para que, en su llegada, Jesús me despierte del sueño de la muerte para la vida".
El vicealcalde de la zona oeste de Río, Edmar Peixoto, informó además de que el asesino dijo ser portador del virus del sida, si bien esa parte de la carta aún no ha sido detallada a los periodistas.
El 'deber' del policía
La tragedia se produjo pasadas las ocho de la mañana en la escuela municipal Tasso de Silveira, en la que Wellington había estudiado apenas unos años atrás. El agresor accedió al edificio bajo el pretexto de una supuesta conferencia, charló con una de sus antiguas profesoras y a continuación abrió fuego contra los menores que asistían a clase en dos aulas.
Algunos de los menores lograron escapar aterrorizados y avisaron a gritos a dos policías que se encontraban patrullando a dos manzanas del colegio. El sargento Márcio Alves y un compañero se toparon con el joven en las escaleras de acceso a la tercera planta, cuando ya había abatido a balazos a 12 alumnas y un alumno de entre 12 y 14 años.
"Cumplí mi deber", dijo humilde Alves ante los periodistas. "Llegué y ya estaban ocurriendo los tiros. Encontré al sinvergüenza en una sala. Apuntó el arma en mi dirección, fue disparado, cayó en la escalera y cometió suicidio", resumió.
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