Cómo morir de pánico en Ecuador

29 de Septiembre.

- Si has pensado en suicidarte y no sabes cómo, vente a Ecuador y súbete a un autobús. Yo estoy viva todavía porque, definitivamente, soy una tía con mucha suerte. O, por lo menos, a esa conclusión llegué cuando leí en un letrero en un bus: 'Dos locos con suerte'. Claramente, se debía referir al autobusero y a su ayudante, que conduciendo de esa forma el uno y soportándolo el otro, seguían vivitos y coleando.

Ya en Perú observé que subirse a un autobús puede ser una acto de valentía similar al de jugar a la ruleta rusa. Sin embargo, en las compañías peruanas tu seguridad es directamente proporcional a la cantidad de dinero que estés dispuesto a pagar por tu billete. Cuánto más cara, más seria es la empresa y más posibilidades tienes de llegar vivo a tu destino. Otra vez, como en tantos pequeños detalles de la vida, aquí el que lo tiene bien difícil es el pobre.

Volviendo a Ecuador, donde la primera causa de muerte son los accidentes de tráfico, diré que en este país no te libras de un conductor suicida ni pagando todo el oro del mundo. La empresa importa un pepino y tu única oportunidad aquí es rezar y confiar en tu dios, si eres religioso, o cagarte de miedo mientras vas mencionando a toda la familia del loco que está al volante.

Invadir el carril contrario ignorando la línea continua, superar los 100 kilómetros por hora, adelantar en curvas con ninguna visibilidad del carril contrario son algunas de las maniobras de las que disfruto cuando por fin reúno el valor suficiente para moverme a otra ciudad ecuatoriana. Y ni se te ocurra protestar o manifestar de alguna forma tu cabreo a los dos sujetos que están al mando de esta situación dentro del vehículo porque la respuesta suele ser una cara de franca sorpresa en la que tú lees fácilmente la siguiente pregunta: "Señorita, ¿de qué está hablando?".

Yo he terminado por pensar que esto debe ser una especie de competición para ver quién llega el primero. Y con esto, quiero dejar bien clarito que yo por molestar a los ecuatorianos no me quejo. Ya lo he dicho al principio: soy una mujer suertuda. Yo lo digo más bien por ellos, porque cada viaje superado es un paso más en el deterioro de su salud cardíaca. Demostrado.

Interior de un autobus ecuatoriano. | Waldo Fernández

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