JUAN CRUZ 22/05/2011
Angel Viñas está convencido de que Franco ordenó asesinar al general Amado Balmes Alonso, responsable militar en Gran Canaria, para dejar expedito su paso e iniciar la Guerra Civil el 18 de julio de 1936.
"Hubo una entrevista a solas Balmes-Franco en torno al mes de mayo del 36. Balmes salió muy serio de esa entrevista"
"Al liquidar a Balmes Franco se hace con la guarnición. Con Balmes en contra se trastocaban los tiempos del golpe"
El historiador no tiene los documentos, pero mantiene que de otro modo sería inexplicable la versión que el franquismo dio desde un principio de que el militar se había disparado su pistola al desatascarla contra su bajo vientre.
Franco hizo que el Dragon Rapide, el avión que le sirvió para salir de Canarias y empezar la rebelión en África, aterrizara en Gran Canaria. Balmes murió el 16 de julio; Franco dejó Tenerife para estar en el entierro, y desde la isla de enfrente emprendió un viaje que cambió su destino, y el de la República.
Viñas es catedrático, ha ejercido la diplomacia, es autor de El escudo de la República (sobre el oro de Moscú), El honor de la República (sobre el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin), y recientemente publicó la edición de las memorias de Paulino Azárate, político y diplomático muy ligado a Juan Negrín.
El libro en el que explica sus sospechas sobre el posible asesinato de Balmes que ordenaría Franco está publicado, como la mayoría de los suyos, por Cátedra, se titula La conspiración del general Franco y nació de su deseo de investigar la hostilidad británica hacia la República. Como tuvo que buscar en el origen inglés del Dragon Rapide y de su tripulación, halló que este avión voló a Las Palmas en circunstancias que permiten dudas; esas dudas le llevaron a hacer pesquisas que están a medias entre el historiador y el detective. Juntos en la misma persona el historiador y el detective, Viñas llegó a conclusiones que arrojan dudas muy serias sobre la versión oficial: la muerte de Balmes pudo haber sido un asesinato premeditado y alevoso.
En el libro, además, Viñas se muestra muy enfadado con parte de la historiografía española que dio por sentado que Balmes murió en un accidente sin hacerse las preguntas que hubieran incriminado a Franco, y también con la desfiguración interesada de los inicios de la guerra para ocultar lo más oscuro de la conspiración.
Pregunta. Está usted indignado, se ve en el libro.
Respuesta. Soy de los que creen que el franquismo montó una historia, un dogma, un corpus de doctrina para explicar los orígenes y el desarrollo de la Guerra Civil y sus consecuencias. Y ese dogma no tiene mucho que ver con la realidad.
P. Lo manipularon.
R. Sí, manipularon ese pasado un tanto mitológico en función de sus conveniencias políticas. Un poco como lo que pasó en la URSS en la época de Stalin. En el caso soviético fue mucho más exagerado porque también los crímenes eran de otra magnitud, pero en la sustancia, cuando rascas, el enfoque de Franco no es diferente del enfoque de Stalin, o de los servidores del poder en uno y en otro caso. Inventaron ambos una historia que sirviera para explicar lo que es difícilmente explicable. Por ejemplo, la muerte del general Balmes.
P. Dota usted a Franco de una enorme capacidad maquiavélica.
R. No, no. No es que Franco sea maquiavélico; es un hombre astuto. Tampoco es que sea un gran general; no tiene experiencia en el manejo de la guerra, la suya es una experiencia con la Legión en Marruecos, que es una guerra colonial completamente subdesarrollada. Es un general cortesano y un general político. Eso es lo que hace en la República. El hombre de Estado que sabe anticipar el futuro... eso son bobadas inventadas para alimentar su ego. En tiempos de la República tiene muy claros cuáles son sus intereses, a los que sirve con disciplina y rigurosidad. Un hombre disciplinado.
P. Que se subleva.
R. Si es cierto lo que Pedro Sainz Rodríguez ha dicho en varias ocasiones, toda la operación que Franco monta en Las Palmas está orquestada para ponerse al frente del ejército de Marruecos. Hace tiempo, antes de morir, don Pedro me contó que quizá lo que quería Franco era ser alto comisario de España en Marruecos y que ese era su objetivo inmediato en julio de 1936. Ponerse a la cabeza de esa poderosa máquina de guerra que le hubiera dado un peso muy importante en el conjunto de los sublevados. Luego las cosas no fueron como él pensaba. Le fueron mejor. Lo que le allana el camino es la muerte del general José Sanjurjo, en accidente. Ese sí que fue un accidente.
P. Porque usted cree que la muerte de Balmes no fue un accidente.
R. Yo estaba siempre con la mosca detrás de la oreja mientras estudiaba la imbricación de los servicios de inteligencia británicos en el vuelo del Dragon Rapide. Y empecé a buscar documentos hasta que llegué al suceso de Balmes...
P. Y ahí empezó su pesquisa, como un detective.
R. Sí, puede decirse así. Estaba muy sensibilizado con el tema de Balmes. Que se pegara un tiro en las condiciones que se lo pegó me parecía raro. Fui a Canarias, hablé con unos y con otros y me encontré con alguien emparentado con el ayudante de Balmes en julio de 1936. Este me contó que hubo una entrevista a solas Balmes-Franco en torno al mes de mayo de 1936. Fue a solas. Balmes salió muy serio de esa entrevista... En la familia del ayudante del general se comentó mucho esta circunstancia: qué le diría Franco a Balmes que salió tan circunspecto de una reunión supuestamente amistosa.
