- El silencio de las víctimas es uno de los mayores frenos para su detección
- La formación adecuada de los especialistas es necesaria para su correcto diganóstico
- La mayoría de los agresores son miembros de la familia o conocen a la víctima
(Ilustración: Luis S. Parejo)
MADRID.- No conocemos su color de ojos, ni su juguete favorito, ni si le gustaba más el sabor a fresa o a chocolate. Pero, en cambio, toda España sí sabe hasta el último detalle de un informe médico que nunca debió trascender a la prensa.
El caso de Aitana, la niña tinerfeña de tres años que falleció tras sufrir una caída de un columpio mientras jugaba y cuyo parte médico erróneo apuntaba la sospecha de malos tratos y abusos sexuales, ha puesto de relevancia la tolerancia cero de la sociedad con los casos de abusos a menores pero, también y, sobre todo, que aún queda mucho por hacer para su correcta detección y comunicación.
La propia ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, defendía el pasado martes que si bien los protocolos de protección del menor para los servicios sanitarios y sociales "son bastante ajustados" se debe hacer un esfuerzo por aplicarlos "con más precisión".
Mientras, la realidad de los malos tratos infantiles tiene otras caras. ELMUNDO.es ha estado con tres víctimas de abusos sexuales en la infancia y con los profesionales que hacen frente al maltrato infantil. Todos coinciden. Es hora de poner encima de la mesa su elevada existencia (sólo se detecta entre el 10% y el 20% de los casos) y trabajar en la prevención, además de proporcionar recursos a las víctimas y a sus familias.
Los casos de Aitana (que finalmente ha resultado ser incierto), el de Mari Luz, la pequeña de Huelva asesinada por un pederasta, o el de la estadounidense Megan, la menor de 7 años violada y asesinada en 1994 por un individuo que ya había sido condenado por abusos sexuales a menores, desgarran la conciencia colectiva. Pero ni son la forma de maltrato infantil (MTI) más frecuente en nuestro país, ni son representativos de la mayoría de los casos de abusos sexuales en la infancia, porque el 65% de los abusadores no son extraños, sino miembros de la familia o del entorno cercano de la víctima.
Porque, como dice Javier Urra, psicólogo forense en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgados de Menores de Madrid desde 1985 y primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, de "todos los tipos de malos tratos infantiles existentes en España, la negligencia por falta de cuidados es el más frecuente [el 86,4%]".
Tipos de malos tratos
El resto de abusos son los psíquicos, los físicos y los sexuales. Sin embargo, estos últimos son los que más atención mediática generan y los que más alerta crean en la población porque causan una mayor conmoción. Son los más silenciados por sus víctimas. Se alimentan del secretismo que les rodea y crecen con él, lo que facilita que se perpetúen en el tiempo.
Y por si fuera poco, insiste, "algunos son difíciles de diagnosticar. Por ejemplo, un enrojecimiento de los genitales de un niño o de una niña no siempre es un signo de abuso sexual".
El mutismo de María Eugenia [nombre ficticio porque prefiere conservar su anonimato], ahora de 43 años, divorciada y madre de dos hijos duró cerca de 16 años. "Tenía esa edad cuando le pedí ayuda a mi madre, aunque la conciencia real de lo que estaba sucediendo y de que no era normal me llegó con 10, como les sucede a todos los que experimentan estos abusos. Ella miró para otro lado pese a que siempre supo que mi hermana y yo sufríamos los ataques de mi padre. Dependía excesivamente de él y sufría malos tratos físicos, al igual que nosotras".
Sin cifras exactas
Una de cada cuatro niñas y uno de cada siete niños sufre alguna forma de abuso sexual antes de los 17 años, según el doctor Urra. A estas cifras escalofriantes se suman las de otras formas de MTI. Según una reciente revisión de la revista 'The Lancet', se estima que en los países desarrollados uno de cada 10 niños sufre abandono o maltrato psicológico y entre el 4% y el 16%, daños físicos.
"Desconocemos el número exacto de víctimas dentro de nuestras fronteras, pero podemos afirmar que tanto aquí como en el resto de países los casos en menores son más frecuentes que los de mujeres que sufren violencia de género y, peor aún, van en aumento", apunta el doctor Urra.
Un artículo de revisión realizado por Soriano Faura, de la Agencia Valenciana de Salud, y el Grupo Previnfad-Promoción del Buen Trato y Prevención del MIT, de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), revela que la incidencia de maltrato en el ámbito familiar entre 2001 y 2005 había aumentado en un 146,29%.
