- Rinde homenaje al año en el que introdujo un depósito con forma de cacahuete
- Su estética retrotrae a los modelos más clásicos de la marca
- Monta un motor bicilíndrico en V, de 54 caballos y 1.202 centímetros cúbicos
Harley-Davidson tiene en el clasicismo su mejor carta de visita y lo vuelve a demostrar con la nueva Forty-Eight, una motocicleta evolucionada a partir de la Sporster XL 1.200 X y que profundiza en el terreno de las custom más auténticas.
De hecho, su denominación (48 en inglés) rinde homenaje al año en el que la marca americana introdujo un depósito de combustible que por su forma y diminuto tamaño (sólo cubica ocho litros de capacidad) fue rápidamente denominado peanut (cacahuete).
Por supuesto, la Forty-Eight lleva ese depósito, pero lo arropa con otros elementos imprescindibles para lograr la estética adecuada. A saber: el asiento monoplaza, los enormes neumáticos tipo balón, la culminación del escape con dos silenciosos superpuestos o el ancho y bajo manillar que lleva colocados por debajo de los retrovisores. Una sorprendente fórmula que, no obstante, ofrece una excelente visibilidad trasera.
El aire retro se refuerza con elementos como el chasis, el motor o los guardabarros siempre pintados en negro. Para el resto de elementos se puede escoger entre naranja, gris o repetir de nuevo con el negro.
En cuanto a la dinámica, la Forty-Eight también sigue fielmente los cánones Harley que invitan a ritmos tranquilos. El motor bicilíndrico en V, con 54 caballos y una capacidad de 1.202 centímetros cúbicos, ofrece suficiente potencia y no prescinde de las habituales vibraciones marca de la casa.
Las suspensiones trabajan bien y compensan en parte la dureza del asiento que, colocado a sólo 71 centímetros del suelo, facilita el manejo. Algo que se agradece cuando el peso en vacío rebasa los 250 kilos. Además, la excesiva anchura de la rueda delantera no digiere bien las zonas de curvas.
La Forty-Eight está ya disponible en los concesionarios de la marca. Cuesta 11.000 euros.