JOHN MARKOFF (NYT) - Menorca - 21/06/2008
Sentado en el porche de la Finca Torrenova, su retiro de 320 hectáreas en esta isla del Mediterráneo, Martín Varsavsky hacía una lista de las credenciales del grupo de empresarios de Internet que estaban terminando de comer en una mesa cercana.
“Éste tiene 40 millones de ‘únicos’; ése, 50 millones; y aquél, 8 millones”, explica Varsavsky, refiriéndose al número de visitantes de páginas web que poseen sus invitados, muchos de los cuales también son socios de su negocio y se reunieron con él hace poco durante varios días para debatir sobre el futuro digital.
En los tiempos que corren, para conseguir una victoria comercial en Internet lo que cuenta es la escala, y a Varsavsky, de 48 años y de origen argentino, se le puede perdonar que hable largo y tendido y en detalle sobre los logros de sus compañeros.
Aunque el éxito no le es ajeno (ha tenido una buena cosecha de aciertos en los nuevos medios de comunicación y en las telecomunicaciones desde los años noventa), todavía lucha por conseguir que su última empresa en Internet dé frutos.
Hace tres años, con el objetivo de crear una red Wi-Fi global, fundó FON, un negocio con sede en Madrid que pretende desatar el potencial del Internet social. La apuesta de FON es que los usuarios compartan una porción de su conexión Wi-Fi con extraños a cambio de tener acceso a hot spots Wi-Fi controlados por otros usuarios.
En teoría, los trueques permitirían a los foneros disponer de acceso inalámbrico global y omnipresente, mientras viajan por negocios o por placer. Pero a pesar de la financiación de cerca de 35 millones de euros por parte de líderes de la industria como Google y BT —la antigua British Telecom—, así como empresas más jóvenes como Skype y unas cuantas empresas de capital riesgo, a FON y Varsavsky todavía les falta un ingrediente crucial: la escala.
En la actualidad, hay únicamente 830.000 foneros registrados en todo el mundo y sólo 340.000 hot spots Wi-Fi activos utilizan el software de FON. Como está basado en el concepto de compartir el acceso inalámbrico, FON sólo funciona bien si hay foneros por todas partes.
Y a medida que se esfuerza por expandir la red de FON, Varsavsky se enfrenta a obstáculos particulares ahora que el lado comercial de Internet ha llegado a una encrucijada.
El Internet Wi-Fi, que nació hace unas décadas en medio de la anarquía, se ha convertido en el campo de batalla de dos gigantes de los consorcios de la tecnología que tratan de refrenar el espíritu abierto de carácter caótico de la Red para crear un acceso global y uniforme sobre la base de las redes inalámbricas de datos.
Ambos bandos, conocidos por el nombre de WiMax y LTE (evolución a largo plazo, en sus siglas en inglés), constituyen sendas vías controladas al detalle, fuertemente estructuradas y cuya construcción costará miles de millones de euros, lo que podría cerrar alguna puerta a la apertura arquitectónica que desencadenó el crecimiento acelerado de Internet.
Pero su posible ventaja es que las normas cerradas pueden alentar la clase de crecimiento que ofrece un acceso más amplio a consumidores corrientes y a usuarios de las empresas, como sucedió cuando Microsoft impuso una medida de conformidad sobre su desarrollo de software. Por su parte, Varsavsky espera que FON pueda ofrecer un punto intermedio.
“Hoy en día, el mercado del Internet Wi-Fi está fragmentado y es muy complejo: se puede acceder a él a través de operadores 3G, de WiMax, de hot spots privados, de hot spots de pago y de redes corporativas”, analiza Michael Jackson, socio de Mangrove Capital en Londres y ex miembro de la junta de FON. “En resumen: es una pesadilla para el consumidor. FON puede y va a cambiar esto”.
Pero otras personas tienen sus dudas. “Sé que a la gente de Google le gusta esta idea”, afirma John Saw, el responsable de la sección de tecnología de Clearwire, la nueva compañía de WiMax de Craig McCaw, que ha anunciado recientemente una empresa conjunta que ronda los 9,4 millones de euros para construir una red WiMax nacional en EE UU con Sprint, Google, Intel, Comcast y otras compañías. “Pero somos escépticos”.
Sin inmutarse, Varsavsky afirma que lo que le falta en escala en la actualidad lo puede compensar con un enorme ahorro de costes.
“Nuestro ejército de foneros es una forma mucho más eficaz de distribuir una señal”, explica. “Creemos que los operadores WiMax estarán contentos de tener algunos clientes que utilicen sus servicios de forma gratuita y se ahorren miles de millones en despliegue de infraestructuras”.
El futuro de FON, argumenta, girará en torno al acceso universal al Internet Wi-Fi. Entretanto, se enfrenta a un gran obstáculo en uno de los mercados de las comunicaciones más lucrativos del mundo, Estados Unidos, donde las nuevas redes de teléfonos móviles con tarifa plana pueden plantear un reto porque proporcionarán cobertura universal a alta velocidad.
En Europa, el paisaje de Internet parece más prometedor. La decisión de la Comisión Europea del pasado verano de poner un límite al precio de las llamadas de voz (para hacer que los teléfonos móviles sean más asequibles para los residentes que viajen por el interior de la Unión Europea) no incluía la transferencia de datos por móvil. Las últimas redes Wi-Fi a alta velocidad que se han introducido en Europa también utilizan la tarificación por megabyte, lo que desalienta las descargas de archivos muy pesados, como los vídeos.
Esto deja una oportunidad con un gran potencial para una solución que implique compartir y esté ampliamente disponible para los viajeros. Sin embargo, incluso en Europa hay algunos obstáculos, entre los que destacan una atmósfera tradicionalmente hostil a las apuestas empresariales.
“Europa tiene un mercado más grande que EE UU, pero está fragmentada culturalmente y siente aversión hacia el riesgo”, señala Varsavsky. “Pero las diferencias se están limando y ahora hay capitalistas de riesgo en Europa y una cultura empresarial local”.
No obstante, se queda impertérrito cuando debate su revolución inacabada y el futuro de FON. “Es como una empresa telefónica construida por la gente”.
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