Netanyahu rechaza la propuesta de Ban Ki-moon de crear una comisión que investigue el asalto a la flotilla - Deportados los activistas del último navío humanitario a Gaza
ENRIC GONZÁLEZ - Jerusalén - 07/06/2010
Israel no está dispuesto a aceptar que una comisión internacional interrogue a sus soldados. Ese fue el argumento con el que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, rechazó ayer una propuesta del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. La idea consistía en crear una comisión investigadora presidida por Geoffrey Palmer, ex primer ministro de Nueva Zelanda y especialista en Derecho Marítimo, con representantes de Israel, Turquía y Estados Unidos, dedicada a examinar las circunstancias del asalto israelí a la flotilla civil que intentaba romper el bloqueo de Gaza.
La opción que se perfila como posible es una comisión de juristas israelíes
Israel afirma que 50 pasajeros turcos del 'Mavi Mármara' eran sospechosos
Ban Ki-moon y Netanyahu mantuvieron una conversación telefónica en la que el primer ministro israelí no se cerró en banda y no descartó siquiera la posibilidad de llegar a aceptar una investigación remotamente patrocinada por la ONU, pero en términos muy distintos. Pidió tiempo para pensar e insistió en salvaguardar al Ejército de Israel de cualquier tipo de escrutinio exterior. Y menos de un delegado de Turquía, un país tradicionalmente aliado con el que las relaciones se encuentran ahora bajo mínimos.
Israel acusa a Turquía de haber infiltrado activistas violentos en el Mavi Mármara, el barco en el que se produjeron el lunes los enfrentamientos y las víctimas -en el asalto murieron nueve personas, ocho turcos y un turcoestadounidense, y hubo decenas de heridos-, e insiste en comparar lo ocurrido en esa nave con el apacible abordaje al que fue sometido el sábado el Rachel Corrie, el barco rezagado de la flotilla. Los 10 activistas irlandeses y malayos que viajaban a bordo del Rachel Corrie fueron deportados ayer hacia sus países de origen. Los barcos de la flotilla permanecen atracados en el puerto de Ashdod, en el sur de Israel, y aún no se ha decidido qué se hará con ellos.
Antes de que se reuniera el habitual Consejo de Ministros del domingo, Netanyahu convocó a los ministros de su partido conservador, el Likud, y les comunicó que había explicado al secretario general de la ONU que la investigación y la comprobación de los hechos debían realizarse de manera "responsable y objetiva".
Parecía evidente que a Netanyahu le repugnaba la idea de una investigación internacional. Israel nunca ha aceptado ninguna. La ONU, en especial, es considerada por el establishment israelí como un organismo controlado por musulmanes, antisemitas y, en general, enemigos de Israel. El trabajo del juez sudafricano Richard Goldstone sobre la Operación Plomo Fundido, en la que condenaba diversas acciones tanto por parte de Israel como de Hamás, no solo fue rechazado por Israel: se fomentó contra Goldstone una campaña de desprestigio por su trabajo en la Sudáfrica del apartheid y, paradójicamente, por su condición de judío no entregado a la causa israelí.
Pero, pese a la repugnancia, solo una comisión internacional podía hacer algo que a Netanyahu le apetecía muchísimo: investigar de forma pública el papel del Gobierno turco, y del primer ministro Recep Tayyip Erdogan en concreto, en la financiación y organización de la flotilla de la libertad que intentó romper el bloqueo de Gaza. Con esa acción, Erdogan ha alcanzado un enorme prestigio en el mundo musulmán.
Durante el Consejo de Ministros, Netanyahu dijo que el espionaje israelí había comprobado que al menos 50 de los pasajeros turcos del Mavi Mármara habían embarcado "en un puerto distinto" y no habían sido sometidos a ningún tipo de control antes de subir a bordo. Su tesis consistía en que esos activistas turcos, supuestamente entrenados en "campos terroristas" de Afganistán y Pakistán y "vinculados al terrorismo islámico", habían planificado un ataque a los soldados israelíes con la intención de provocar un baño de sangre y un escándalo internacional.
A Netanyahu le gustaría que una comisión investigadora abordara el ángulo turco del asunto. Pero no parecía probable conseguir eso y, al mismo tiempo, proteger a los soldados israelíes de las miradas ajenas. O lo uno, o lo otro. Por tanto, la opción que se perfilaba como más razonable consistía en una comisión compuesta por juristas israelíes, similar a la Comisión Winograd que investigó la actuación del Ejército de Israel durante la guerra de Líbano de 2006. A ella se podría añadir, tal vez, algún observador estadounidense o de otros países aliados, para satisfacer a Barack Obama, que planteó esa idea la semana pasada, y para otorgar a la comisión un poco más de credibilidad.
Israel podría tomar una decisión esta misma semana. Aunque Netanyahu comentó a varios de sus colaboradores que valía la pena ganar un poco de tiempo, ya que el Mundial de fútbol estaba a punto de comenzar y eso ayudaría a que la opinión pública internacional, incluyendo la turca, se olvidara del Mavi Mármara.
No parecía, sin embargo, que el Mundial fuera a resolver nada. Aunque Israel se apresurara a deportar a los centenares de activistas detenidos y sus portavoces subrayaran que Hamás se había negado a aceptar el cargamento humanitario que transportaban los barcos porque de él había sido retirado el cemento, uno de los productos sometidos a embargo, lo que, según ellos, demostraba que no existía en Gaza ninguna carencia de productos básicos, persistía el problema de fondo: la franja de Gaza seguía sometida a bloqueo, ya por tres años, y la presión internacional contra el mismo era cada vez más intensa.
El ministro israelí de Bienestar, Isaac Herzog (laborista), propuso durante el Consejo de Ministros que se levantara el actual bloqueo y se buscara alguna alternativa que permitiera mejorar los suministros a Gaza. El ministro de Finanzas, Yuval Steinitz (Likud), se opuso y afirmó que sin el bloqueo "aparecerían en Gaza decenas de misiles de largo alcance apuntados hacia Israel".