Casos sin destapar
A la preocupación que supone el crecimiento de estos actos, se añade que sólo entre el 10% y el 20% de los casos se detecta, según estimaciones de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP). Y todo pese a la creación en 2007 del Protocolo Básico de Intervención Contra el Maltrato Infantil, que aprobó el Observatorio de la Infancia, del Ministerio de Trabajo en Inmigración, que establece las directrices a seguir por los distintos profesionales, médicos, trabajadores sociales, educadores y policía, ante el indicio o la sospecha de un caso de malos tratos a un menor.
Los motivos: "Forman parte de la privacidad de la familia por lo que se mantienen en secreto y no existe un concepto unificado sobre cuándo un acto es un maltrato físico. Me refiero al hecho de considerar el castigo físico como medida de disciplina y no como maltrato", puntualiza el psicólogo forense de la Fiscalía de Menores.
Aún continúa el debate sobre si debe o no existir el castigo físico al menor. Un sondeo realizado en 2007 por la Fundación Pzifer entre 15 expertos en malos tratos infantiles ha puesto de relevancia la diversidad de opiniones en esta materia.
A la pregunta: ¿Todo castigo físico (azote, cachete... ) es maltrato? Las respuestas son múltiples: Unos opinan que si se recurre a este tipo de sanción es que se no se sabe educar de otra manera, Para otros, en cambio, depende de si el castigo físico se produce como un hecho aislado o de manera reiterada en el tiempo, de la intensidad, las causas que lo provocan y las consecuencias del mismo. Y por último: algunos opinan que confundir un azote o cachete con malos tratos es confundir términos.
Sigue de igual forma abierta la polémica por el hecho de que el Código Penal establezca los 13 años como la edad mínima para que los chicos y chicas puedan mantener relaciones sexuales consentidas con un adulto, lo que abre la mano a posibles abusos sin sanción. Pero hay más motivos. Seguramente uno de los más importantes sea la pericia de los profesionales sanitarios a la hora de discernir qué lesión es fruto de un accidente y cuál del abuso.
Detectores de abusos
Por esta razón, el año pasado y al otro lado del Atlántico, se decidió crear la subespecialidad pediátrica en MTI. Carole Jenny, directora del grupo de Protección Infantil del Hospital de Niños de Hasbro en Rhode Island (Estados Unidos) y una de las artífices de la creación de esta nueva titulación justifica esta decisión en "la complejidad de este campo y por la necesidad de contar con personal intensamente formado para que sea capaz de diagnosticar y tratar los abusos".
Los nuevos detectores de los abusos infantiles en este país serán, por tanto, pediatras con formación en desarrollo y comportamiento infantiles pero, también, en medicina forense. Incluso aprenderán cómo se debe declarar en un juicio.
Afortunadamente, iniciativas similares se han estado llevando a cabo en nuestro país en la última década. "Durante siete años, el Instituto Madrileño del Menor y la Familia de la Comunidad de Madrid ha estado dando clases de formación a pediatras, psicólogos y asistentes sociales en esta materia", destaca Carmen Martínez González, de la AEPap. Defiende como necesario e importante que los profesionales estén entrenados en la detección de los abusos, "aunque forma parte de nuestra formación como pediatras saber qué niños sufren maltrato y cuáles no. De hecho, nuestra obligación es la comunicación inmediata a la fiscalía en el momento de producirse una sospecha".
Otros frentes levantados para proteger a los menores son los Equipos de Valoración de Malos Tratos Infantiles (EVAMI) como el formado por Jordi Pou, jefe del Servicio de Pediatría y Urgencia del Hospital San Joan de Deu en Barcelona. "En los 90 salieron a la luz, un elevado número de abusos sexuales a menores y nos dimos cuenta de que aquí no se diagnosticaba ningún caso. Por eso, en el 92, creamos el EVAMI, que también existe en otros centros hospitalarios nacionales. Se trata de un equipo multidisciplinar que valora los posibles casos de abusos. Al año solemos tener unos 200 casos de abusos sexuales, aunque luego no todos se confirman, y otros 50 de malos tratos físicos".
La creación, asimismo, del Registro Unificado de Malos Tratos Infantiles, el RUMI, facilita también la posibilidad de detectar a los menores maltratados. "Se trata de una base de datos para que los médicos de la sanidad pública puedan ver el historial médico del niño en el caso de que sospechen de un abuso", agrega este experto.
