FERNANDO CASTANEDO 25/09/2004
José Maria Eça de Queiroz (1845- 1900) publicó con regularidad crónicas, columnas de opinión, novelas y cuentos desde sus inicios como periodista, mediada la década de 1860, hasta poco antes de su muerte, cuando ocupaba el cargo de cónsul de Portugal en París. Además de ello, como tienen por costumbre los escritores, Eça incluyó anécdotas que pueden considerarse verdaderos relatos en muchas de sus cartas y de sus artículos. Del mismo modo, añadió pequeñas historias a algunos de sus ensayos para ilustrar con ejemplos las tesis que defendía. Las páginas de sus Cartas de Inglaterra, de las Notas contemporáneas y de sus Ecos de París abundan en este tipo de historias, y en buena medida la vivacidad de sus crónicas y de sus ensayos se debe a la presencia de estas anécdotas.
CUENTOS COMPLETOS
José Maria Eça de Queiroz
Traducción de María Tecla Portela Carreiro
Siruela. Madrid, 2004
372 páginas. 20 euros
El volumen de Cuentos completos que se acaba de publicar reúne sólo aquellos relatos que el escritor imaginó como tales -con una excepción, la de Tema para versos-, y cubre toda su vida de literato, desde sus primeras polémicas de salón hasta los años en que escribió sus grandes novelas. Por ello el libro da una perspectiva excelente de cómo evolucionó su labor creativa a lo largo del tiempo. Del mismo modo ayuda a trazar algo más íntimo, puesto que Eça ambientó los cuentos en los paisajes de su experiencia vital: Oriente Próximo, Inglaterra, España, París, el Portugal urbano y el Portugal rural. Por fin, los relatos compilados permiten identificar los asuntos que más interesaron no sólo a un gran escritor como Eça, sino también a sus compañeros liberales del setentismo portugués y, claro está, a la sociedad y a los demás letraheridos de su época. A este respecto todos los cuentos comparten, aunque en medida muy variable, los postulados antirrománticos del realismo.
En el ensayo titulado Tema para versos, por ejemplo, Eça rechazó la poética del romanticismo, dejando muy claro que la poesía y los lectores morirían pronto de una sobredosis de amor si los poetas seguían insistiendo en cantar exclusivamente a Venus. Sin embargo, y como muestra de las ambivalencias del realismo queirosiano, a renglón seguido de este ensayo Eça añadió un cuento, El aya, en el que la protagonista sacrifica por fidelidad la vida de su hijo y la suya, lo que constituye una muestra de patetismo mucho más próximo a la estética del romanticismo que a la del realismo.
Quizá la genialidad de Eça de Queiroz consista precisamente en su manejo de recursos muy variados, e insólitos para su tiempo, como el uso de la segunda persona -en José Matías-, y sobre todo en que cultivó casi todos los géneros posibles. Precisamente entre los 17 cuentos reunidos en este volumen nos encontramos con una lista de los grandes éxitos del XIX: desde el relato histórico al modo de Walter Scott hasta la españolada en la línea de Gautier o de Hugo, y pasando por el cuento fantástico de Poe y el tradicionalista de Pereda.
Eça
escribió dos ambientados en España. En El tesoro retrató la brutalidad medieval de tres hermanos cainitas, mientras que en El difunto narró el milagro fantástico que hizo la Virgen para proteger a un devoto. Además de éstos, Eça dejó sin terminar dos "cuentos póstumos". El primero, titulado Enghelberto, es el retrato moral y físico de un señor feudal en Dinamarca, con toda la brutalidad medieval que le conviene y sin las idealizaciones ruskiniano-wagnerianas que arrasaban por entonces en Europa. El otro cuento póstumo, Sir Galahad, es todo lo contrario. Aquí Eça se deleitó en la sublimación del cuento artúrico, siguiendo a sir Galahad mientras hacía el camino que le marcaba el Santo Grial y observando cómo mantenía su candidez de cisne frente a las pasiones de los demás caballeros de la Tabla Redonda.
Pero el volumen incluye además cuentos bíblicos, como La muerte de Jesús; morales, como el fabuloso Excentricidades de una chica rubia; de tesis, como Civilización o La catástrofe, y, en fin, otros tesoros literarios, como los retratos del amor flaubertiano en José Matías y En el molino. En resumidas cuentas, un catálogo digno de Homero.
José Maria Eça de Queiroz
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