P. ¿Y qué le pareció raro a usted mismo?
R. Que habiendo tanta literatura sobre esa época, nunca se dijera nada de esa reunión secreta. Lo comenté con Gabriel Cardona, el extraordinario historiador militar que acaba de fallecer. "¿Cómo te suena?", le dije. "¡Me suena muy mal!", me dijo. Y me aconsejó que leyera el libro de Pinto de la Rosa, que era, cuando murió Balmes, el juez militar que se hizo cargo de aquel accidente. Claro, por el hilo tiras del ovillo. Y aquellos disparates que él cuenta, apoyados por las cosas aún más absurdas que publicaba la prensa de la época, me encendieron las luces. No fue una muerte casual. Alguien empujó la pistola, parece evidente.
P. Dice usted que Franco estuvo activísimo y una de sus actividades podría haber sido acabar con Balmes...
R. Su objetivo era sublevar las guarniciones de Tenerife y de Las Palmas. La de Tenerife la tenía en su mano porque él estaba allí, pero no disponía de la de Las Palmas, necesitaba hacerlo a través de personas interpuestas. Yo sospecho de las personas interpuestas. Por ejemplo, de Rafael Díaz-Llanos, que está en una misión de larga duración en Las Palmas, enviado por Franco. Eso aparece en la hoja de servicios de Díaz-Llanos. Podría haber ido para otras cosas, pero a mí me resulta sospechoso. La mayoría dice que todos los oficiales de Las Palmas estaban a favor de la sublevación. No, no, no. No lo sabemos. Es posible que algunos lo estuvieran, otros no lo estaban.
P. ¿Y Balmes?
R. Balmes era el general. Pues Balmes no estaba convencido. Luego se dice que sí, pero eso todo es a posteriori. Este es un asesinato, creo yo, bien planeado, bien ejecutado, pero hay que disimularlo. No solo el día 17 de julio. Pues al día siguiente es el alzamiento y ya hay que preparar argumentos para que la historia se diga como Franco quería. Así que cuando se decreta el bando de guerra (¡y qué bando!), a ver quién se mueve para explicar lo de Balmes.
P. Pero Franco va al entierro.
R. Va al entierro porque quiso matar a Balmes y quiere estar en su sepelio en Las Palmas. Allí lo espera el Dragon Rapide; él hace la carambola de obligar a que el avión británico aterrice ahí porque ese es su plan, y para eso ha de tener un pretexto que le lleve a Las Palmas.
P. Todo planificado, pues.
R. Exactamente, lo tiene todo planificado. Además, lo sabemos por el testimonio del marqués de Luca de Tena, que tiene que ir a Las Palmas a principios de julio. El marqués no tiene por qué saber lo que está pensando Franco, y Franco, naturalmente, no le diría nada. Lo que Franco sí dice es: "Quiero el Dragon Rapide en Las Palmas". Ahí es cuando puede planificar también su acción sobre Balmes.
P. ¿Y quién mata a Balmes, según sus sospechas?
R. Hay unos papelitos en el Gobierno militar. Dicen que ese día de la muerte Balmes está revistando armas de la sección de destino. ¿Un general revistando armas de los cuatro gatos que hay en esa sección? ¡Un general no hace eso! ¿Por qué lo hace? Probablemente porque se quiere cerciorar de que su guardia, los que están más cerca de él, estén armados. En el regimiento hay un oficial que se encarga de la gestión de armas. Su nombre no aparece. Por consiguiente, debería haber estado allí, y a él se dirige Franco unos días después, y acomete misiones ultrasecretas... Pudo haber sido él.
P. ¿Y por qué no dice el nombre?
R. Porque no tengo la certidumbre. Es que en realidad no sabemos cómo murió Balmes, pero sí sé que la versión que siempre se ha manejado no se sostiene bajo ningún concepto... Al liquidar a Balmes, Franco se hace con la guarnición y deja el camino expedito, pues con Balmes en contra se trastocan todos los tiempos del golpe, y ese era un riesgo grave.
P. Como el asesinato.
R. Por eso lo disimulan. Si trascendía el asesinato, era un asunto de importancia capital: mataba, o mandaba matar, a un compañero suyo antes de que se haya declarado el bando de guerra. Parece algo banal tal como fueron las cosas, pero no, ¡es un asesinato con premeditación y alevosía. Y punto!
P. Pues el silencio dura hasta hoy.
R. Convenía. Fíjate que cuando la viuda de Balmes pide la pensión completa, los juristas del Cuartel General se la niegan porque no murió en acto de servicio, sino por "una gran imprudencia" al ponerse el cañón de la pistola con la mano izquierda en el bajo vientre... ¡A quién se le ocurre! Y Franco se hace el distraído. Y a quién se le ocurre no indagar qué pasó con la pistola, que el chófer se deja olvidada en algún sitio...
P. Lo que llama la atención es que sus sospechas sean inéditas...
R. Sí ha levantado sospechas. Paul Preston se las hace en su biografía de Franco. ¿Por qué Balmes no tiene un monumento, ni está entre las víctimas de los caídos? Algunos desaprensivos dicen que esa manera de tratar la pistola era una técnica del general... ¡Pamplinas!
P. Trabajó usted como un detective.
R. Sí, he trabajado como un detective, pero que no me pidan la orden de asesinato. Eso se dice de palabra, se da una orden y ya está. Personalmente no tengo ninguna duda. Pero eso no lo puedo decir, no puedo decir que haya encontrado la orden de asesinato. Además, eso no se encuentra.
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