Pese a todos estos dispositivos, muchos menores están desprotegidos frente al primer abuso sexual o maltrato o, lo que es peor, a su sufrimiento continuo. La exploración detallada del menor, la detección de lesiones sospechosas y la comunicación inmediata del abuso ante el menor indicio pueden ayudar a prevenir futuros traumas. Y es que tal y como constata una investigación estadounidense, recientemente publicada en Child Abuse & Neglect, un 75% de los menores de 24 meses víctimas de todo tipo de agresiones tenía un historial previo de lesiones. Este hecho se produce tanto al otro lado del Atlántico como como a este. Pese, incluso, a que el Observatorio de la Infancia determina en su informe Maltrato Infantil: Detección, notificación y registro de datos, "que para notificar un caso no es necesario tener una certeza absoluta, sino que es suficiente tener una sospecha razonable de ellos".
Frenos a la denuncia
Sin embargo, muchos profesionales no dan parte de sus sospechas porque bien "consideran las lesiones poco importantes, no saben con seguridad cómo se han producido aunque se sospeche o tienen miedo al pensar que emitir un parte de lesiones equivale a poner una denuncia", agrega el documento.
Otros frenos hablan de "experiencias anteriores en las cuales a pesar de comunicar la sospecha de maltrato a las autoridades, el niño fue entregado a los padres sin el tratamiento social previo. La creencia de que más vale unos padres malos que una mala institución o considerar que no debe interferir en los asuntos privados de la familia", son otras barreras a sumar, tal y como establece la institución.
"No siempre el castigo a la familia ayudará a resolver el problema, por eso en ocasiones muchos profesionales se dan cuenta de que algunos casos de negligencia en el cuidado del menor se deben a que la familia está desestructurada. Por eso, trabajar con ella y apoyarla puede resolver muchos casos", refiere Carmen Martínez.
Pero este esfuerzo escasea, precisamente, con las víctimas, según denuncian las escasas asociaciones de atención a ellas existentes en nuestro país, como la valenciana Ascasi (Asociación Contra los Abusos en la Infancia www.ascasi.org) o la madrileña Aspasi (Asocación para la Sanación y Prevención de Abusos Sexuales en la Infancia www.aspasi.org).
Margarita García Marqués, psicóloga y presidenta de esta última, se queja de las pocas iniciativas existentes para prevenir los malos tratos a menores. "Uno de los objetivos de la asociación es dar charlas en los colegios para que los menores puedan tener los conocimientos suficientes que les ayuden a defenderse de los abusos sexuales. Para ello tienen que tomar conciencia de qué es su sexualidad y de que pueden decir que no cuando alguien toque sus partes íntimas. Pero nos encontramos con muchas barreras. Ni padres ni educadores aceptan este tipo de mensajes".
Critica también la falta de atención precoz a las víctimas. "Pueden recuperarse del trauma vivido, pero las secuelas no serán las mismas si la ayuda psicológica se realiza de forma precoz, cuando los abusos acaban de producirse que si pasaron hace años".
Testimonio
Como prueba de sus palabras, el testimonio de Raquel, cuyo nombre, como el de María Eugenia, no es real, pero que también prefiere conservar el anonimato). "Yo sufrí abusos por parte de mi padre, mis hermanos y mi tío cuando era pequeña. No sabía lo que era y pensé que era natural, porque suceden sin fuerza, con cariño. Son como amorosos. Salí de aquella nefasta experiencia sin ayuda, pero con muchas más secuelas que mi hijo".
Raquel se refiere a las vejaciones que también sufrió él cuando tenía siete años. "Mi propia experiencia me sirvió para ver que algo le sucedía. Rápidamente observé que estaba muy agresivo con esa persona en concreto, su primo, y empecé a sospecharlo. Hablé con él sin intimidarle, pero lo negaba, hasta que sufrió desgarros y su carácter empeoró. Fue entonces cuando habló de todo conmigo. Busqué asistencia rápidamente y hoy es un niño normal y feliz que puede superar lo sucedido, en parte ya lo ha hecho".
Ella reconoce que el mensaje que debe transmitirse a las víctimas "es de esperanza. Se sale, pero cuando decides hablar de ello y buscar ayuda". Y a la sociedad: "Los malos tratos infantiles existen, pero tenemos que dejar de mirar hacia otro lado", puntualiza.
Sulamérica Trânsito
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