Con espíritu europeo
Ningún rincón de Brasil manifiesta de una forma tan expresiva su fervor por las tradiciones navideñas del Viejo Continente como el estado de Rio Grande do Sul, una región que conserva y difunde con orgullo el legado de los primeros colonos alemanes e italianos. Los 13 municipios que forman la Ruta Romántica, ciudades pulcras, hospitalarias y tranquilas, son una mezcla única de cultura gaúcha y europea.
Texto y Fotos: Patricia Osuna
Resuenan en las calles -profusamente adornadas con motivos navideños- los primeros compases del villancico alemán «Oh, Tannembaum! Oh, Tannenbaum! Wie treu sind deine Blätter!». Pero no estamos en Alemania. Las casas de madera y tejado a dos aguas, todas con un cuidado jardín y perfectamente alineadas, parecen sacadas de un pueblo en los Alpes. Pero no estamos en Suiza. Los restaurantes italianos, muchos y buenos, se encuentran estos días a rebosar. Pero no estamos en Italia.
La ciudad de Gramado, en el próspero estado brasileño de Rio Grande do Sul, se precia de su legado europeo y lo hace conservando las tradiciones que trajeron consigo a finales del siglo XIX los inmigrantes alemanes, suizos e italianos. Junto a otros 12 municipios, forma la conocida como Ruta Romántica, un circuito que promueve la herencia europea de estas poblaciones. Aquí nada responde al estereotipo de samba, cuerpos esculturales al sol y playa: el paisaje está dominado por verdes montañas y exuberantes valles cubiertos de bosques de araucarias; los habitantes del estado tienen a gala llamarse gaúchos, pues muchos de ellos son herederos de los tropeiros (vaqueros) de espíritu independiente que en su día conducían grandes rebaños por la región; en lugar de caipirinha, aquí lo que se bebe a todas horas es la erva mate; durante las fiestas se bailan danzas tradicionales alemanas, con vestimenta ad hoc; y los pueblos, pequeños o grandes, están construidos al estilo bávaro con casas bajas de madera y piedra, calles limpias y preciosos parques, una mezcla única de cultura gaúcha y europea.
Molino en la Ruta Romántica.
Pero sin duda, ningún rincón de Rio Grande do Sul -y por ende, de Brasil- manifiesta de una forma tan expresiva su fervor por las tradiciones del Viejo Continente como Gramado y la vecina ciudad de Canela. De hecho, la primera se ha convertido en un referente en la celebración del Natal (Navidad) en la región. Desde mediados de noviembre y hasta el 11 de enero, Gramado engalana sus calles y casas con gigantescos abetos, guirnaldas rojas y espectaculares lámparas elaboradas por los jóvenes de la ciudad con materiales reciclados (por ejemplo, las lámparas barrocas que iluminan calles y parques están elaboradas a partir de botellas de plástico, y el resultado es espectacular).
Durante dos meses, la ciudad sorprende a sus visitantes cada día con nuevos y diferentes espectáculos, hasta sumar un total de cincuenta. A destacar, La Fantástica Fábrica de Navidad, un musical entrañable y sorprendente, pues los participantes sobre y detrás del escenario son jóvenes amateurs de Gramado y Canela. Otros eventos muy esperados son el Árbol Cantor, las cabalgatas diarias de Papá Noel a las 17.00 horas, el encendido nocturno de las luces a las 21.00 y el concierto Nativitaten, un recital de villancicos que tiene lugar sobre las aguas del lago Negro.
Una de las atracciones permanentes de la ciudad y que en estos días ve cómo aumenta la afluencia de público es la Aldea de Papá Noel, abierta en lo que hasta hace unos años era el Parque Knorr. Aquí los niños pueden disfrutar de un recinto con nieve artificial, escribir sus peticiones para el nuevo año en el Abeto de los Deseos, recorrer todas las estancias de la casa de Papá Noel y visitar la fábrica donde se elaboran y distribuyen los regalos que el 24 de diciembre irán destinados a los niños de todo el mundo. El lugar escogido para levantar este modesto pero encantador recinto es privilegiado: de su pasado como parque conserva una frondosa vegetación de araucarias y unas vistas increíbles sobre el Valle de los Quilombos.
Arquitectura alpina, exuberancia brasileña
En Gramado y Canela, como decíamos, cualquiera podría pensar que se encuentra en un pueblo alpino de Suiza o Alemania, si no fuera por pequeños detalles: en primavera las colinas se cubren de flores, con miles de hortensias que no paran de florecer; alcanzando a contemplar el horizonte, las cumbres nevadas de los Alpes son sustituidas aquí por un valle de distintas tonalidades de verde, inmenso e inconmensurable; las avenidas y carreteras están plagadas del mítico Escarabajo de Volkswagen, de todos los colores imaginables; y en diciembre uno puede pasear tranquilamente en tirantes o manga corta. Ha llegado el verano austral a estas latitudes y la Navidad se celebra, sí, pero ligeros de ropa.
Iglesia de San Pedro, en Gramado.
Gramado es el destino predilecto de gaúchos, argentinos, uruguayos y paulistas. Pese a haber sido fundada hace apenas 50 años y contar sólo con 30.000 habitantes, las impolutas calles (han soterrado el tendido eléctrico de las principales vías, como la Borges de Medeiros, para mejorar la estética de la ciudad) están repletas de boutiques, zapaterías, restaurantes, coquetos chalets convertidos en hoteles...
Transcurridas las Navidades, la ciudad sigue volcada en el turismo, con un considerable número de museos y atracciones dadas sus dimensiones: El Lago Negro, a 1,5 kilómetros del centro, que aunque artificial es un paraje con encanto para pasar unas horas en familia. El Museo Tradicionalista, con numerosas piezas gaúchas. El zoo, de reciente inauguración, muestra las especies más representativas de Brasil. Muy curiosos son el Museo del Vapor y el Mini Mundo, un recinto al aire libre que alberga miniaturas de ciudades. Y los más golosos pueden visitar alguna de las reputadas fábricas de chocolate, como la de Prawer o Planalto, donde observarán el proceso de elaboración de distintos productos, comprarlos y degustarlos sin moverse del lugar.
Canela, por su parte, es la hermana pequeña de Gramado, aunque es más antigua que ésta. También aquí engalanan sus avenidas principales en Navidad, como las de Osvaldo Aranha y su prolongación, Felisberto Soares, escoltadas por enormes ángeles a ambos lados de la calle. Canela, donde lo más reseñable de su centro es la catedral de Piedra, presume sin embargo de patrimonio natural en sus alrededores. La zona es ideal para el excursionismo, practicable durante todo el año, sobre todo en el Parque do Caracol, con una cascada de 130 metros de caída, o en las vecinas Morros Pelado, Queimado y Dedao, tres colinas que ofrecen vistas magníficas del Valle de los Quilombos y, en días claros, de la costa.
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