El belga Guy Cassiers sorprende en Aviñón con sus montajes 'Wolfskers' y 'Atropa'
OCTAVI MARTÍ - Aviñón - 10/07/2008
El poder sigue siendo uno de los grandes temas de la escena contemporánea. Hace un año Guy Cassiers vino a Aviñón con Mefisto forever. Ahora acude con dos montajes: Wolfskers y Atropa o la venganza de la paz. Las tres obras forman una trilogía sobre el poder. El primero basado en la novela de Klaus Mann que, se había inspirado en la vida de Gustav Grundgens, actor y director de talento que acabó trabajando para el nazismo; Wolfskers parte de tres películas del ruso Alexander Sokourov sobre los últimos días de Hitler, Hirohito y Lenin; Atropa, que se representará entre mañana y el 14 de julio, utiliza textos de Esquilo y Eurípides y los mezcla con discursos patrióticos de George Bush, Donald Rumsfeld y reflexiones de Curzio Malaparte.
Los dictadores aparecen aislados, en fase de descomposición
"En Mefisto el teatro es la verdad de la vida mientras que en Wolfskers los tres autócratas han convertido su vida en teatro", explica Cassiers. "En Atropa quienes toman la palabra son las víctimas del poder, de las guerras. Los tres montajes giran en torno al poder, en torno a quiénes se sienten fascinados por él, quiénes lo ejercen y quiénes lo sufren". Los saltos en el tiempo y el espacio no son un problema para el director belga: "En el origen de las guerras hay circunstancias casi idénticas como la necesidad de protegerse de un enemigo que amenaza nuestro modo de vida. Ya sea Helena o la bomba atómica, el otro tiene algo que no debiera".
Al expresionismo del primer montaje le ha sucedido en Wolfskers una puesta en escena mucho más pictórica, que se diría inspirada en Francis Bacon. Los dictadores aparecen aislados, ensimismados, en fase de descomposición: Lenin paralizado por un ataque cerebral, Hirohito pensando aún que él puede imponerle la agenda al general McArthur, Hitler soñando las ruinas de un Reich milenario que va a perecer con él. "Los tres imaginaban que su pueblo iba a desaparecer con ellos. Hirohito era el heredero de una tradición de deificación. Hitler y Lenin crearon una de nuevo tipo. No digo que los tres políticos representen el mismo mal o en el mismo grado, sino que los tres acabaron planeando acciones al margen de la posibilidad de materializarlas".
Cassiers procede del mundo de las artes plásticas. Trabaja más a partir de filmes, novelas, la actualidad política o cuadros que fundándose en textos teatrales. "Cuando empecé a estudiar, el teatro flamenco era muy burgués, encerrado en sí mismo, una forma muerta. Las artes gráficas suponían la posibilidad de analizar, de estudiar ese ser humano que ha hecho tantísimos dibujos a partir de un mismo modelo. Había que utilizar los sentidos para comprender". Y en Wolfskers logra plenamente satisfacer ese propósito. Así se lo ha reconocido el Théâtre de la Ville, en París, que ha invitado a Cassiers para que presente su trilogía en la capital francesa el próximo otoño.
El festival tiene ya en Wolfskers, que se representó hasta el pasado martes, su primer gran espectáculo, del mismo modo que Valérie Dréville ha sido la primera en desplegar su prodigiosa técnica interpretativa en Partage du midi, y Sonia, un montaje del letón Alvis Hermanis, es la primera sorpresa de la selección oficial al rescatar el sentido del humor y del absurdo de cierta tradición rusa en una pieza de Tatiana Tolstoi que descansa en un frágil equilibrio entre lo grotesco y la emoción. Y como de todo tiene que haber, una primera decepción: un Ordet con algunos excelentes intérpretes (Pascal Gregory, Jean-Marie Winling, Frédéric Pierrot) mal servidos por una dirección equivocada, peor decorado y un vestuario inenarrable.
"Cuando ya todo ha sido destruido..."
En Atropa, la acción transcurre "cuando ya todo ha sido destruido". Los protagonistas son las víctimas: "Mujeres que intentan sobrevivir entre las ruinas", dice el director belga Guy Cassiers, quien añade: "Siempre comienzo a trabajar a partir de imágenes que luego intento trasponer. El aspecto visual es fundamental para mí, no en vano tengo una formación de artista plástico". Algunos elementos videográficos del primer y del segundo montaje son reciclados para este tercero sobre "la venganza de la paz".
Las acciones que parecen simultáneas no lo son. Y eso lo comprende el espectador a medida que avanza la obra teatral y que comienza a hacerse evidente el desastre.
"Mientras Helena habla, Ifigenia ya está muerta. Clitemnestra no le perdonará a Agamenón que haya sacrificado a su única hija", comenta Cassiers. El destino y el fatalismo, están ahí, en el viento que hincha las velas de los barcos que van, imparablemente, "a la guerra, al choque de civilizaciones, mientras fragmentos de discursos del presidente George W. Bush y Donald Rumsfeld, referidos a Irak, son dichos por el propio Agamenón. Pero nadie se da cuenta de ello. Los iraquíes, como los troyanos, nunca creyeron de verdad que les iban a atacar".
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