- La alta comisionada de la ONU para los DDHH ha manifestado su alarma por la situación
- Los enfrentamientos perduran a pesar del alto el fuego que se firmó hace 10 días
A pesar del frágil alto el fuego acordado en la República Democrática del Congo (RDC) hace 10 días, los enfrentamientos y los ataques continúan, según ha denunciado la misión de la ONU en el país (MONUC). Igualmente prosigue el goteo de desplazados y refugiados, hasta el punto de que más de 27.000 congoleses han cruzado la frontera con Uganda desde el pasado mes de agosto, mientras que el total de desplazados internos en Kivu Norte, la zona más conflictiva, se eleva a 250.000 personas, según datos de ACNUR. Al margen de estos datos escalofriantes, durante la última semana se ha incidido mucho en otra faceta del conflicto congolense, coincidiendo con la celebración del Día Internacional contra la Violencia de Género: la violencia sexual contra las mujeres.
Una mujer carga a su hijo en RDC.
Efectivamente, la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, se mostró ayer especialmente horrorizada por "la escalada de la violencia sexual contra las mujeres en la RDC, cometida por todas las partes en el conflicto, incluidos los soldados del ejército nacional". Y es que en los conflictos armados, la violencia contra las mujeres suele recrudecerse de forma alarmante, según nos cuenta María Jesús Vega Pascual, responsable de Relaciones Externas de ACNUR en España. Y la RDC no es, ni mucho menos, una excepción.
De hecho, la violencia sexual contra las mujeres ha sido una constante en los últimos años en el país africano, incluso en aquellos momentos en los que la intensidad de los enfrentamientos era más baja que en estos días. Ya hace poco más de un año, el Secretario General Adjunto de la ONU para Asuntos Humanitarios, John Holmes, había advertido que "la violencia sexual en la RDC es la peor en el mundo". Todas las cifras que se vienen manejando en los últimos años y los testimonios de las víctimas acercan una idea de la magnitud del desastre. Sólo en la región de Kivu Sur se registraron, durante el año 2006, hasta 27.000 agresiones sexuales. "¡Y eso que sólo era una provincia y que suele haber 10 agresiones por cada una que se denuncia!", nos cuenta María Jesús Vega.
¿Por qué es especialmente grave este problema en la RDC? La experta de ACNUR nos dice que, desde su punto de vista, "hay mucha impunidad en el país, de modo que no se lleva a justicia a los autores y no hay instituciones para canalizar las denuncias. Además, las mujeres sienten miedo a la hora de denunciar, ya que corren el riesgo de ser repudiadas por sus comunidades. A esto se suma la corrupción y un gobierno débil que, tras tantos años de impunidad, contribuyen a incrementar las atrocidades". Por último, para entender la encrucijada congolense, no hay que perder de vista que se trata de un país riquísimo en recursos, como los diamantes, el oro o el coltán (que se utiliza para la fabricación de videojuegos), lo que en parte contribuye a la inestabilidad de la zona, debido a las luchas continuas de los grupos enfrentados para controlar los yacimientos.
El aumento de las agresiones sexuales en tiempos de conflicto se debe, fundamentalmente, al uso de las violaciones "como arma de guerra", según explica la responsable de ACNUR. Esta expresión se utiliza para describir cómo los grupos enfrentados —especialmente en conflictos de carácter étnico— buscan imponerse a sus rivales, asesinando a los hombres y violando a las mujeres, para así "hacer desaparecer futuras generaciones enemigas e imponer el grupo propio".
Reparto de comida en un campo de refugiados.
Sin embargo, la violencia contra la mujer no sólo se limita al puro enfrentamiento directo entre bandos, sino que se extiende a todos y cada uno de los momentos del conflicto, según explica María Jesús Vega en su estudio 'Las mujeres refugiadas y la violencia de género'. Según la autora, hay formas específicas de violencia que se producen durante el conflicto, durante la huida, en los campamentos de refugiados (entre un 70% y un 80% de la población refugiada está compuesta por mujeres y niños) e, incluso después de la repatriación.
¿La comunidad internacional se esfuerza lo suficiente? El conflicto de la RDC ha levantado una oleada de críticas contra la ONU por su supuesta inactividad. Es cierto que la ONU tiene en la RDC, con 17.000 efectivos (y otros 3.000 que se han aprobado), su mayor misión humanitaria en todo el mundo. También es cierto que el Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado una resolución que aborda la gravedad de la violencia sexual como un tema de seguridad en sí mismo. Sin embargo, "hay que hacer mucho más, hay que exigir más a la ONU y hay que recordar que las críticas a la ONU son una crítica a cada uno de nuestros países".
¿Y cómo se puede enderezar el problema? La nómina de soluciones que baraja María Jesús Vega sorprende por su amplitud, e incluye desde medidas complejas a otras más asequibles:
- El desplazamiento de más tropas.
- El traslado de refugiados y desplazados a aquellos campos en los que hay más seguridad (algo que hoy mismo ha comenzado a hacerse).
- La creación de un sistema de información y registro de violaciones (en la práctica, supondría un primer paso para la existencia de una infraestructura legal destinada a acabar con la impunidad).
- Trabajar cuestiones culturales, para que las mujeres no tengan miedo a denunciar y la comunidad no dé la espalda a las personas que han sufrido agresiones sexuales. Reconoce la experta de ACNUR que se trata de "un trabajo durísimo" y que debe ser muy constante, ya que persigue transformar una serie de creencias que están muy asentadas en la sociedad. Con tal fin, hay que entablar procesos de diálogo con todas las capas de la sociedad: las propias mujeres, los ancianos (que ejercen gran influencia), los varones (que tienen voz y voto en las decisiones) y los jóvenes (que suelen ser más permeables a los cambios).
- La instalación de luces potentes en los campos de refugiados que permitan andar a las mujeres con tranquilidad durante la noche y evitar asaltos.
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