Sus vecinos no han recibido aún ninguna ayuda
Vacío desolador en una calle de la zona ". | Jorge Barreno
- La gente sobrevive como puede, han formado un hogar comunal
- Las armas y los disparos empiezan a hacer acto de presencia
- El hedor por la descomposición de cadáveres es insoportable
El barrio más bonito de Puerto Príncipe ya no existe. Cuando uno oye o lee historias sobre la Segunda Guerra Mundial se hace una idea de lo duro que debió ser uno de los conflictos que destruyeron media Europa. Cuando uno ve algo así cree que está metido dentro de una película. Pero no, no es una 'movie' de Spielberg, es la cruda realidad. Por el momento no entran los cascos azules ni la ayuda humanitaria. ELMUNDO.es en moto, sí.
Muertos pudriéndose por el suelo, verdes. Tap-taps (los coloridos autobuses típicos de Haití) empotrados entre los cimientos de las casas, con cadáveres, sin cadáveres. La bella y rosa catedral neo-gótica, derrumbada. El mercado modernista de finales de siglo XIX, destruido. Un puesto de piñas entre tanta destrucción llama la atención.
A la entrada a la Zona 2, llamada también 'zona roja' por su peligrosidad, se halla el parque de la Paz, en la conocida calle de Delmas 2. Era el casco histórico de la ciudad, con sus casitas de madera, su catedral y su vida colorida.. Hoy es una zona donde aún no entra la ONU. Ningún occidental ha llegado aún hasta allí.
Charles Mackenson, haitiano y miembro de la organización de ayuda Kittis Keyul explica que "en el parque hay 5.700 personas sin casa ni comida. Todavía no ha llegado nadie de fuera a ayudarles". En su asociación eran 117, quedan 18 vivos. "Los demás han desaparecido. Entre los pocos que quedamos estamos intentando hacer lo que podemos. Pero la situación es crítica". Lo dice tranquilo, cariñoso, directo.
'Nadie nos ha ayudado'
La gente sobrevive como puede. Han formado un hogar comunal. Charles, agradecido de que cuatro días después del terremoto alguien llegue hasta la Paz, muestra la lista de gente que ha llegado. Después de sus nombres aparece el número de desaparecidos, a estas alturas muertos, a los que buscan. Por allí camina sin rumbo Danila Nagaus, una joven de 17 años, la que más familiares ha perdido. En menos de un minuto perdió a 17 familiares. No le queda nadie. Llora. "Necesito una casa y comida, un hogar", dice.
La vida continúa. Una madre lava a su hijo. Sonríe. Grupos de haitianos se reúnen en torno a Charles. Quieren ayudar como pueden, dan información, parecen alegres de poder decir al mundo lo que está pasando: "Nadie nos ha ayudado hasta ahora". Se oyen helicópteros en lo alto. Los niños corren detrás. "Nos traen ayuda" dicen sonrientes y felices. No. Son unidades norteamericanas que se encuentran en misión de reconocimiento. Los de arriba reconocen. Los de abajo están a punto de morirse.
El mundo debe saber lo que pasa. A más de un cooperante ya le ha dado un infarto por lo que ha visto, por el calor, por la falta de todo y por los problemas que sean. El drama no ha terminado. Continuar por Delmas 2 hasta el final es imposible. Polvo, barricadas, restos, gente robando lo que puede, policías haitianos que poco pueden hacer. Huele a muerto, un olor inolvidable ya. Se pega en la piel, en el corazón y en alma.
Los haitianos se ponen cáscaras de limón y dentífrico en la nariz, el hedor a muerto es insoportable. La gente está tan mal que le importa poco la comida y la bebida. Es un tema secundario."Ayuda por favor, piden una madre. Su niña de unos ocho años tiene las piernas rotas, se le cayó la casa encima, literal. "No soy médico, no puedo hacer nada". ¿Cómo se pueden decir unas palabras tan duras cuando una niña pequeña necesita ayuda? En Puerto Príncipe, constantemente.
'¿A quién saquean?'
La catedral parecía bonita. Grande, rosa, con una gran cúpula. Debía haber mucho color, muchos artistas, mucha vida en ese barrio. En estos momentos los cadáveres se pudren por las calles, las peleas y los gritos se repiten debido a los nervios. La gente coge lo que puede de las casas derruidas. Algunos lo llaman saqueo, ¿saqueo a quién? No quedan vivos para reclamar. Y la gente quiere vivir. Y la ayuda no llega. ¿A quién saquean?
Las armas y los disparos empiezan a hacer acto de presencia. En la Zona 2 no hay ley. De vez en cuando la tierra tiembla otra vez. La gente grita, canta canciones de protección, mira al cielo, se da la mano y corre que se las pela de las estructuras movibles. En la Zona 2, como en la mayoría de Puerto Príncipe no queda ciudad. Lo que sigue en pie se puede caer en algún momento. "Ayuda, ayuda, ayuda", reclaman los haitianos.
Y queda más. La calle 10. Según Charles el olor a muerto en descomposición es tan fuerte que hay que entrar con mascarilla. Los cadáveres se apilan por cientos. Me había propuesto escribir un reportaje alegre, algo con color, una nota simpática. En estas condiciones de guerra es simplemente imposible. Y no es una película de Hollywood, es la realidad que está viviendo este pueblo pobre al que le ha tocado la peor de las chinas, el humilde, fraternal y honesto pueblo haitiano.
Sulamérica Trânsito
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