Por Javier López de Lérida y Fabián Cambero
CONSTITUCION/CONCEPCION, Chile (Reuters) - Chile intentaba el sábado volver a la normalidad tras uno de los peores desastres naturales de su historia, pero una semana después del sismo y los tsunamis miles de personas seguían esperando ayuda y adaptándose a vivir en tiendas de campaña.
El sismo de magnitud 8,8 y los tsunamis siguientes, el peor desastre natural en azotar Chile en medio siglo, dejaron por lo menos 452 muertos identificados. La cantidad de desaparecidos, sin embargo, es todavía imprecisa.
Ciudades y pueblos enteros del centro y sur del país fueron destrozados por el temblor y lo que quedó en pie barrido luego por gigantescas olas que la Armada falló en pronosticar.
Sus habitantes aún viven aterrorizados por la posibilidad de que las fuertes réplicas que sacuden a las áreas afectadas puedan disparar más tsunamis. Muchos se niegan a bajar de los cerros donde se refugiaron hace una semana.
Cientos de miles de personas lo perdieron todo en pueblos como Dichato, una aldea de pescadores a 470 kilómetros al sur de Santiago, donde los sobrevivientes amanecieron en tiendas de campaña.
"Esto ha sido un terremoto de desorganización de parte de las autoridades. Esto muestra la mala organización y gestión del Gobierno", dijo Fernando Valenzuela, de 44 años, que vive con su esposa en un campamento improvisado.
El pintoresco Dichato parece bombardeado. Una semana después del tsunami, sigue sin haber agua ni electricidad.
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, aterrizó el sábado a 30 kilómetros de allí, en la golpeada ciudad de Concepción, para evaluar los daños.
"Discutiré con la comunidad internacional cuál es la mejor forma de que la ONU ayude, cómo podemos movilizar mejor la asistencia humanitaria", dijo a periodistas al explicar el objetivo de su visita.
El Programa Mundial de la Alimentación de la ONU envió 70 toneladas de galletas de alto contenido calórico para alimentar a las víctimas del sismo en Chile.
SOBREVIVIENDO CON SALMON
Pero en Caleta Tumbes, otro pueblo de pescadores en el área devastada, a falta de ayuda la gente sobrevivía comiendo salmón de exportación envasado que llegó a la orilla arrastrado por la marea.
"Además de salmón, encontramos aceite, algo de café (...) Estaban flotando en el mar, cerca de los contenedores que se rompieron", dijo Arnoldo Castillo, un residente de la zona, al diario chileno El Mercurio.
Chile, una de las economías más sólidas de América Latina, dice tener suficientes recursos para enfrentar la emergencia.
"El desafío es puramente logístico", dijo el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, tras llegar el sábado a Concepción, unos 550 kilómetros al sur de Santiago.
Pero, quienes recibieron ayuda en esta ciudad de 690.000 habitantes, la segunda de Chile, dicen que no es suficiente.
"Lo único que hemos recibido es una bolsa que entregaron por casa y en mi casa somos 16 personas", dijo Ney José López, un ejecutivo de ventas de 41 años.
El Gobierno chileno sigue tratado de hacerse una idea de los destrozos, que especialistas calcularon inicialmente en 30.000 millones de dólares.
La mayor refinería del país, Bío Bío de la petrolera estatal ENAP, demoraría por ejemplo de dos a tres meses en volver a operar tras los destrozos del terremoto, dijo a Reuters el dirigente sindical Jorge Fierro.
Hay además unos 2 millones de personas damnificadas por el sismo y los tsunamis, que destruyeron también medio millón de viviendas.
La presidenta Michelle Bachelet, que termina su mandato la próxima semana, dijo que la reconstrucción podría demorar tres o hasta cuatro años.
DEMUELEN SIMBOLO DEL DESASTRE
En el centro de Concepción, grúas se prepararon para tirar abajo el sábado un edificio de 15 pisos que el temblor derribó como si fuera de juguete.
La imagen del edificio tumbado horizontalmente sobre la calle se convirtió en símbolo del terremoto. Los residentes lo bautizaron "Zona Cero".
"El riesgo de colapso de la estructura supera todos los márgenes de seguridad", dijo el jefe de las operaciones de rescate, Sebastián Mocarquer.
Pero otras partes de Concepción seguían esforzándose el sábado por volver a la normalidad.
Según autoridades, un 65 por ciento de la ciudad ya recuperó la electricidad.
La calma forzada por un toque de queda para evitar saqueos era rota por el ensordecedor ruido de aviones y helicópteros que aterrizaban en un aeropuerto cercano con alimentos, agua y tiendas de campaña para los damnificados.
También Constitución, una ciudad costera arrasada por las olas 350 kilómetros al sur de Santiago, intentaba ponerse en pie y unos pocos comercios reabrieron.
Aquiles González, dueño de una ferretería, atendía a los clientes desde la puerta, pues el local, semi destrozado, no tenía aún luz ni agua.
"'Abran', 'abran', nos pidieron para poder darle confianza a la gente. Así que eso empezamos a hacer", dijo el ferretero, quien preside además la Cámara de Comercio y Turismo de la ciudad de Constitución.
Para algunos el daño emocional era todavía insuperable.
El pescador Emilio Gutiérrez, que intentó en vano escapar de los tsunamis con su familia en su bote, enterró a su padre el jueves y sigue buscando a su hijo pequeño.
"Mi hijo de 4 todavía no lo encontramos. Yo creo que se lo tragó el mar", contó.
Gutiérrez y su esposa viven desde entonces bajo una lona en la playa, mirando al mar que, esperan, les devuelva un día a su pequeño.
(Reporte de Fabián Cambero en Concepción, Javier López de Lérida e Ignacio Badal en Constitución, Terry Wade en Dichato y Alvaro Tapia y Mica Rosenberg en Santiago; Editado por Esteban Israel)
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